Diciembre 9, 2024

Dime con quien andas y te diré quien eres

Es un aserto conocido por todos y -si perdura en los tiempos-, es porque debe encerrar gran sabiduría. Una de ellas puede ser que es posible aproximarse –con mucha certeza-, al conocimiento de un sujeto, a través del conocimiento de otros -es decir-, de aquellos con los cuales aquel sujeto comparte cosmovisiones que hacen fluir la necesaria empatía de reconocerse a si mismo en aquel otro -no solo por compartir las determinaciones histórico/culturales que nos atrapan.- sino también por las determinaciones concretas que emanan de prácticas laborales, que configuran sus posiciones relativas en el conjunto de una formación social.

Reconocer tal premisa, significa aceptar una verdad del porte de una catedral; que es que en una sociedad constituida en clases, necesariamente han de existir -o coexistir-, muy diferentes visiones y estrategias acerca de cómo preservar dicho orden -por parte de algunos- y de cómo transformarlo superándolo -por parte de aquellos que fueron despojados de medios de producción y condenados por la historia, desde la entronización del capital y –como sabemos conminados a vender su fuerza de trabajo, siendo además marginados del legítimo derecho a la cultura, salud y otros bienes propios de una vida digna.

Sin embargo, sería muy difícil reconocer en el actual nebuloso paisaje político chileno, un esquema -tan verdadero como elemental –inscrito –hace ya siglos- en los aportes empíricos y teóricos de los estudiosos del pensamiento social.

 

No obstante, – el calor de la práctica política real- la Nueva Mayoría (N.M.) ha debido desprenderse uno a uno de aquel ropaje púdico, con que pretendía cubrirse para aparecer en escena, y –cumpliendo las exigencias de sus partners-, tuvo que desnudar su sustancia esencial para poder así, ensayar una nueva versión del nuevo/viejo juego del duopolio.

 

Es por eso, -que recién en los prólogos -de estas vueltas de carnero- asistimos a un panorama político enrarecido, un extrañamiento de lo político, ante el cual el pueblo y el ciudadano común, se limita a espectar desconcertado o semi-aturdido-, sin entender el cómo y el porqué la N.M. teniendo un programa “rupturista (del modelo) de reformas estructurales” y teniendo mayoría parlamentaria para aprobar ciertos acápites (reforma tributaria entre otros) y negociar otros, con parlamentarios independientes -muy proclives en ese instante a sumarse a esa primera ola progresista. No obstante. -la suerte ya estaba echada- su travestismo inveterado practicado por más de 22 años de gobernar de esa manera ambivalente estaba ya profundamente afincado en su ADN, por eso “su” lógica se hace mas fácil entender porque -como la crónica de un giro anunciado-, debían abrirse por la otra punta; -no hacia la fuerza del apoyo del pueblo, que hubiese implicado la ruptura real del modelo mercantil-, sino volcándose de lleno hacia los consensos, cabildeos y cocinas, con los que mandan esta parcela neoliberal (Chile), obligándolos a terminar con estos devaneos y pujos progresistas y ponerse al paso del realismo político aún a fuer de tener que desnudar -en un gesto dramático, grotesco e indecoroso-, la impudicia política de mostrar un programa de cazabobos, para entrampar allí, el impulso de las organizaciones sociales emergentes.

 

Es por eso que los vemos hoy envalentonados y en un solo haz corporativo, -contra aquellos que les quisieron dar un susto,- los dueños de este país-, quienes contra atacan con todo, rasgando vestiduras contra las reformas, en honor a la unidad, al diálogo, el crecimiento, la ocupación y otros onanismos políticos, con los cuales chantajear al gobierno de la N.M., que inerme balbucea algunas sandeces cazado en su propia trampa, tratando de dar manotazos en la oscuridad, con el objeto de tranquilizar aquí , allá y acullá o de donde quiera que vengan los misilazos, en una actitud que más que lastimera es patética.

