Diciembre 5, 2024

Tras el 9N: Cataluña, ¿Más independiente?

Así como el movimiento social soberanista sobrepasó la voluntad del gobierno de España y realizó la “jornada de participación” del 9N, ideada por la Generalitat (gobierno catalán), el gobierno de Mariano Rajoy no ha podido sobrepasar las dificultades que le ha puesto el Fiscal General del Estado para enjuiciar y castigar al Presidente Artur Mas y la Vicepresidenta, Joanna Ortega por el atrevimiento contra las instituciones españolas.

 

La respuesta, en los rostros

 

La astucia política de Mas, con el apoyo de un movimiento soberanista (puso 40 mil voluntarios a trabajar el 9N) y los partidos del bloque soberanista (liberales, democristianos, republicanos, eco-socialistas y social-libertarios), sacó adelante el “proceso de participación” -impugnado por el gobierno español y suspendido por el Tribunal Constitucional (TC)- con la participación de  2.305.290 catalanes, de los cuales el 81% prefiere la independencia.

 

Como de “absoluto fracaso” calificó el Presidente Rajoy el “proceso de participación”, argumentando que dos tercios de los catalanes y extranjeros llamados a votar no lo hicieron. Efectivamente un 28,9% acudió a la cita, pero el Partido Popular ganó la actual mayoría absoluta el 2012 con el 30% del total de los ciudadanos españoles con derecho a voto.

 

En todo caso, es cosa de contrastar los rostros y declaraciones agrias de Rajoy tres días después de la jornada y de representantes del Partido Popular, con los rostros y expresiones de satisfacción de Mas y de representantes de los partidos independentistas por haber superado los 2 millones de participantes, la línea imaginaria del éxito dibujada días antes.

 

La astucia de Mas

 

El 9N marca el fin de la legislatura inaugurada después de las elecciones del 25 de noviembre de 2012, cuando la federación de CiU (liberal-democristiana) y ERC (republicanos) suscribieron un pacto de estabilidad de gobierno con el fin de realizar una consulta que diera un mandato democrático a la Generalitat para negociar con el gobierno de España el futuro de Cataluña.

 

Eso era lo que tenía que dirimirse inicialmente el 9N, pero no se pudo luego de la suspensión cautelar de la consulta por parte del TC, que había convocado el Presidente Mas y que éste acabó acatando. Pero, en seguida instó a los catalanes a participar el 9N en una jornada en la que podrían marcar en una papeleta si Cataluña debía o no ser un Estado y en caso afirmativo si éste debía o no ser independiente. lo que Rajoy también impugnó y el TC volvió a suspender.

 

La astucia de Mas consistió en celebrar lo que llamó “proceso de participación” y convirtió una derrota política, como era la no realización de la consulta con mandato democrático, en una victoria política como fue la movilización y participación masiva a favor de la soberanía catalana, y que el gobierno de Rajoy había impugnado como ilegal ante el TC.

 

El dilema de Mas

 

¿Y ahora qué? Rajoy, enrocado, no acepta abrir un diálogo con Mas para pactar una consulta definitiva ni tampoco una reforma constitucional que plantee el derecho a decidir. Mas con iniciativa emprendió sin demora conversaciones con los partidos del bloque soberanista, más el PSC (socialistas catalanes), para conocer sus opiniones y se comprometió a proponer un camino el 24 de noviembre próximo en un acto público ante la activa sociedad civil catalana.

 

La idea de Mas es convocar unas elecciones con carácter plebiscitario en base a una lista y programa unitario de los soberanistas o por lo menos de CiU y ERC. Algo casi imposible que se produzca si se considera que ERC (republicanos), ICV-EUiA (eco-socialistas) y las CUP (socia-libertarios) ya han dicho que no; además del no de Unión Democrática (democristiano) a ir en una lista común con ERC.

 

Por lo tanto, Mas, que intenta atraer al PSC (socialistas), o bien se decide por un camino que prolongue la legislatura (democristianos y socialistas aprueban esa alternativa) o bien arriesga su liderazgo compitiendo en las urnas con ERC, que gana en las encuestas, aunque con un compromiso del bloque soberanista por mantener viva la llama del derecho a decidir la independencia.

 

La ruptura: ¿unilateral o pactada?

La diferencia radica en que ERC (más las CUP) quieren elecciones para abrir un proceso constituyente dirigido por un gobierno de concentración nacional que desemboque en una declaración unilateral de independencia. En cambio, CiU prefiere conseguir una amplia mayoría parlamentaria soberanista que impulse un camino que obligue, en algún momento, al gobierno español (se renueva en noviembre de 2015) a negociar una fórmula que desemboque en la consulta definitiva, hoy denegada.

 

 

 

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