Diciembre 4, 2024

Ricardo Ezzati está más solo que alma en pena

 El cardenal Ezzati, un  italiano, pastor de vacas gordas y bastante descriteriado, se está quedando más solo que alma en pena: se supondría que en una iglesia jerárquica como la católica – un príncipe de esta institución debería estar subordinado al Papa, pero en el caso del Arzobispo de Santiago, ocurre todo lo contrario y, como rebelde retrógrado, osa contradecir las enseñanzas y orientaciones del actual pontífice. Por ejemplo, en el tema de los homosexuales el Sínodo que se está realizando se pronuncia por el respeto irrestricto hacia estas personas, aduciendo que también forman parte de la iglesia y que como tales, hacen grandes aportes, no sólo a la misma iglesia, sino también a la sociedad, incluso, abren la puerta a la unión entre personas del mismo sexo.

 

 

                El Conferencia Episcopal le quitó el tambaleante piso que aún le quedaba a este representante de la iglesia fascistoide, al reconocer la gran labor de estos tres sacerdotes, que dan testimonio, de palabra y obra, de su opción por los pobres y oprimidos. Ricardo Ezzati, al verse pillado en tal despropósito contra estos santos varones, no tuvo otro subterfugio que negar la autoría de tal acusación, culpando al otro italiano, el Nuncio de Su Santidad, que tan inoportunamente habría solicitado información sobre estos tres sacerdotes, tan queridos y valorados por el pueblo chileno, desde Arica hasta la Antártida – al de acusete, Ezzati agrega el cobarde -.

 

                Hay instituciones de la iglesia que son bastante ridículas, como, por ejemplo, los famosos “capellanes militares”, unos curas que, durante la dictadura, bendecían a los torturadores y que, no pocas ocasiones, algunos ellos fueron partícipes de tratos crueles e inhumanos contra los detenidos en lugares secretos – incluso, muchos ostentan grados militares, como si pertenecieran al ejército de Cristo, cuya misión es destruir a los ateos -.

                Otra institución eclesial, muy cuestionable, es la de los famosos Nuncios, que sólo representan a la iglesia heredera de Constantino, una especie de diplomáticos siúticos, que les agrada estar de coctel en coctel y rozarse siempre con los poderosos, que bien podría decirse, pertenecen a la raza de los esenios – judíos ricos que se vendieron al ocupante romano y que según la historia, tuvieron que ver con la crucifixión y muerte  del fundador del cristianismo -. En Chile no hemos tenido suerte con los famosos Nuncios: nos correspondió, por voluntad de Juan Pablo II – Papa funesto para la iglesia -, a Ángelo Sodano, un chupamedias de Augusto Pinochet, que bendijo los robos de “Daniel López”, y abogó ante la Santa Sede por la liberación de este asesino cuando estuvo preso en Londres. Al parecer, ahora vino otro inquisidor, de la misma ralea, Ivo Scapolo,  que vive indagando sobre lo que dicen o no dicen nuestros grandes y queridos sacerdotes, para comunicarlo al Papa Francisco – precisamente en estos quince días del Sínodo sobre la familia, se trata como tema  lo humano y de lo divino  – que, de seguro, va a hacer poco caso a los “oficios de este diplomático”, un tanto cavernario y, por lo tanto, pasado de moda.

                El padre Pepe Aldunate, una de las personas más maravillosas que he conocido en mi vida, fundador del Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo, que durante la dictadura enfrentó, en varias ocasiones, al tirano y sus esbirros y que prefería ir a prisión, junto con los demás defensores de los derechos humanos, en forma muy respetuosa y gentil, como corresponde a su calidad humana, le cantó las cuarenta al famoso cardenal chileno, bajándole el perfil al asunto al tildarlo como baladí y presentarlo como un imprudente. Terminó su intervención ante los periodistas preguntándose por qué  la iglesia pretendía preocuparse de la educación de los ricos, cuando ellos ya tenían resuelto el problema, en vez de la de los pobres, que eran los que verdaderamente necesitaban todo nuestro concurso y apoyo.

                

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