México DF.- En entrevista con Clarín.cl Alejandro Toledo (1963), escritor y editor mexicano, analiza la amistad entre los autores de Pedro Páramo y Tachas: “Me interesa investigar la historia de Juan Rulfo y Efrén Hernández, leer el epistolario entre ellos. Yo tenía la idea de que Efrén le había mostrado a Rulfo los libros de Knut Hamsun, pero Rulfo lo leía desde 1938: Hamsun era un autor muy leído en México y creo que fue una influencia para Juan Rulfo y Efrén Hernández… Seguramente dialogaron mucho sobre literatura; Efrén dice haber encontrado a Rulfo en alguna oficina y convencerlo de publicar lo que estaba destruyendo. Es importante destacar la influencia de Efrén sobre Rulfo, como maestro literario. Lo demás lo encuentro fantasioso, las versiones de Juan José Arreola y Alí Chumacero no tienen sustento. Leyendo a Rulfo te das cuenta que estudió la novela de la revolución mexicana, la novela cristera, también conoció la literatura inglesa y alemana, en la obra de Rulfo está toda la literatura concentrada, era un gran lector”.
MC.- Alejandro, reuniste las Obras Completas de Efrén Hernández publicadas por el Fondo de Cultura Económica, ¿cuándo descubres la poesía y narrativa de Efrén Hernández?
AT.- Efrén fue una herencia. En la década de 1980, un amigo con el que escribía entonces, Daniel González Dueñas se encontró con Marco Antonio Millán en la Cineteca Nacional, Daniel era supervisor de películas y Millán llegó como supervisor por parte de Gobernación (Ministerio del Interior), los dos veían las películas y hacían informes sobre las cintas que se iban a estrenar; al conocerlo, Millán le habló de sus amigos de juventud en la revista América: Efrén Hernández, José Revueltas, Pablo Neruda y Juan Rulfo. Daniel me dijo: “fíjate que trabaja conmigo un señor que dice que fue amigo de muchos escritores, seguramente lo está inventando”, yo tampoco ubicaba a Marco Antonio Millán, hicimos una cita para conocerlo, lo empezamos a visitar con regularidad, llevábamos grabadora y se nos ocurrió hacer un libro de memorias, estaba retirado, era un personaje desconocido de la literatura mexicana en ese momento. Un tema recurrente fue su amistad con Efrén Hernández, nos regaló ejemplares de la revista América y fuimos aterrizando todas las historias que al principio no creí: que Millán había conocido a Rosario Castellanos, José Revueltas, Juan Rulfo y Pablo Neruda.
El libro ganó el Premio Nacional de Biografía en 1987, Millán viajó con el libro a la Universidad de Colima para recibir el premio, fue como un rescate, se entusiasmó mucho. No quiso publicar el libro después del premio porque se dedicó a actualizarlo y enriquecerlo, quizás sentía que si terminaba sus memorias era como cerrar su vida, lo estuvo posponiendo, nos decía que a partir de lo que habíamos hecho, él quería agregar cosas, en eso se retrasó el proceso de edición. Junto a Daniel armamos el libro Aperturas sobre el extrañamiento. Entrevistas alrededor de las obras de Felisberto Hernández, Efrén Hernández, Francisco Tario y Antonio Porchia (Conaculta, 1993), ahí incluimos el capítulo donde Millán hablaba de Efrén Hernández, entonces sentí que tenía una herencia o encomienda de Millán, aunque nunca hablamos de reunir las Obras Completas de Efrén.
MC.- La metodología para editar las memorias de Millán fue la tradición oral, en cambio para organizar las Obras Completas de Efrén Hernández era necesario un trabajo documental. ¿Cómo reuniste toda la poesía, la narrativa y el teatro de Efrén Hernández?
AT.- Marco Antonio Millán nos regalaba los libros de Efrén, yo tenía la edición de cuentos de Efrén que publicó la UNAM, también conservo la edición original del poema Entre pagados muros (1943), esos obsequios nos presentaron al personaje. En 1965, el Fondo de Cultura Económica publicó: Obras de Efrén Hernández, con prólogo de Alí Chumacero. El libro recoge lo que había en la época, al comienzo está una nota de Efrén describiendo su propia obra y menciona cosas que no estaban incluidas por el FCE. Yo pensé que juntando lo que había reunido Alí Chumacero en 1965, más lo que mencionaba Efrén en la Ficha autobiográfica, más lo que aparecía citado en la bibliografía preparada por Luis Mario Schneider, creí que se podían armar las Obras Completas con esos elementos, a partir de entonces me dediqué a buscar lo que faltaba para tratar de que estuviera todo reunido.
MC.- ¿Desde el principio planearon que serían dos volúmenes?
