Diciembre 13, 2024

La derecha y los manotazos del ahogado

Capítulo VI de “Pitucos con plata”

Más del 80% de los chilenos, según una de las últimas encuestas de opinión, cree en la culpabilidad de los dirigentes y parlamentarios de la UDI – incluyendo a los concertacionistas Andrés Velasco (más le valiera para sus intereses personales seguir en Estados Unidos en su prestigiosa universidad) y Alberto Undurraga (que debiera renunciar a su cargo en el gabinete actual). Ya no cabe duda de que muchos políticos, sobre todo de la derecha, son marionetas de los grandes holdings económicos, es decir, que no tienen ninguna independencia para tomar decisiones que favorezcan al pueblo en general en el Congreso, lo cual explica que las instituciones estén tan desprestigiadas ante la ciudadanía.

 

 

La colusión entre la política y los negocios no es nuevo en Chile: en la república oligárquica, (1891-1925), el Presidente Juan Luis Sanfuentes era un especulador bursátil; Germán Riesco, también Presidente, intentó salvar de la ruina a un banco, del cual era accionista, pidiendo la intercesión de su sucesor, Pedro Montt, para acudiera en su auxilio. Los parlamentarios, en su mayoría, oficiaban como abogados de las compañías salitreras, a las cuales defendían con gran fidelidad, en el Congreso. El ministro del Interior de Pedro Montt, Rafael Sotomayor – dio la orden de la Matanza de Santa María de Iquique – defendía los intereses de un gran dueño de explotaciones salitreras, de las cuales era su heredero. José Pedro Alessandri Palma era jefe del sindicato de Obras Públicas y, como tal, ganaban todas las concesiones públicas, incluido el ferrocarril de Arica-La Paz.

Si yo fuera guía turístico y tuviera que explicar a un grupo de nuestras castas políticas, comenzaría por la Plaza de la Constitución, donde las estatuas de Diego Portales y Arturo Alessandri, el primero, un mercader que se atrevió a promover una guerra civil para salvar sus negocios y, el segundo, fue el jefe de la “execrable camarilla”, foco de corrupción en el Chile de los años 20.

El traer al recuerdo este pasado, en que se daba la mezcla entre política y negocios, no persigue el famoso “empate”, aun cuando la historia de Chile plutocrático sea sólo eso, por cierto el PentaGate-UDI es mucho más grave que cualquiera de los precedentes históricos, pues nada menos que está destruyendo al heredero natural de la dictadura fascista y la hija predilecta de Jaime Guzmán Errázuriz – personaje que representa la mezcla entre el cooperativismo católico franquista y el más radical de los neoliberalismos, que ha sumido a este pueblo en la desigualdad y el clasismo.

Remontándonos nuevamente a la historia, el empate político fue la clave de la mantención de la república plutocrática: Federico Errázuriz, por ejemplo, empató con Vicente Reyes en las elecciones presidenciales, y sólo pudo ganar gracias a la compra de dos electores y al voto, en el Congreso, de sus familiares. En el actual Chile timocrático, desde 1990 hasta hoy, ocurre exactamente lo mismo: un empate permanente entre Concertación y Alianza – la UDI no hubiera podido constituirse en el primer partido político chileno si no hubiera sido por la traición de la Concertación y por el sistema binominal -.

Pienso que Chile, como muchos países de América Latina, puede funcionar a cabalidad sin una derecha en el sentido clásico – como ocurre en Argentina, Brasil…- lo que no obsta a que otras fuerzas políticas adopten esta función que, en el caso chileno, podría ser un sector de la Democracia Cristiana, Fuerza Pública y ¿por qué no? Amplitud, Evópoli y otros.

El senador Andrés Allamand lo hemos visto, desde hace un buen tiempo, bastante despistado: ahora se le acaba de ocurrir la genial idea de fundar un partido único de la derecha – no tiene nada de original, pues sería una imitación del Partido Nacional, fundado a raíz del derrumbe de los partidos Liberal y Conservador – el problema surge en el mismo seno de la UDI que, aun cuando esté por los suelos, no parece muy dispuesta a las “malas juntas” con los RN, a los cuales siempre los mantenían a raya, como lo hacen los patrones con sus sirvientes. A mi modo de ver, son los aleteos del ahogado ante la muerte segura.

Rafael Luis Gumucio Rivas

20/01/2015

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