La matanza de los 8 periodistas y su guía en Uchuraccay, acaecida el 26 de enero de 1983, dio lugar a tres investigaciones a cargo de la Comisión Vargas Llosa, el Poder Judicial y la CVR, y todas carecieron de la exhaustividad que tiene la realizada por los periodistas Víctor y Jaime Tipe Sánchez, lo que explica que las conclusiones de esa tríada hayan sido objeto de duros cuestionamientos, que las han virtualmente invalidado.
Lo que no se puede decir de “Uchuraccay. El pueblo donde morían los que llegaban a pie”, el libro de Víctor y Jaime Tipe, donde prueban, no con dichos ni con presunciones, sino con una secuencia de hechos lógicos, testimonios de primera fuente y un documento contundente, como es un acta firmada por 123 comuneros en fecha anterior a la matanza, que los militares los instruyeron para matar a todos los que llegasen a pie a su aldea y ellos se comprometieron a cumplir a pie juntillas este compromiso.
Ahora se entiende porque los militares partidarios de practicar, en la época del llamado conflicto interno, la política de tierra arrasada, guardaron durante todo este tiempo ominoso silencio. Es comprensible que hayan actuado así, porque la conciencia los acusaba, aunque algunos de ellos reivindicaron esta metodología “made in USA”. Recuérdese la prédica del general Luis Cisneros Vizquerra, de no importa el número de muertos si solo uno de ellos es un terrorista.
Este fresco, hablando pictóricamente, de los hermanos Tipe, narra con fuerza convincente el clima de guerra que se vivía en el pueblo de Uchuraccay a causa de las incursiones senderistas y las muchas víctimas en sus filas, ellos el presidente de su comunidad, frente a lo cual ellos resolvieron guerrear a los senderistas.
En la localidad vecina de Huaychao, los comuneros dieron muerte siete jóvenes senderistas y a otros seis en el mismo Uchuraccay y era previsible que ellos esperasen la llegada de los senderistas para vengar a sus caídos.
Pero no llegaron los senderistas, sino en fatal coincidencia llegaron los periodistas, a pie, a investigar las muertes que se habían producido los días anteriores. Los instigadores militares, fieles seguidores de la máxima militar de “hacer la guerra con manos de otros”, les habían instruido “maten a los que lleguen a pie” y daban por descontado que los comuneros, utilizados como carne de cañón en el repudiable conflicto interno, harían el trabajo que técnicamente debían realizar ellos.
Desclasificación
Pero, Víctor y Jaime Tipe no solo se quedan en la constatación de la responsabilidad de los militares instigadores de la matanza, van más allá al proponer una reconciliación, que sería posible de alcanzar si las instituciones militares desclasifican los documentos secretos de las acciones militares en Huanta en la época del terrorismo y en un acto de mea culpa histórica, revelan la identidad de los que mal actuaron, de los que embaldonaron el uniforme y desarrollaron una repudiable guerra sucia contra peruanos inocentes.
La investigación de los hermanos Tipe ha ido más lejos, ha derrumbado lo que era casi un mito, la participación de los militares instigadores entre la muchedumbre de comuneros que dieron muerte a los ocho periodistas y su guía, no porque se hubieran impuesto llegar a esa conclusión, sino porque la dinámica de la investigación los llevó a esta sorprendente verdad, al descubrir que este señalamiento había sido hecha solo por una persona, Juana Lidia Argumedo, sobre quién pesa la grave acusación de haber integrado las columnas senderistas que asolaron Uchuraccay. Esta persona habría sido parte interesada en desviar la verdad y lo consiguió por espacio de 32 años.
Héroes olvidados
Decir que no hubo militares entre los masacradores no libera a los uniformados de la responsabilidad criminal, pues en la balanza de los hechos son doblemente responsables, porque utilizaron a pobladores inocentes para consumar crímenes, peor aún los convirtieron en carne de cañón en los combates contra la insurrección senderista.
Los comuneros, el pueblo campesino andino, supo sobreponerse a estos maniqueísmos y organizado en comités de autodefensa, fueron los que libraron al país del terrorismo, pero no se les ha hecho justicia, son los héroes olvidados.
Finalmente, un hecho elogiable, los hermanos Tipe admiten que su investigación no cierra el caso, sino más bien lo reabre para de una vez por todas llegar a la verdad, a la verdadera verdad, valga la redundancia.