Diciembre 5, 2024

Delincuencia en Chile: el mito de la puerta giratoria

Cada vez que ciudadanos “detienen” a un delincuente y/o las policías matan a alguno, se da un “debate” en redes sociales con alto (o puro) contenido emocional o, peligrosa y tristemente, al filo del fascismo. Se pide “mano dura” y fin de la “”puerta giratoria”, o sea, se solicitan únicamente medidas penales para un problema SOCIAL.

 

 

 

Pero, se puede ver lo erradas que están esas posturas. No por consideraciones “humanitarias” (que ya debería ser algo muy relevante en una sociedad democrática) o por defender los derechos de los “malos” en vez de los de la gente de bien; sino por razones netamente prácticas:

 

1. La cárcel es MUCHO menos efectiva en cuanto a evitar reincidencias que las medidas alternativas: según un estudio de 2011 de Paz Ciudadana y la Univ. A. Ibáñez: “los datos muestran una baja reincidencia en aquellos sujetos beneficiarios de la libertad condicional (23,5%) y de la ley de rebaja de condena (37,5%) frente al cumplimiento íntegro de la pena (57,4%)”. Medidas que son hoy subutilizadas por el sistema.1 Un país donde de hecho las penas ya son altas y se encarcela más personas por habitante que en cualquier otra nación latinoamericana: 318 por cada 100 mil.

 

2. NO existe la llamada “puerta giratoria”: un altísimo número de personas queda privada de libertad luego de su control de detención: según Sergio Muñoz, presidente de la Corte Suprema, sólo un 1% de las prisiones solicitadas ante tribunales son negadas; en 2014 de 230 mil prisiones preventivas pedidas se negaron 2.800.2 Y, más allá de los casos en que es evidente la necesidad de privación de libertad por su peligro para la sociedad, ya se sabe que la cárcel es echar la basura bajo la alfombra; y más todavía las cárceles con las condiciones de las chilenas… a la larga, un magro paliativo de un problema de fondo.

 

3. Obviamente, el delito tiene una arista penal, pero es un craso error IGNORAR su arista social: en una investigación realizada entre criminales encarcelados por Doris Cooper, se constató que su primer delito lo cometieron en su niñez por motivos relacionados a la pobreza: 47% antes de los 14 años y un 57% antes de los 15… llegando incluso a los 8 años como edad de inicio en la vida delictual.3 Lo que deja en evidencia las decisivas influencias socioeconómicas en el ámbito del delito y lo marginales que son las elecciones individuales “puras” a la hora de explicar y enfrentar las infracciones de ley.

 

Es evidente que el delito causa indignación entre la opinión pública no delincuente (aunque quien no haya nunca cometido un delito, del tipo que sea, que tire la primera piedra). Pero, en una sociedad democrática no debería haber duda de que la reflexión y las soluciones NO pueden provenir de la indignación. Menos cuando SE OCULTA una parte fundamental de la génesis y reproducción de la delincuencia. Es decir, los “incentivos” dados por un modelo que paradójicamente promueve con prodigalidad un “ambiente de expectativas crecientes de consumo y movilidad social”, al tiempo que se ha construido un sistema de “acceso decreciente a los recursos y oportunidades socioeconómicas”.4 Recordemos que en general, fuera de violaciones y/o asesinatos puntuales, el clamor público se refiere a delitos contra la propiedad.

 

Se sabe que la solución del crimen no es fácil, ni hay una única receta. No obstante, ya es un gran paso abandonar los mitos, el populismo y el reduccionismo a la hora de intentar comprender, y más aun solucionar, este complejo fenómeno sociocultural. Con mayor razón, se insiste, en una sociedad democrática… donde se supondría que ya nadie debería mirar a la represión “dura” como la solución única, justa y eficiente a mediano y largo plazo. Lo cual no tiene nada que ver con ser “amigo” de los “malos” y/o ignorar los problemas de los “buenos”.

 

Al analizar las causas socioeconómicas del delito, se hacen manifiestas las motivaciones de las élites para mantener la indignación popular y la mitología en los medios: el sistema que implantaron y apoyan es en un grado no menor causante y/o motivante de la delincuencia… de los pobres. Para nadie es un misterio que los delincuentes “vip” (sean personas naturales y/o jurídicas) no entran en el “debate” mediático, ni son “emplasticados” a un poste en la calle mientras se les insulta y golpea. Ni siquiera están a la mano, sus mansiones están muy lejos. En el caso de estos criminales habría que conformarse con rayar sus fotos con injurias en las páginas sociales, políticas y económicas de los diarios.

 

La ira popular y mediática, exclusiva y convenientemente, se expresa y dirige solo a los delincuentes pobres. Curiosamente, a aquellos que se creyeron el cuento de ser emprendedores y calculan sus posibles utilidades asumiendo riesgos para tener dinero a cualquier costo para consumir… Vistas así las cosas, uno podría preguntarse, ¿por qué queremos las penas del infierno para quienes representan al individuo neoliberal arquetípico?

3 Delincuencia común en Chile. LOM Ediciones 1994.

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