AT.- Al ir avanzando en el proyecto pensamos en dos volúmenes, de 600 páginas cada uno. De la edición de 1965 hay una anécdota poco conocida: el FCE publicó las Obras de Efrén Hernández y según la versión de Alí Chumacero le pidieron el prólogo a Juan Rulfo, porque sabían que fueron amigos, estuvieron esperando el prólogo hasta la fecha límite, pero cuando vieron que nunca iba a llegar el texto de Rulfo, Alí escribió dos páginas de presentación en el espacio reservado para Rulfo. Junté los libros de Efrén, además la UNAM había publicado la prosa crítica de Efrén en el libro Bosquejos (1995), pero faltaba el teatro que había publicado la revista América, seguí los índices de América, ese material lo conseguí en hemerotecas y bibliotecas. Después me reuní con la familia de Efrén para saber qué material tenían guardado, encontré una caja completa con material inédito. Pensé que era algo más sencillo: reunir los Bosquejos de la UNAM y las Obras del FCE, pero descubrí que era un proceso de edición más complejo, estaban el guión escrito a ocho manos –Efrén, Millán, Rosario Castellanos y Dolores Castro- para la película Dicha y desdichas de Nicocles Méndez que Cantiflas nunca pudo filmar, el teatro que no había logrado llevar a escena, y los textos inéditos de los Viernes poéticos –reuniones en Bellas Artes, Efrén presentaba a un escritor y preparaba dos cuartillas con la semblanza del invitado-, entonces se fue enriqueciendo el proyecto.
MC.- ¿La disciplina para investigar los documentos de Efrén Hernández te llevó a hojear el mecanoscrito y los informes de Rulfo en el Archivo del Centro Mexicano de Escritores?
AT.- En las memorias de Millán describe su amistad con Efrén y el encuentro con Rulfo, ahí aparece la historia de que Rulfo había dado el libro El Llano en llamas (1953) a la revista América y al Fondo de Cultura Económica, eso había generado un distanciamiento entre el grupo de la revista América y Juan Rulfo porque sentían que era una traición publicar el libro en el FCE sin avisarles, el libro estaba en dos editoriales al mismo tiempo, según Millán la revista América ya habían levantado la tipografía para El Llano en llamas (1953), así apareció Rulfo en escena.
Yo fui becario en el Centro Mexicano de Escritores (CME), el 7 de enero de 1991 publiqué el reportaje: “Pedro Páramo se llamó originalmente Los desiertos de la tierra. Los papeles de Rulfo a 5 años de su muerte” (Proceso). Se me ocurrió preguntarle a la secretaria Martita: ¿qué había en los archivos del CME sobre Rulfo?, ella fotocopió lo que tenía: el mecanoscrito de Los murmullos y los informes. El 27 de enero de 1986, Vicente Leñero, Armando Ponce y Federico Campbell publicaron una entrevista colectiva con Juan José Arreola en la revista Proceso, desde entonces me quedó la inquietud sobre qué tan cierta era la historia, Arreola dijo que había manejado el manuscrito de Pedro Páramo como si fueran naipes; según Arreola le había dado la forma definitiva a la novela de Rulfo, era una versión fantástica. Encontré el original de Los murmullos donde está prácticamente definida la novela y en uno de los Informes del CME Rulfo mencionó la estructura fragmentaria como recurso literario para escribir Pedro Páramo.
MC.- ¿Habías consultado las investigaciones de Juan Manuel Galaviz y Jorge Ruffinelli sobre los documentos del Centro Mexicano de Escritores?
AT.- Lo que revisé fue el tomo de Archivos de la UNESCO, yo tenía el mecanuscrito de Los murmullos, también tenía la edición crítica del académico Sergio López Mena (Juan Rulfo. Toda la obra, 1992). Comencé a ver que había cosas que no coincidían, al comparar las páginas de Los murmullos no coincidían con las páginas de la edición crítica de López Mena, él dice haber consultado los originales del FCE y del CME, incluso les asignó siglas, pero no coinciden sus notas con la fotocopia del manuscrito de Rulfo.
MC.- Eres el primer periodista en citar el Informe de Rulfo sobre el cuento “Luvina”, y en señalar que Sergio López Mena no consultó los documentos del FCE ni del CME para la edición crítica de “Pedro Páramo” (1992). ¿Cómo reaccionó el doctor López Mena?
AT.- Le escribí un correo electrónico al académico Sergio López Mena, me dijo que había sido un período muy difícil en su vida, con muchos problemas. López Mena confesó que no había tenido acceso a los originales de Rulfo; publiqué los correos electrónicos de López Mena en la revista Bucareli 8 de El Universal de México, era la tercera versión de mi texto Los caminos de Rulfo, analicé los argumentos de López Mena sobre el proceso de edición de los Archivos de la UNESCO y comparé sus lagunas con los originales del CME.
