Diciembre 8, 2024

Leopoldo Brizuela: “Soy el choque entre María Elena Walsh y lo que me había formado antes”

Guadalajara.- En entrevista con Clarín.cl Leopoldo Brizuela (1963), escritor, traductor y periodista argentino, recuerda su amistad con María Elena Walsh y Sara Facio: “Era plena dictadura, en su casa caían amigos de ellas, conocí a mucha gente. Fue una especie de universidad para mí; además María Elena tenía una vida muy rica y una intelectualidad sui géneris, ella podía ser amiga de Pablo Neruda y de Juan Ramón Jiménez, y por otro lado había cantado en cabarets, y por otro lado había cantado para niños, y por otro lado tenía una visión política. María Elena te ‘linkeaba’ a zonas muy distintas de la cultura y de la vida, todo lo que me formó lo aprendí de María Elena: el feminismo, ella fue una de la primeras en la lucha de género en la Argentina, y siempre me recomendaba lecturas, y me dio la apertura al folklore, yo soy el choque entre María Elena y lo que me había formado antes”. En la actualidad, Brizuela coordina talleres de escritura creativa.

 

 

Autor de: Tejiendo agua (1985), Cantoras, reportajes a Gerónima Sequeida y Leda Valladares (1987), Cantar la vida, conversaciones con las cantantes Mercedes Sosa, Aimé Paine, Teresa Parodi, Leda Valladares y Gerónima Sequeida (1992), Fado (1995), Inglaterra. Una fábula (Premio Clarín, 1999), El placer de la cautiva (2001), Los que llegamos más lejos (2002), Lisboa. Un melodrama (2010) y Una misma noche (Premio Alfaguara, 2012).

 

Invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Leopoldo Brizuela describe la diferencia con la edición anterior de la FIL: “Dos años después, me encuentro en Guadalajara con las consignas que se tomaron de las Madres de Plaza de Mayo: ‘¡Aparición con vida y castigo a los culpables!, ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!’, es una cosa muy alucinante, sólo en dos años se repite el horror de una manera absolutamente impensada y de una manera absolutamente terrible para mí. Las desapariciones de la dictadura podían llevarse a cabo porque eran discretas, porque se guardó el secreto hasta hace poco; ahora sale la noticia hasta en la televisión mexicana, eso me parece un grado de horror distinto y casi te diría sorprendente, estoy muy impresionado”.

 

MC.- Leopoldo, eres un visitante asiduo de la FIL, ¿qué significa para un escritor argentino la cita con los lectores mexicanos?

LB.- Es mi tercera FIL, la primera vez fue por el Premio Alfaguara (2012), la segunda fui invitado por la comitiva argentina y ahora con la oportunidad del protagonismo de Argentina. Habría que darle la bienvenida a la FIL cada año, no sé si la gente más joven tiene idea, pero hace nada más de 15 años –cuando yo comencé a viajar-, conocer a los escritores latinoamericanos era muy difícil y había poco intercambio entre nosotros. Creo que la FIL viene a ayudar a un progreso entre la comunicación entre nosotros y al enriquecimiento de toda la literatura, yo vivo con mucha pasión lo que se hace en la FIL –las actividades que están muy bien pensadas-, me interesan los stands para llevarme libros de acá.

 

MC.- La FIL 2014 se desarrolló en el contexto de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; México está sufriendo una crisis humanitaria. Tu narrativa está vinculada a la denuncia de las violaciones de los derechos humanos. ¿Percibes la diferencia entre la FIL 2013 y la FIL 2014?

LB.- Es una cosa impresionante, cuando viajé a presentar la novela Una misma noche –hace un par de años-, en México pasaba una cosa muy diferente que en el resto de Latinoamérica, mi novela trabaja con dos planos: la inseguridad de la actualidad y la dictadura argentina. En el resto de Latinoamérica lo que más tocaba de la novela era la parte de la dictadura, era muy interesante la comunicación en Chile, en Uruguay, en Perú y por supuesto en la Argentina. Pero en México el gran tema era la inseguridad, los lectores se engancharon con lo que le pasa al protagonista “Leonardo Bazán” en el año 2010. Y ahora, dos años después, me encuentro en Guadalajara con las consignas que se tomaron de las Madres de Plaza de Mayo: “¡Aparición con vida y castigo a los culpables!, ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, es una cosa muy alucinante, sólo en dos años se repite el horror de una manera absolutamente impensada y de una manera absolutamente terrible para mí. Las desapariciones de la dictadura podían llevarse a cabo porque eran discretas, porque se guardó el secreto hasta hace poco; ahora sale la noticia hasta en la televisión mexicana, eso me parece un grado de horror distinto y casi te diría sorprendente, estoy muy impresionado.

