Diciembre 7, 2024

El cerro isla Chena debe conservar la memoria del terror político

Profusamente se ha informado que la Intendencia Metropolitana  dio cuenta de la votación del concurso de Cerros Isla, resultando ganador el Cerro Chena de San Bernardo.

 

Y como siempre sucede nos hemos llenado de comentarios respecto de lo que será el cerro luego de esta importante inyección de recursos, conociéndose por ejemplo la  opinión de uno de los jurados, experto en diseño urbano, don Pablo Alard, quien dijo que el proyecto pretende “la preservación de ciertas zonas de alto valor ecológico y también cultural. Hay unos pucarás históricos ahí, de pueblos pre-hispánicos.

 

 

Todo eso y mucho más es cierto y como sanbernardino lo celebro. 

 

Sin embargo hay una omisión que no puede pasar inadvertida y aunque se dirá que con lo que expongo me resisto a dejar el pasado en paz, puedo asegurar que si no se da cuenta a la ciudadanía de que el Cerro Chena tiene un pasado oscuro que no se ha develado en su totalidad, cualquier instalación no será todo lo justa que debe ser.

 

Hay que preservar lugares en los que cientos de compatriotas sufrieron. Justamente para que, así como el pucará, se conozca lo que allí se vivió.

 

Por años han pasado maquinas y quitado la mayoría de los vestigios de la tenebrosa casa blanca, visible desde cualquier lugar de la pista de moto cross, lugar de esparcimiento cuando el pueblo entero se volcaba a la celebración del “dieciocho chico”.

 

Sin embargo soy uno de los que podría ayudar a reconstruir ese lugar, o al menos elaborar la maqueta del mismo, porque que está en mi mente, la de un muchacho de 17 años que supo en 1973 de la detención arbitraria y la tortura. Que conoció lugares del Cerro Chena que no pueden desaparecer.

Es el mínimo homenaje que se puede brindar a los 11 ferroviarios de la Maestranza Central, a los campesinos de Paine que aparecieron años después en Cuesta Chada.

 

Yo lo hago desde estas líneas pues tuve el honor, el orgullo de compartir con ellos en ese lugar de detención y hasta poco antes de su muerte dolorosa.

 

 

Del libro, CERRO CHENA, TESTIMONIO, UN CAMPO DE PRISIONEROS.

 

“El Cerro Chena, nuestro cerro para los sanbernardinos, no siempre estuvo asociado al terror y la muerte.

A él íbamos con Emilio, Pachicho, Rucio jorge, Chito y otros a buscar sapolio en sacos que conseguíamos en la feria, sapolio que empaquetábamos para venderlo casa por casa.

Con algunos años mas, cuando entraba la noche nos distribuíamos entre sus lomas para aprender a hacer señales de morse, aperados de una vela y un tarro de leche Nido o de Milo de ½ kilo.

Luego de correr y jugar entre las piedras la tierra y la maleza, generaciones de chiquillos y adolescentes enfriaron sus transpirados cuerpos en el tranque que está a la entrada.

Desde que García de la Huerta regaló el cerro a los militares ya nunca fue el mismo. Al principio solo asustaba ver a algún soldado haciendo guardia, era cosa de burlarlo y nos la empinábamos cerro arriba.

Después, disparaban al aire asustando a los pájaros y alejando a los muchachos intrusos, aquellos que querían recuperar el cerro para sus juegos. 

Nuestra comuna, nuestro San Bernardo era la muestra más viva de la convivencia entre militares y civiles.

Contingentes de importantes instalaciones del Ejercito y la Fuerza Aérea, calificados obreros y técnicos de una de las maestranzas mas grandes de América Latina y miles de trabajadores que viajaban día a día a Santiago, compartían actividades deportivas y recreativas cada fin de semana.

Las madres no hacían distingo entre sus hijos al participar en las labores escolares. Los niños compartían los cursos y  un patio común para sus juegos.

En San Bernardo teníamos nuestra propia parada militar el 18 de Septiembre, el tambor mayor de la Escuela de Infantería encabezaba la parada al día siguiente en el Parque O’Higgins.

Toda la civilidad desfilaba, saludando las glorias del Ejercito.

 

Las razones de porque destruyeron todo esto los militares, se seguirán buscando por mucho tiempo mas. Yo he intentado expresar mi visión sobre lo sucedido. 

Nadie sabe cuando cerraran tantas heridas que dejó el golpe militar.

Solo puedo decir que aún el Cerro Chena sigue en llamas, y que estas no las extinguen con bandos, ni resoluciones de comisiones de hombres buenos.

Se necesita toda la verdad.

 Aún el viento que viene del sur recoge desde la tierra mil veces removida, los gritos de auxilio de los que perdieron la vida en ese lugar y los esparce en los atardeceres y las noches de la patria.

La justicia deberá hacerse algún día, no pierdo la confianza en ello.

En el intertanto, nadie mas podrá decir que el Ejercito fue injustamente vilipendiado.

Miles de voces los acusan. Aquí y allá los que quisieron hacer desaparecer se levantan para enrostrarles su inhumanidad. 

Las victimas de la maldad son héroes que pasaron por Chena y no serán olvidados, por que su ejemplo de consecuencia va marcando a las nuevas generaciones y permanecerá vivo por siempre.

 

No está lejano el día en que un memorial reconozca a cada una de las victimas.

Quizás entonces nuestro Chena volverá a ser lo que fue.

 

Un lugar de encuentro de la población que yace a sus faldas.”

 

 

 

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