MC.- Antes de “Bucareli 8”, publicaste dos versiones del reportaje: “Los caminos de Rulfo”, con algunas variantes y datos adicionales en las revistas “Proceso” (1991) y “Ensayo” (1997). ¿Reescribirás la versión definitiva ante los hallazgos de Pedro Páramo en 1954?
AT.- Me interesa investigar la historia de Juan Rulfo y Efrén Hernández, leer el epistolario entre ellos. Yo tenía la idea de que Efrén le había mostrado a Rulfo los libros de Knut Hamsun, pero Rulfo lo leía desde 1938: Hamsun era un autor muy leído en México y creo que fue una influencia para Juan Rulfo y Efrén Hernández. Me gustaría aterrizar la historia de esa amistad, en la década de 1980 escuché un mito: “Rulfo dejó de escribir porque al morir Efrén, en 1958, no tenía quién le revisara sus originales”.
MC.- En Venezuela, Rulfo dijo: “Dejé de escribir porque murió mi tío Celerino, quien me contaba las historias” (1974).
AT.- La variante del mito, según un amigo cercano de Efrén, era que Rulfo dejó de escribir después de la muerte de Efrén Hernández. Yo siento que Efrén fue un maestro para Rulfo, Efrén decía: “el estilo literario se adquiere a partir de la mezcla de las lecturas, la cultura literaria, el acercamiento a los clásicos, más el habla popular, lo que escuchas en la calle”, eso lo encuentro en ambos, el estilo de Rulfo viene de sus lecturas de la novela de la revolución y el habla de su tierra, todo eso fue fabricado hasta crear un estilo.
MC.- Los avances de “Pedro Páramo” fueron leídos en el Centro Mexicano de Escritores, tú citas a Rulfo: “Arreola, Chumacero, la señora Shedd y Xirau me decían: ‘Vas muy bien’, Miguel Guardia encontraba en el manuscrito sólo un montón de escenas deshilvanadas” (EFE, 1985). ¿Estas sesiones dieron origen a la leyenda de que “ayudaron” a Juan Rulfo a ordenar los capítulos?
AT.- Yo fui becario del CME, las sesiones de lectura eran los miércoles de 5 a 7 pm, te tocaba leer una vez al mes, se hacían comentarios generales, no creo que durante las sesiones se consiga una escritura colectiva, cada quien es responsable de lo que presentaba ante el CME. Rulfo cuenta que no le iba muy bien ante los becarios del CME, algunos no entendían la “estructura deshilvanada” de Pedro Páramo. Los supuestos “colaboradores” de Rulfo comenzaron por la versión de Juan José Arreola y Alí Chumacero. En corto Alí decía que había cambiado dos palabras a la novela de Rulfo, pero en las borracheras con Alí se escuchaba una historia más fabulosa, sobre la supuesta “corrección de estilo” aplicada al original de Pedro Páramo: no le gustó la estructura de la novela de Rulfo, como consta en la primera reseña de Alí publicada por la revista Universidad de México (1955). A los supuestos “coautores” de Pedro Páramo no los veo entre los becarios ni entre los asesores del CME. La versión de Arreola queda desmentida al revisar los originales de Pedro Páramo del FCE y del CME.
MC.- En el portal de “Laberinto”, corroboras lo que escribió Vicente Leñero: “En el libro ¿Te acuerdas de Rulfo, Juan José Arreola? (1987), dice Leñero que al salir los reporteros de la casa de Arreola entró al salón Nadia Piemonte acompañada por mí. Así fue: ellos salieron, nosotros entramos”. ¿Qué detalles recuerdas del día que visitaron a Arreola?
AT.- Junto a Daniel González Dueñas estábamos persiguiendo a Juan José Arreola para que nos hablara de Giovanni Papini, pensábamos hacer un libro con escritores que fueran especialistas, o que conocieran muy cercanamente a otro escritor. Papini entraba en la categoría y pensamos en la fórmula de que Arreola nos hablara de Papini, la única vez que logramos entrar al departamento de Arreola nos encontramos en el patio interno con Vicente Leñero, Armando Ponce, Federico Campbell y Juan Miranda; ellos salían de la entrevista colectiva para Proceso. También estaba el poeta Eduardo Lizalde –había ido a jugar una partida de ajedrez con Arreola-, y para colmo llegó Nadia Piemonte, nosotros buscábamos un momento adecuado para conversar con Arreola. Fue una coincidencia que todos visitamos a Arreola el mismo día, después leí el texto de Proceso y la obra de teatro de Leñero, la historia se quedó en mi memoria, por eso le pedí a la secretaria Martita que me fotocopiara el Archivo de Rulfo del CME.