 

MC.- ¿Qué experiencias podríamos retomar en México del “Nunca más” de Argentina?

LB.- No sabría, soy muy prudente. Uno hubiera querido que las experiencias argentinas no hicieran falta en ningún lado, dentro del horror da cierta fuerza pensar que la lucha por los derechos humanos sigue en otro lado.

 

MC.- ¿Cuándo comenzó tu generación a explorar la memoria histórica en la narrativa?

LB.- No hablaría de generación, somos personas muy distintas. Pero debe haber comenzado muy pronto, por lo menos antes de la restauración de la democracia, pero es un trabajo que durará por generaciones. Creo que mi postura es asumir que la memoria histórica no se acabará ni con nuestra vida, ni con una o dos generaciones. Lo que pasó con el holocausto, por ejemplo, cada vez se van buscando otras explicaciones y aparecen hechos escondidos. En Argentina gracias a los juicios se está planteando cómo nos comportamos como sociedad y las huellas que dejó en nosotros el horror y eso es un proceso que se va dando lentamente.

 

MC.- ¿Con la novela “Una misma noche” cierras el capítulo de la dictadura en tu narrativa?

LB.- No es la dictadura, es mi juventud. Cada vez que veo mi juventud aparece eso, cada vez que vea en mi memoria la dictadura va a estar, no es una elección, es la época en la que me formé, es una vivencia. Esta novela cerró una manera de sentir, pero abrió otra que en algún momento volveré, todo el tiempo se me ocurren argumentos.

MC.- ¿Lees a los escritores argentinos que abordan la dictadura con memoria y elementos de ficción?

LB.- No especialmente, estoy muy atento al tema, tengo muchos amigos que escriben sobre la dictadura, me conmueve y me interpela su posición frente a la memoria. Cuando pasan cosas tan terribles, todo mundo quiere cerrar de cualquier manera, a través de un indulto, o a través de lograr una victoria inexistente, todo mundo quiere cerrarse, para no trabajar esa permanencia del horror, pero tenemos la necesidad de trabajar todo el tiempo la memoria, no vivir en el pasado, trabajar la memoria como ancla del presente, para que el presente cambie.

 

MC.- ¿Investigas los expedientes en los juzgados o los informes de derechos humanos para darle contexto a tu narrativa?

LB.- No, no estoy en la academia, y no creo que me sirva hacer una investigación de expedientes. Por supuesto hablo con la gente, y veo la reacción de la gente, por ejemplo, durante la charla de la abuela Estela de Carlotto ante la comitiva de Argentina. En mi novela aparecen imágenes, la dictadura está profundamente implicada en la historia del país, y en las vidas personales posibilita que surjan cosas que están todo el tiempo, pero que sólo se ven ahí, en situaciones de guerra o en dictadura salen actitudes que están latentes y que son fruto de la sociedad.

 

MC.- ¿Llevas una bitácora con tus observaciones ante las reacciones de las personas?

LB.- Escribo mi diario, pero no de una manera programática, escribo lo que me impacta, son anécdotas o encuentros con personas, no paisajes ni pensamientos.

 

MC.- ¿Y en qué novela estás trabajando?

LB.- Estoy trabajando en una época anterior a mi nacimiento, levemente anterior -8 años antes-, en 1955, el lector nunca se enterará que son personajes de mi familia, me divierte mucho inventar situaciones, imaginar cómo habrían reaccionado mi madre, mi abuela y mis primos. La memoria los rescata de una manera muy vívida y eso me emociona, sobre todo rescato el lenguaje, se acuerdan de palabras de esa época que yo ni me acordaba que se decían. Mi idea primigenia era explorar la dimensión del odio entre dos facciones de la sociedad, con la sospecha de que el odio no comenzó en 1955, ni en 1945, ni siquiera en 1935, sino que proviene de la conquista española, me parece, lo veía en mi familia, ahora estoy escribiendo hacia otro lado, como suele pasar en las novelas que se van para otro lado.

