Diciembre 8, 2024

Los pederastas de Cristo

La simple lectura del fallo contra el sacerdote John Joseph O´Reilly no puede sino estremecer a cualquier persona bien nacida: la pederastia, además de ser un delito repugnante, es un monstruoso abuso de poder de un adulto hacia una niña de seis años – edad que tenía cuando el cura abusó sexualmente de esta niña indefensa -. La condenación ha sido posible gracias al valor de la niña agredida y de su familia, que no cejaron en mantener la querella y de defender los derechos que les asistían, a pesar de una campaña mediática sin precedentes, por parte de los “millonarios de Cristo”, para salvar a su líder “espiritual” – en la época de Ricardo Claro, cuando era dueño de Mega, celebraba misa todos los domingos en ese Canal -.

 

 

                El fallo del tribunal relata, con lujo de  detalles, cómo O´Reilly invitaba a la niña a su oficina, le colocaba dulces en las partes pudendas y él mismo repetía este acto con su sexo de adulto. Este cura irlandés, tan estimado por los momios, especialmente por los apoderados del Colegio Cumbres, demuestra un bajo nivel moral, emocional e intelectual, que se vio reflejado durante el juicio –  prueba de ello fue la negativa a declarar durante el proceso -.

 

                Curas capellanes de los ricos han existido siempre en la historia de Chile: baste recordar el retrato del padre Correa, que describe el escritor Luis Orrego Luco, en la novela La casa grande, publicada en 1908, en la cual el curita se solazaba metiéndose en los intersticios de las conciencias, que el autor, con propiedad, denomina las “vacas gordas” – señoras millonarias y ociosas -.

                El cura O´Reilly, jefe de los Millonarios – perdón-, de los Legionarios de Cristo en Chile, sigue siendo un líder espiritual de la élite conservadora, que son los dueños de este país; si nos detenemos a hojear la lista de padres y apoderados de los alumnos y alumnas del Colegio Cumbres, sus fortunas pueden sumar, perfectamente, varios puntos en el PIB chileno. En este sentido, el caso de este sacerdote está sacando a luz el derrumbe moral, espiritual y ético de la oligarquía dominante. En poco tiempo hemos asistido a escándalos económicos y fraude y al fisco, llevado a cabo por personajes que antes gozaban de la admiración de estos idólatras del dinero, por ejemplo, el caso Penta ha develado la incestuosa relación entre el dinero y la política, sólo faltaba el derrumbe de los curas, sirvientes de la iglesia de “mamón” – los herederos de Constantino y no de Jesús de Nazaret -.

 

                A la inquisitorial acusación contra los tres sacerdotes más queridos y reconocidos por el pueblo de Chile, (Berríos, Puga y Aldunate), unos egregios seguidores y profetas del evangelio de Cristo,  la jerarquía de “Puta de Babilonia”, como la llamaban los cátaros – los puros de Aquitania – y que tan bien describe el escritor colombiano Fernando Vallejo en su ensayo del mismo nombre, se agrega ahora el fallo de pederastia contra John O´Reilly.

 

                Los casos pederastia en Chile no son nuevos en la iglesia católica: ya a comienzos de siglo, la escritora libertaria, Belén de Sárraga nos relataba el caso del colegio de los Jacintos – muy similar al Cumbres -, a comienzos del siglo pasado. En el siglo XXI, gracias a una mayor conciencia moral de la gente, además de la investigación y denuncia por parte de los medios de comunicación, han sacado a la luz la crisis moral de la jerarquía católica que, durante el funesto papado de Juan Pablo II y de algunos de los Papas anteriores, se encubría a estos delincuentes pederastas.

 

                El padre O´Reilly era uno de los que servía el café al provincial de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. un depravado de doble vida, que se hacía pasar por santo, cuando  violaba a sus propios hijos carnales. Durante mucho tiempo, esta congregación se negó a aceptar la condenación por parte del Vaticano, y continuaba manteniendo en las salas de clase de sus colegios el retrato de este “santito”.

 

                Como ocurrió con Karadima, las vacas gordas se niegan a aceptar que sus ídolos son de barro y que a muchos de ellos se les ha probado sus inclinaciones sexuales depravadas y, sobre todo, los abusos de poder. Pienso que estamos asistiendo al hundimiento moral de los dueños de Chile y sus pastores.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas         

  

 

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