MC.- En “Laberinto” describes a Juan José Arreola: “El maestro estaba agotado y algo ebrio”. El fotógrafo de Proceso retrató a Arreola con dos botellas de vino de mesa. En tu opinión, ¿las copas de vino desinhibieron a Juan José Arreola para contar con curiosa precisión sus “aportes” en Pedro Páramo?
AT.- La impresión que me dio fue que habían emborrachado a Arreola para “sacarle la sopa” (risas). En el texto de Leñero, sí mencionan que llevaron una botella de vino tinto a la entrevista; por otro lado, una botella no emborracha a nadie. No sé qué tanto afectó el vino tinto a la versión de Arreola sobre su “colaboración” en Pedro Páramo. En 1990 comencé a colaborar en la revista Proceso, coincidió que yo era becario del CME, los lunes nos reuníamos con Armando Ponce y Vicente Leñero, les dije: “voy a revisar el Archivo de Rulfo”, pero no recuerdo haber discutido con ellos su entrevista a Juan José Arreola de 1986, mi nota era una especie de aclaración sobre lo que había contado Arreola en Proceso (27/01/1986).
MC.- Arreola aseguró, en la citada entrevista, sobre la novela El gallo de oro: “Yo se lo dejé a Juan porque me encantó y Juan creo que no lo aprovechó. Yo nunca he leído El gallo de oro, para que vean nomás lo buenos amigos que somos”. ¿Por qué olvidamos la segunda mentira de Arreola?
AT.- A mí me intrigó el asunto de la supuesta “colaboración” de Arreola en Pedro Páramo. Después he trabajado la presencia de la escritora chilena María Luisa Bombal, a partir del cuento de Emmanuel Carballo: “leyendo la historia de la literatura latinoamericana, le había comentado a Juan Rulfo la existencia de un libro contado desde la muerte”. Leyendo La amortajada (1938), mi conclusión fue que sí hay una misma idea literaria con Pedro Páramo, la novela como prosemario (poemas en prosa), despojada de sus características narrativas y la escritura en fragmentos, veo cierta unidad en los dos libros, más allá del asunto de la muerte, algo recurrente en la época, ¿viste la película El ocaso de una vida?, el proyecto original del director Billy Wilder era una especie de reunión de muertos en la morgue que dialogaban entre ellos sobre dónde venían y qué les había pasado; esta versión de la película se estrenó -en 1950- para espectadores de prueba, pero causaba mucha risa la escena de los muertos hablando entre ellos, editaron la secuencia de la morgue, y al final el personaje principal cuenta en voz en off cómo murió. Siento que Pedro Páramo y La amortajada son novelas afines, por la prosa poética y la escritura desde el fragmento.
MC.- En 2015 conmemoramos los 60 años de “Pedro Páramo”, y en 2017 celebraremos el Centenario de Rulfo, ¿crees que se repetirá la leyenda de Arreola y su “coautoría” de Pedro Páramo y El gallo de oro?
AT.- Sí, la leyenda seguirá. Hace tres semanas alguien escribió en Facebook una “revelación” directa de que Alí Chumacero había reescrito Pedro Páramo, yo polemicé sobre el tema, les di los datos para desmentir la versión de Alí y Arreola, remití a mis amigos de Facebook al libro Pedro Páramo en 1954 (RM, 2014), le regalé el libro a mi mujer Mary Carmen Ambriz para que escribiera una reseña en Milenio, ¿conoces su nota, Rulfo y el mito de los coautores?
MC.- Leí la reseña en “Facebook”. Finalmente, ¿qué rescatarías de Rulfo en la víspera del centenario?
AT.- La escritura de Rulfo le pertenece enteramente a él. Pudo tener admiración por Efrén Hernández, seguramente dialogaron mucho sobre literatura, Efrén dice haber encontrado a Rulfo en alguna oficina y convencerlo de publicar lo que estaba destruyendo. Es importante destacar la influencia de Efrén sobre Rulfo, como maestro literario. Lo demás lo encuentro fantasioso, las versiones de Juan José Arreola y Alí Chumacero no tienen sustento. Leyendo a Rulfo te das cuenta que estudió la novela de la revolución mexicana, la novela cristera, también conoció la literatura inglesa y alemana, en la obra de Rulfo está toda la literatura concentrada, era un gran lector, por el libro Pedro Páramo en 1954 (RM, 2014) descubres que la escritura de Rulfo va avanzando entre los años mágicos de El Llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955), es una obra personalísima, que no pudo haberse escrito con esas supuestas colaboraciones colectivas.