¿Expulsión o plebiscito?
La Falange y, luego, la Democracia Cristiana se definieron, en su Declaración de Principios, como anticapitalistas y anti colectivistas, que es la esencia del “vuelo del cóndor”. Por desgracia, en primer lugar, por el predominio del freísmo y, posteriormente, de los famosos “príncipes”, es decir la preponderancia de la familia Walker y de la cáfila de antiguos hijos de próceres de ese partido político, además de los Gutenberg Martínez, Mariana Aylwin y de otros influyentes personajes. Lo mínimo que se puede decir de ellos es que son neoliberales-humanistas en toda la extensión su significado de la palabra, por consiguiente, lo único que no se les puede pedir es que sean anticapitalistas, así puedan jugar rememorando el espíritu de la Falange o de la Democracia Cristiana, cuando era anti derechista y anticapitalista.
Próceres como Bernardo Leighton, Fernando Castillo Velasco y otros, se estarán dando vuelta en su tumba al informarse de que algunos de sus camaradas actuales proponen, mediante un documento, que se expulse del partido a quienes voten a favor de lo que ellos llaman “la ley del aborto”, proyecto que sólo se limite a la despenalización de la interrupción del embarazo en tres casos muy acotados – peligro de la vida de la madre, inviabilidad del feto y violación -.
La ridiculez de la propuesta de estos democratacristianos no puede más troglodita, pues consiste, nana menos, que en resucitar la “santa” inquisición para condenar temas de conciencia y estaríamos, por consiguiente en el siglo XVI, con motivo del Concilio de Trento, donde el voto de un cardenal permitió decidir que la mujer también tenía alma. Hoy se le quiere negar el derecho inalienable al control libre de su cuerpo, bajo el supuesto – discutible científicamente – de que el feto es un ser humano desde el momento en que el esperma se encuentra con el óvulo. (Véase la película de Woody Allen, Todo lo que hay que saber sobre sexo).
El diputado Democratacristiano Gabriel Silber, por otro lado, propone la realización de un plebiscito, junto con la elección de directiva – a realizarse próximamente – para que todos los militantes se pronuncien sobre esta temática.
Es bien sintomático y, además, una prueba contundente de que la Democracia Cristiana desde hace mucho tiempo ha dejado de ser una partido anticapitalista e, incluso, humanista cristiano, aun cuando el término es bastante ambiguo, y es preferible un nombre como “socialista-comunitario, o comunitarista, que correspondería más a un anti-individualismo.
Es cierto que en la Democracia Cristiana hay un sector, liderado por Ricardo Hormazábal y apoyado por personas tan valiosas como Alejandro Hales, que intentan resucitar el espíritu falangista, hoy destruido por los “príncipes”, que han convertido su partido, que otrora tuvo dignidad, en una especie de radicalismo, cuyo interés es el reparto del botín del Estado y, sobre todo, la protección de sus negocios personales – como es el caso de Mariana Aylwin -.
Es evidente que la actual directiva del partido democratacristiano está muy lejana de sus bases y que no le llega a los talones ni al Papa Francisco, más bien sigue la ruta trazada por reaccionarios como el cardenal Jorge Medina y el ridículo e insensato cardenal actual, Ricardo Ezzati – se da el lujo de revivir “cruzadas” en pleno siglo XXI -.
Rafael Luis Gumucio Rivas
12/02/2015