Diciembre 26, 2024

Crisis de legitimidad

Más del 60% de los ciudadanos chilenos, según la última encuesta MORI, demuestran un marcado grado de desafección a la clase política, a las instituciones del Estado y a la participación electoral. Así, de continuar esta crisis de legitimidad, los procesos electorales se limitarán a un sufragio del 40% del universo electoral, y los presidentes de la república tendrían, apenas, el apoyo del 25% de los inscritos en los registros electorales. Por consiguiente, debemos reconocer que carecemos de una democracia de calidad que se ha degenerado, en muchos aspectos, en una oligarquía plutocrática, caracterizada por la ausencia del concurso ciudadano, elemento protagónico de la soberanía popular.

 

 

Un Estado se caracteriza: 1) por el monopolio de la fuerza; 2) de la percepción de impuestos; 3) del establecimiento de leyes para todos 4) de la legitimidad; lo caótico es que, en Chile, las instituciones del Estado están en proceso de pérdida de legitimidad. Veamos algunos datos de la última encuesta MORI: ante la pregunta respecto de la confianza, el 77% se inclina por los profesores y el 71% por los médicos; apenas el 13% por los senadores, el 11% por los diputados y el 10% por los políticos; el 78% percibe que la desigualdad ha crecido; sólo el 17% aprueba la gestión del poder judicial y el 22% la del congreso; el 71% apoya la democracia, pero sólo el 44% está satisfecho por su aplicación en Chile.

 

Según esta misma encuesta, se manifiesta una gran debilidad con respecto a la memoria histórica, pues sólo se recuerda lo acaecido en los dos últimos gobiernos: el 29% piensa que el de Michelle Bachelet fue el mejor gobierno, mientras que el de Sebastián Piñera obtuvo el 22%; en gobiernos anteriores, Ricardo Lagos obtuvo el 13%, Patricio Aylwin el 7% y, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el 4%; 12% corresponde a ninguno, y no sabe, no responde, al 14%, – que, además de la falta de memoria histórica, los gobiernos anteriores, especialmente el Frei Ruiz-Tagle, fueron un verdadero desastre.

 

En este panorama de crisis de legitimidad, y según la misma encuesta, Marco Enríquez-Ominami es el político con más futuro, con un 18%; Andrés Velasco, 11%; Andrés Allamand, con 8%; Sebastián Piñera y Camila Vallejo, con un empate del 5%. En la pregunta, “¿quién le gustaría que fuera presidente de la república?” Marco Enríquez-Ominami llega al 10% y Sebastián Piñera, al 8%. En varias encuestas, Enríquez-Ominami mantiene el primer lugar entre los políticos de mayor futuro político, lo cual muestra el efecto de su coherencia en sus postulados, en la transparencia de su vida política y, sobre todo, por su visión respecto del proyecto país, que se expresa en su programa.

 

Mientras no lleguemos a colocar un real muro en las relaciones entre la política y los negocios, mientras los partidos políticos sigan aislados completamente de la sociedad y sean

 

verdaderas agencias de empleo, además de los pocos militantes y los muchos postulantes a empleos estatales, mientras las instituciones continúen siendo un nido de mafias plutocráticas, mientras los diputados y senadores sean los mozos de las grandes empresas, mientras la balanza de la justicia se incline “por el queso” – como decía el poeta Vicente Huidobro -, mientras Chile siga siendo uno de los países más desiguales del mundo, con escuelas para ricos y escuelas para pobres, mientras el pobre, que roba, por ejemplo, un video o una gallina, vaya a la cárcel y los delincuentes de cuello y corbata esté libres y gozando de sus abusos, mientras los sostenedores de colegios particulares puedan recibir y malversar las platas del Estado – según la reforma, pagarían una ridícula multa muy inferior a lo robado a todos los chilenos – mientras no se logre reencantar a los ciudadanos y, además, se termine con el analfabetismo político, mientras las políticas no sean reemplazadas por personas honestas, mientras no se reemplace la monarquía presidencial por un régimen de equilibrio de poderes, mientras no rija una nueva Constitución surgida de la asamblea popular, las crisis de legitimidad seguirá profundizándose.

 

Es difícil prever cuánto tiempo podría soportar la democracia con una profunda crisis de legitimidad y representación, sí está claro que sin la participación directa de la ciudadanía, la política se convierte en un juego intrascendente de castas plutocráticas, que se apropian de los signos del poder y del dinero de todos los chilenos, a fin de enriquecerse lo más pronto posible, pues en períodos de alta corrupción, la única que triunfa es la avaricia y la ilimitada y la ilimitada ambición de poder.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

24/10/2014                      

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