Chile, junto a cuatro Estados más – el Vaticano, Malta, Salvador y Nicaragua – no acepta el aborto terapéutico y, además, condena a médicos y madres que abortan a penas aflictivas, incluso, en casos extremos como la malformación del feto y no viable. El caso de Belén plantea un problema ético fundamental que dice relación con la necesidad de legislar, a la brevedad, sobre el aborto terapéutico que, en este caso, se refiere a niñas violadas, incluso por familiares – padres, padrastros, tíos, abuelos, y otros – y, en muchos casos, con la complicidad de la madre quien, como en el caso de Belén, por ignorancia, sostiene que “estas relaciones eran consentidas” por la víctima.
En nuestro país, el partido transversal de los conservadores, ha hecho imposible avanzar en aspectos que ya están incluidos en todas las legislaciones de la mayoría de los países del mundo. Las iglesias, no sólo la católica, sino también algunas evangélicas, con singular integrismo, comenzaron combatiendo el divorcio vincular, luego, las pastillas anticonceptivas y otros métodos de contracepción, posteriormente, la distribución de la píldora del día después, y hoy, el aborto terapéutico; además se niegan a aceptar la “muerte dulce”, el matrimonio igualitario, y todo lo que huela a avances en los derechos de la persona.
En Chile, se da el agravante de que dos partidos de inspiración cristiana – la UDI y la DC – tienen importante representación parlamentaria, lo cual les ha permitido, en no pocas oportunidades, con la complicidad de algunos, Partidos llamados, – los Partidos Socialista y el PPD – para visar cualquier iniciativa sobre el aborto terapéutico; es tan paradójico nuestro poder legislativo que, antes de discutir sobre la “idea de legislar”, se pone en discusión si se puede o no hablar del tema.
En tiempos pasados, los falangistas y los democratacristianos tenían el valor de contradecir a la iglesia católica cuando sostenía ideas integristas y teocráticas – propias de la Edad Media – por ejemplo, durante el gobierno de Frei Montalva se introdujo la píldora anticonceptiva y se mantuvo el aborto terapéutico, que ya existía desde 1931. Es deprimente comprobar que algunos de los miembros del Partido de Eduardo Frei Montalva han descendido a las más cavernarias posiciones con respecto a este tema – equivale a un viraje del catolicismo de apertura del Cardenal Raúl Silva Enríquez, al conservador y totalitario de Jorge Medina Estévez
Dentro de los líderes de esta integrista de esta cáfila de hipócritas se encuentra uno de los tres hermanos congresistas, en ese entonces diputado, Patricio Walker. Esta familia, descendiente del prohombre, don Horacio Walker, quien como presidente del Partido Conservador expulsó a los falangistas, en 1938, y en 1955 entró a la Democracia Cristiana, se ha apropiado del Partido democratacristiano, tiñéndolo de concepciones retrógradas, teocráticas y conservadoras
Indigna comprobar la monstruosidad moral de una iglesia católica, cuya curia está infiltrada por la masonería y, además, el vaticano “es sede” de una organización de pederastas, que venden a vil precio a los seminaristas para el morboso placer de los cardenales y de otros funcionarios, y que también regenta el Banco Vaticano, cuna del lavado de dinero de los capitalistas mundiales. ¿Cómo se atreve esta institución religiosa a opinar y combatir el derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo, cuando viola todas las normas de una mínima moralidad?
A los clérigos y a los partidos políticos de inspiración cristiana no les cabría bien algunas frases de Jesús – que están en el Nuevo Testamento – como la de “sepulcros blanqueados” (blancos por fuera, podridos por dentro, o aquella sentencia cuando los fariseos sentenciaron a la lapidación mujer adúltera “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
Rafael Luis Gumucio Rivas
17 11 2014