Diciembre 10, 2024

Dejemos de buscar el cuesco de la breva

En las reformas tributaria y educacional pareciera que el gobierno está buscando el cuesco de la breva: no logra explicar claramente a ese 60% de chilenos que no creen en la política, menos en los políticos, ni mucho menos en las instituciones del Estado, y sólo creen, a medias, en pacos y milicos. ¡Vaya el país paradojal!

 

 

Vayamos al grano: pocos creen que la reforma tributaria, transada en las sesiones de té – hubiese sido más entretenido que lo hubiera hecho en un fumadero de opio – vaya a hacer pagar a los ricos tributos que, hasta ahora, nunca han solventado, por ejemplo, el añorado fin del FUT que terminó en un “futito”. En el fondo, como bien lo dicen los encuestados por el CEP, en vez de disminuir la desigualdad la ha aumentado.

 

Se sabe que los déspotas ilustrados son tercos y soberbios. Marco Enríquez-Ominami les advirtió, en todos los tonos, que los tres puntos del PIB que se quería recolectar no alcanzaba, ni siquiera, para cubrir los costos de la reforma educación, y si se agregaba los gastos de salud y pensiones sería necesario recaudar, como mínimo, el doble, es decir, seis puntos del PIB.

 

Es evidente que la carga impositiva debiera caer en la gran minería y, en especial, en el sector financiero, entidades verdaderas dueñas del PGB nacional. Estadísticamente, las grandes empresas acumulan el 90% del producto geográfico bruto, en consecuencia, si no les exigen el justo pago impositivo, es ilusorio recaudar vía impuestos los recursos que se requieren para realizar las reformas. Agreguemos un crecimiento menor, que este año será 1,9% del IMACEC – varios puntos menos que el año anterior – por lo tanto, cualquiera lo sabe, el gobierno percibirá menor recaudación.

A las clases medias y bajas, que muchos de ellos apoyaban al actual gobierno, lo que día a día le suben es la “fumata” y la “tomata” y para colmo, “la bilz y pap”, que forma parte del “carrete” semanal. Es cierto que a través de estos impuestos el Estado, como un padre protector, vela por la salud de la gente, pero ocurre que en Chile muy pocos quieren llegar a viejos, pues la sociedad lo va a tratar a la manera de un burro inservible, que junto a la trilogía viejo, pobre y solo, no tiene otra solución que suicidarse – como lo hizo Joaquín Edwards Bello – o resignarse a ser escupido y humillado mientras avanza su miserable existencia.

En la reforma educacional se da la típica duplicidad de la mentalidad ilustrada: por un lado, hermosos ideales, grandes utopías, muchos sueños, que contrasta con una notoria incapacidad para encantar y convencer a la ciudadanía que el camino a seguir es el trazado por el gobierno. Nunca en nuestra historia se ha visto tanta incapacidad para acumular fuerzas sociales, que puedan conducir a la movilización por el cambio y, como no los creemos mal intencionados, concedámosle que es simplemente incapacidad o soberbia de tecnócratas.

 

 

Si analizamos la historia de Chile, en el campo del reformismo, resalta a la vista la reforma agraria, impulsada por Eduardo Frei Montalva que, aun con sus limitaciones e imperfecciones, fue capaz de movilizar un alto espectro social, un fuerte movimiento campesino y el apoyo de la izquierda. No se podría explicar ni el Mapu, ni la Izquierda Cristiana, origen de muchos de los dirigentes socialistas y del PPD; por el contrario, las actuales reformas, en vez de convocar a un poderoso apoyo social, lo inmovilizan disparando a sus pies el propio gobierno.

De tanto buscarle el cuesco a la breva, el gobierno no ha logrado captar verdades tan evidentes como que el pueblo no puede vivir un minuto más con los hospitales que tenemos, que cualquier gobierno, con un mínimo de sensibilidad social y sentido del bien común, invertiría miles de millones de dólares en una salud de calidad; si hay escasez de especialistas chilenos, los invitaría de cualquier parte de América. No se diga que no hay dinero, pues si bien no puede ingresarse a Chile los 20 mil millones de dólares invertidos en el extranjero – devaluarían aún más el peso provocando una catastrófica inflación – pero sí se puede hacer a la inversa: emitir bonos por una suma de cinco mil millones de dólares que seguramente tendrían el efecto contrario – podría equivocarme, pues sé poco de esta especie de gasfitería que es la economía, cuyo único maestro es el famoso “Faúndez”, tan amado por Eugenio Tironi -.

Rafael Luis Gumucio Rivas

09/12/2012

 

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