 

Ellos neoliberales de tomo y lomo, campeones de la privatización y de prosternarse ante la mano invisible, no encuentran nada mas entretenido que la paradoja de endilgar al Estado, -es decir, los dineros públicos-, la tarea de reactivar “su” economía; ya sea mediante las obras publicas directas o mediante concesiones, cuyos protocolos altamente deletéreos para el país los conocemos muy bien a partir de los gobiernos de la Concertación y sobre todo del gran socialista Lagos, (amado por los empresarios) y no menos, por los españoles, a los cuales les comprara (carros de chatarra, de ferrocarril que a los tres meses ya estaban en la UTI muriendo definitivamente en alguna maestranza anónima. Y sino –como dijo el sr. Santacruz, -estos ilustres tribunos y patriotas -junto con “la vocación de servicio público” de sus operadores políticos-, simplemente se van del país junto con sus capitales en busca del dorado -es decir- la ganancia. Cosa que no estaría mal para que el pueblo, haciéndose cargo de sus empresas, pudiese deliberar y hacer buenas experiencias de autogestión haciendo producir esas empresas con nuevos códigos de valor de uso eliminando la ganancia superflua incautada ilegítimamente por los dueños del capital.

 

Tendremos que aceptar que; los acontecimientos del último cuarto de siglo, significaron un gran cataclismo mundial que movió el eje de la tierra en 25 grados hacia la derecha y que hoy, toda la institucionalidad partiendo por el Estado, el parlamento, los partidos, la soberanía como País/Nación (o el derecho de auto determinación de los pueblos o autonomía relativa o -como se quiera llamar-) es letra muerta y las clases dominantes obsecuentes han entregado el tributo de esas cuotas –al imperio de la globalización a contrapelo de los pueblos-, y forzando también, la readecuación forzada (a menudo como en Chile a sangre y fuego), de sus estructuras institucionales, y su incorporación jerarquizada a los últimos pisos de la provisión de comodities. Cosa que -obviamente-, se refleja en la actual distribución del ingreso, en la descomposición acelerada de la institucionalidad cuya condición es expropiar al pueblo del derecho soberano (a participar en los diseños de sus propios destinos), la venalidad de su parlamento, la decrepitud de los partidos devenidos en centros de corrupción y sinecuras, y sobre todo los debates que –además de ser una afrenta a inteligencia colectiva-, son para ponerse a llorar a gritos.

 

Los pueblos se han quedado solos. Los partidos, las mediaciones, las ideologías predicantes de la igualdad ciudadana, las trampas del emprendimiento y del consumo, el fetiche del dinero, la obsesión enajenada del crecimiento, los utópicos paradigmas de los paraísos capitalistas -en desmedro de la naturaleza y la supervivencia de la especie humana y animal-, nos colocan cada vez más en los límites absolutos del sistema y –por tanto frente a alternativas polares, donde –se quiera o no, nos guste o no-, no existen otras alternativas, ni caben ya reformas a un sistema, que -como tal- devino en un Leviathan hobbesiano, cosificado y sin control, que esclaviza a sus propios operadores; a quienes -la propia inercia de las leyes intrínsecas del capital, se escapan de su control y hoy, el sistema se mueve como un Frankstein dando manazos mortales a los pueblos, con sus guerras parciales y la amenazante angustia permanente de una globalización de los conflictos hasta el exterminio total.

 

Esta soledad nos lleva solo a contar con nosotros mismos, el beneficio de saber; que el hacer práctico y el aprendizaje de la autogestión, será el mejor bálsamo para que nuestras conciencia aprenda reflejar las consecuencias del poder potencial de la autogestión y la capacidad de los pueblos de aprender a confiar en la liberación de energías ignotas, que pueden y deben cambiar este sistema históricamente perecible, y que -por lo demás,- ya ha comenzado a dar los primeros síntomas de esclerosis y demencia senil.

 

En consecuencia la responsabilidad está hoy radicada solo en nuestras fuerzas, la que operará al unísono como auto-interpelación y esperanza de construir un buen país, un buen sub-continente, una buena sociedad, no para nosotros –quizás- sino para nuestros hijos y nietos que esperan, quizás que -entre todos- la realización de esta utopía real y acuciante de liberar el sorprendente e inédito potencial colectivo que encierra la plena libertad de imaginación y creatividad de la cooperación humana.

 

Stgo. 31.0814 P. Valenzuela.

 

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