Como suele ocurrir cuando los mass media se obsesionan con una contingencia, machacan la noticia hasta extraerle todo el tuétano, dejándonos con la sensación de hartazgo.
Así ha sucedido con el caso Penta: llevan demasiados días hablándonos de unos tales Carlos- y enfatizan los apellidos como si fuéramos incapaces de retener la información; lisa y llanamente, nos juzgan retardados-; de un mentado Hugo- que no es hermano de Luis y Paco- que pasó de ser el hombre de confianza de los anteriores controladores de este holding, a un proscrito; y de una cantidad de políticos, que sospecho son muchos más de los que han sido llamados a declarar, o han debido ofrecer disculpas- como si ello fuera suficiente-, y que pertenecen a una tienda, la Udi, que suena casi como Uci o Uti; y de un cáfila de sus connotados militantes; a saber: Iván, Ena, Ernesto, Jovino, Carlos, Pablo, etc.- que no es descendiente del gran músico germano-; y, de un tal líder que pensaba acabar con las malas prácticas, que cobró por una charla-almuerzo una cifra astronómica- según él, acorde a sus “ pergaminos”-, y un ministro de gobierno, de filiación cristiana, que parece descendiente privilegiado del bando de los mercaderes que fueron azotados por Jesús, ya que la porquería también lo han ensuciado.
No digo que la corrupción sea monopolio o patrimonio de un sector político en específico; pero en este caso particular la olla no se destapó, estalló en la cara de ellos y ellas, amén de muchas otras personas más, que no he sacado a colación por el hastío que me produce esta saturación; y sobre todo por la certeza de que ninguno de los puestos en el banquillo de los acusados o sometidos al escrutinio público, irá a dar con sus hueso en chirona, en la cárcel. De hecho, ni siquiera es posible aplicarles, a quienes están en el senado, o en la cámara de diputados, alguna medida que los deje fuera de circulación, que les impida cobrar sus modestos sueldos; por un tiempo, por lo menos, hasta que se demuestre su culpabilidad o inocencia; por lo cual me declaro asqueado- el devenir de la política chilena, me ha tornado suspicaz y escéptico-.
En este reino al sur del mundo, las palabras se invierten y la realidad está de cabeza.
Si bien he reconocido la presunción de inocencia, más allá de mis prejuicios y resquemores, al menos debieran inhabilitarse cada vez que se votase alguna ley, con alcances e implicancias en conexión con los financistas de sus campañas; pero, al contrario, continúan sumidos en el lodazal del poder: siguen participando en las diversas comisiones, y son quienes han de elaborar las leyes que nos rigen; y los llamados a fiscalizar, respectivamente, entre otras de sus magnas labores, que un ciudadano anónimo supone cumplen con la conciencia no atada a ningún interés ni como paniaguados o “palos blancos” de algún conglomerado económico, vinculado a alguna área sensible como la salud, la educación, la pesca, la minería, etc.
Les aseguro, a la luz de lo que ha acaecido a lo largo del tiempo, desde el regreso a la “democracia”, con los delincuentes de cuellos y corbata, con los diversos casos de corrupción de la concertación que: Ellos y ellas, no irán donde cualquier mortal va cuando comete un delito, primero porque su legalidad los ampara y protege; a los sumo, puede ser considerado un “error involuntario”. Porque se cobijan bajo una constitución espuria, y una arquitectura deforme, que es la herencia de la dictadura.
Sin duda, se mofan de la ignorante ciudadanía, descarnadamente, ya que saben que pertenecen a una condición intocable e inamovible, pues la gente es impotente para tomar conciencia y oponerse al curso de la historia, para forzar a propiciar la refundación que Chile requiere, y que comporta como condición sine qua non una nueva carta fundamental, para efectos del advenimiento de un nuevo orden, no el statu quo definido por la dictadura, reacomodado por y para la concertación, con el paréntesis del presidente payaso millonario, y con la glorificación de la nueva mayoría; hasta llegar a la juventud que nos hizo alucinar con su compromiso con las vociferadas “trasformaciones estructurales”, con machaconería y pertinacia, y que, en sentido contrario, hoy gozan de un silla curul, donde pueden ubicar sus tersas y lozanas posaderas, por cierto, que duda cabe, convenientemente remuneradas.
Mientras tanto los mass media oficiales, tienden esta cortina de humo, tal como lo hace cuando Chile participa en un mundial, o en cualquier otro evento masivo, o respecto de alguna noticia que sirva para encubrir la realidad y la verdad, no lo que las corporaciones definen a priori que es lo que debe ser informado; para que la gente olvide su miseria, su padecimiento, sus sueldos paupérrimos.
Cabe graficar la “guerra de clases post-moderna”, la antítesis irreductible: por un lado, la absoluta inamovilidad de los militantes de las diversas cofradías, logias, órdenes, mafias, gremios, confederaciones y federaciones versus la crudeza de la cotidianidad que afecta al pueblo, alienado, embrutecido, con su conciencia violada a diario; y, por supuesto, satisfactoriamente encadenado el cuerpo con grilletes intangibles, con la siguiente reflexión: Velasco cobró 20 millones por un almuerzo; y si bien no se puede comparar a un tecnócrata con ordinarios obreros y campesinos, me pregunto cuántas jornadas de esclavitud se requieren para agenciar la pingue cifra que sufragaron a este gurú.
Pues bien, zumba y agrede la pregunta fundacional de este escrito: ¿Alguno de ellos, alguna de ellas irán a prisión?