Una de las razones que esgrime la derecha para rechazar la reforma educacional, presentada por el gobierno de Michelle Bachelet, es que a los padres les será suprimido el derecho de elegir en qué colegio matricular a sus hijos. Es decir, para ellos acabar con el lucro, la selección (léase segregación de clases) y garantizar la gratuidad en la educación significa atentar contra la libertad de elección. A esto agregan majaderamente que no se garantiza la calidad de la educación. Llama la atención que al hablar de calidad la derecha jamás ha mencionado nada acerca de los contenidos de la educación. Los contenidos están directamente relacionados con la calidad y con la libertad de elección. Si en el ramo de filosofía, por ejemplo, se enseña los Diálogos de Platón y no Obras de Epicuro o De rerum natura de Lucrecio, en la misma proporción, se está coartando al alumno la libertad de elección entre dos doctrinas filosóficas. Para el caso, vale decir que tampoco la Nueva Mayoría se ha referido a los contenidos de la educación y las reformas que plantea el gobierno son nada más que un maquillaje, que deja incólume la columna estructural de la educación chilena. En ese sentido los alegatos de la derecha se deben a que poseen un ánimo inquisidor que rechaza hasta el más mínimo cambio en las relaciones sociales y de clase.
El discurso de la derecha sobre la libertad de elección es un discurso cínico y ruin, jamás reflejado en la práctica. Es la máxima expresión de hipocresía de un sector político ligado desde siempre a la opresión. Los hechos históricos así lo demuestran. Actualmente, mientras la derecha habla de libertad de elección se oponen a que los trabajadores puedan desafiliarse de las AFP y optar por el IPS estatal. Se oponen a que se curse ateísmo en los colegios en la misma medida que se enseña religión ¿En qué quedó la libertad de elección? ¿Dónde está asegurada la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos si se sesgan los contenidos?
Dicho lo anterior, y revisando otros temas, también es legítimo preguntarse ¿Acaso prohibir la eutanasia y el aborto no es atentar contra la libertad de elección de los chilenos? ¿Condenar la convivencia homosexual o lésbica no es una práctica atentatoria contra el legítimo derecho de un sector de la sociedad? Ni hablar del divorcio, rotunda expresión de la hipocresía de la derecha y de la Iglesia, que además se oponen a la mayor libertad de elección a la que tiene derecho todo pueblo: garantizase una Constitución y legislación democrática nacida de una asamblea constituyente y utilizar el plebiscito para resolver las diferencias en todos los temas que le competen a la sociedad. Las leyes relacionadas con las libertades personales de los ciudadanos o cuestiones éticas no deben existir como imposición, sino como herramientas que cada cual elegirá usarlas o no de acuerdo a su conciencia y creencias. Eso es verdadera libertad de elección.