 

MC.- Así como imaginas a tu familia, parafraseando al poeta Juan Gelman: “País que fue será”, ¿con qué frecuencia imaginas a otra Argentina?

LB.- Todo el tiempo, es la función de la ficción. La ficción tiene la posibilidad de mostrar lo que pudo haber pasado, cuando publiqué la novela Una misma noche (2012) que tiene tantas cosas verdaderas, mucha gente me decía: “ahora que está de moda, ¿por qué no escribes una crónica?”, y no, la ficción tiene para aportarle algo a la realidad que es la noción de lo que pudo haber sido, la novela se convierte en una experiencia nueva para el lector que modifica su realidad o que le abre puertas en su cabeza.

 

MC.- ¿Al momento de escribir te cambia el semblante?

LB.- No, cuando escribo siempre estoy feliz, a pesar de la que mi novela anterior era muy trágica fue una enorme felicidad escribirla, sentí un alivio, parece raro, pero es la felicidad de estar diciendo algo que vos sentís necesario, y que ya no sos un escritor que se está expresando, sino una especie de antena que recoge algo que tenía que ser transmitido desde algún lugar, como la radio.

 

MC.- Por una foto en Facebook, me di cuenta que compartimos la amistad de la fotógrafa Sara Facio, ¿cómo entraron en tu vida las imágenes y la amistad de Sara Facio?

LB.- Sara era la pareja de mi maestra María Elena Walsh (1930-2011). Conocí a Sara cuando yo tenía 15 años, desde 1978, por supuesto sabía que era una gran fotógrafa, nos unimos muchísimo después de la muerte de María Elena. Yo tuve la dicha triste de poder retribuirle de alguna manera todo lo que María Elena me había dado ayudándola en algunos libros. Sara me influye como pensadora, por sus actitudes revulsivas, me llevo muy bien con esa generación, mucho mejor que con la generación que viene después, digamos que mis mejores amigos tienen 75, 80, 90 años, o la generación que tiene treinta y tantos –como Andrés Neuman-, esos son mis dos puntos de referencia y los voy ensamblando.

 

MC.- Cuando dices que María Elena Walsh fue tu maestra, ¿te refieres a talleres literarios?

LB.- No, la vi una vez en televisión, por supuesto conocía sus canciones, en la entrevista que transmitía la televisión escuché que María Elena había escrito su primer libro entre los 14 y los 17 años. Entonces dije: “ah, no estoy tan loco al escribir a esta edad” (risas), le envié un cuento y María Elena me invitó a su casa, a partir de ahí la visité con frecuencia.

 

MC.- ¿No había otros jóvenes escritores en casa de Sara y María Elena?

LB.- No, era plena dictadura, en su casa caían amigos de ellas, conocí a mucha gente. Fue una especie de universidad para mí; además María Elena tenía una vida muy rica y una intelectualidad sui géneris, ella podía ser amiga de Pablo Neruda y de Juan Ramón Jiménez, y por otro lado había cantado en cabarets, y por otro lado había cantado para niños, y por otro lado tenía una visión política. María Elena te “linkeaba” a zonas muy distintas de la cultura y de la vida, todo lo que me formó lo aprendí de María Elena: el feminismo, ella fue una de la primeras en la lucha de género en la Argentina, y siempre me recomendaba lecturas, y me dio la apertura al folklore, yo soy el choque entre María Elena y lo que me había formado antes.

 

MC.- ¿Alcanzaste a publicar tu primera ficción en la adolescencia?

LB.- Sí, publiqué mi primera novela a los 17 años.

 

MC.- ¿Volviste a leer tu primera novela?

LB.- No, jamás. No leí la novela anterior Una misma noche (2012), imagínate leer la novela que escribí a los 17 años (risas). Si no me gusta me deprimo, pero si me gusta diré: “nunca más volveré a escribir tan bien”, así es la locura (risas).

 

MC.- Gracias Leopoldo, ¿dónde podemos escribirte?

LB.- Gracias a vos, podés escribirme en la página de Facebook: “Leopoldo Brizuela”.

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