Si, algo anda mal al parecer acá en esta comarca del éxito llamada Chile. En un programa de televisión vespertino se pudo ver como ciudadanos descontentos con la nueva subida del valor de los pasajes protestaban intentando evadir su pago. Sube la micro, sube el metro; el servicio que prestan sigue siendo regular no más. Sube de nuevo la bencina, rebota en todos los bienes que adquirimos. Pero los sueldos y salarios quedan donde mismo. Y claro, en este modelo de mercado capitalista tan “humanista” y “libre”, hay que darse con una piedra en el pecho si uno tiene trabajo.
Después, nos hemos enterado de las “movidas” poco éticas del ex yerno de Pinochet don Ponce Lerou y los suyos. Pero de nuevo. Todo por la ambición y la acumulación de siempre más. Eso no tiene regulaciones ni límites. Si lo tiene, el que se haga de manera “correcta” y adecuada. Es decir, compitiendo por mercados pero de modo “civilizado”. Al mismo tiempo un político profesional presente en un set de televisión fue increpado por la cafetería VIP que fue instalada en el Congreso con un costo alto. Por cierto, como lo ha hecho la elite de poder hace años, intentó defenderse del mal funcionamiento del transantiago, y de la oportunidad de andar haciendo cafeterías especiales para que puedan reunirse, como si no tuvieran ya donde. Quizá debió decir que los señores diputados o senadores le temen a la eventual reacción de los ciudadanos si se juntan en un lugar abierto y público. Todo ello nos vuelve a hablar de que en la base de nuestra cultura política pública la presencia de la herencia de la dictadura cívico-militar sigue actuante . A muchos de nuestros mandarines les gusta decir el pasado no existe, sino sólo el presente. Pero todos sabemos que eso no es cierto. Aun no estamos enterando por algunos programas de televisión de la forma en que se atentó contra el derecho a la vida y la seguridad y libertad de las personas bajo el dominio cívico-militar. La crueldad con que se atacó a los propios chilenos, sindicados como el enemigo interno. Como buenos chilenos hemos intentado poner todo ese polvo oscuro y gris bajo la alfombra. Para no mencionar el capítulo de traspasos de activos y bienes públicos a manos de los privados puesto que después nos venden la pomada de que se han hecho ricos criando pollitos bajo la cama de uno en uno. La “ética” del régimen neoliberal y represivo sigue aun presente en el individualismo mercandista de su líderes y opinantes, sean de la derecha política, la económica o la otra derecha, aquella que quiere privatizar y concesionar todo el país si se puede, incluido a nosotros mismos, cómo no.
Se ha mentido: se ha ocultado la verdad y gravedad de lo sucedido en el país por mucho tiempo. Esta ha salido por cuenta gotas. El informe Rettig, el no hay mañana sin ayer, algunos programas de televisión. ¿Podemos decir que todos esos años no han dejado marcas en el ethos nacional? ¿En nuestra forma de realcionarnos, de convivir, de disputar, valorar, conflictuar? Podriamos hacer una buena lista con los servicios dichos públicos que no cumplen con ese fin. Otra larga lista de empresas privadas que tampoco cumplen muchas veces con sus propósitos. ¿Su ética? La del poder o la del dinero fundamentalmente. Pero, como no, siempre a nombre de derechos sagrados como la propiedad, la libertad de enriquecmiento, el crecimiento. No, los ciudadanos no tenemos control real sobre lo público ni sobre lo privado. Las elites de poder viven emburbujados, ensimismados. No escuchan. No comunican con el ciudadano de a pie, salvo para palrmotearle la espalda de modo paternalista. ¿Cuánta paciencia popular aguanta el mercadismo capitalista neoliberal de nuesttras elites? Al parecer mientras existan malls , créditos, endeudamiento, fragilidad laboral, el maltrato hacia nosotros como ciudadanos seguirá tranquilamente su curso. Un ex general de ejército jefe de la más temida política que ha tenido el país, con 300 años de condenas por el poder judicial encima, por violaciones a derechos humanos, es despedido con honores por el mismo ejército y las otras ramas de las FFAA. Que bien, no hay que premiarlo por servicios concedidos y silencio garantizado. En fin