Diciembre 11, 2024

El único pueblo en paz que hay en Colombia

Como pocas veces sucede, los cinco mayores del Territorio Indígena Nasa Wes’x del sur del Tolima se reunieron en el casco urbano de la vereda La Palmera para conmemorar los 18 años del acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y su gente. Pasadas las 10 p.m. citaron a miembros del cabildo anfitrión y a los invitados de las instituciones y organizaciones colaboradoras, 26 personas en total.

Nos condujeron unos metros lejos del pueblo y nos sentaron sobre paja seca formando una media luna. Las autoridades indígenas clavaron sus bastones de mando en el centro y los mayores, armados de aguardiente Tapa Roja y hierbas medicinales tradicionales ofrecidas a los grandes espíritus, empezaron a “voltiar”. 

 

Guaro, flores y hojas secas subían por el pie derecho de cada uno de nosotros, recorrían nuestros cuerpos y descendían por el pie izquierdo antes de ser consumidos o escupidos al viento. En silencio los mayores se comunicaban con los espíritus para buscar la armonización de todos los seres presentes y del territorio. Como ninguna otra noche de la conmemoración, las nubes se escurrieron tras las montañas y las luces del firmamento se desplegaron ante nuestros ojos. La luna nueva y la escasa luz que emanaba del caserío permitieron que un espectáculo cósmico nos deslumbrara. Era el reflejo de la armonización del conflicto que los indígenas de este territorio han mantenido y disfrutado desde hace 18 años, desde que no hay más muertos por violencia ni enfrentamientos con la guerrilla ni amedrentamientos, ni pena en el alma de la comunidad.

 

El 26 de julio de 1996 el gobernador era Ovidio Paya. Entre él, Virgilio López, el actual gobernador, maestros de escuela y otros cabildantes del Pueblo Nasa de Gaitania, Tolima, alcanzaron un acercamiento dialogado con los cabecillas del Frente 21 de las FARC y firmaron el único acuerdo vigente de paz que comunidad colombiana alguna sostenga con esta guerrilla. Pese a que en diversas ocasiones el Estado manifestó la ilegalidad de este acuerdo, el pueblo lo ha hecho respetar, finalmente eran ellos quienes ponían los muertos, y después de 18 años, el pacto funciona a la perfección. 

Cuando no teníamos la paz, nuestros hermanos indígenas quedaban huérfanos, viudas, hambrientos… hoy todos gozamos y como la paz es lo más anhelado por nuestros hermanos campesinos y de las ciudades, estamos en minga de pensamiento para ver cómo expandimos esta paz. Nuestra experiencia está a disposición de los diálogos que avanzan en La Habana”, dijo Virgilio López en su discurso de instalación de la conmemoración el pasado fin de semana.

 

Años atrás, las Autodefensas Indígenas se enfrentaban a vivo fuego con las FARC. Esta lucha surgió en la década de los 50, y fue en parte por la presión de los indígenas armados que Marquetalia se derrumbó. “Hoy las Autodefensas Indígenas están desarmadas materialmente pero no de espíritu. Siguen paso a paso el acuerdo y cada año hay encuentros con la guerrilla para evaluar la situación”, explicó Martín Paya, miembro de la comunidad y fiel testigo del proceso de paz. Hoy el acuerdo se mantiene estable. Las constantes discusiones se dan en torno a la movilidad y uso de las vías y los caminos por parte de los guerrilleros. 

Cuando le preguntamos a Martín si existe algún temor por la paz de su pueblo ante un posible fracaso en los diálogos de La Habana, lo pensó unos minutos y respondió: “Nuestro acuerdo pervivirá porque se hizo y se mantiene ante los ojos de Dios sin el propósito de enriquecer a nadie. En cambio en otros intentos de paz hay gente con balas en la cabeza que se está pensando proyectos de guerra o dinero”. 

 

Los habitantes del Territorio Indígena Nasa Wes’x de Gaitania, corregimiento de Planadas, Tolima, llegaron a esas tierras tras ser desplazados del Cauca durante la Guerra de los Mil Días. En 1904 se oficializó el Cabildo de Gaitania. Son más de 11.000 hectáreas de territorio ancestral para los Nasa, de las cuales sólo 4.900 han sido declaradas resguardo indígena. Cerca de 2.900 personas lo habitan, distribuidas en ocho veredas desde La Floresta hasta Agua Blanca. De cada rincón viajaron adultos y niños para unirse a los cuatro días de la conmemoración de la paz la semana pasada. En el camino se fueron encontrando con representantes del Centro Nacional de Memoria Histórica, de USAID y del ACNUR, quienes apoyaron y respaldaron el evento.

 

Con las tareas cuidadosamente repartidas, hombres y mujeres dispusieron una enorme cocina comunitaria al aire libre, que abasteció de alimentos a más de 500 personas, día y noche, y una tarima cubierta en la cancha del caserío La Palmera. La programación incluyó discursos, presentaciones de grupos musicales del Cauca y Boyacá y la instalación de seis comisiones en una minga de pensamiento donde se estudiaron las tradiciones, los saberes ancestrales, el valor del acuerdo de paz y otros temas vitales para los Nasa. El objetivo es producir un documento o “mandato” que abarque la visión de la paz que tiene este pueblo indígena por su experiencia exitosa, y ponerlo a disposición, mediante el Alto Comisionado para la Paz, de la mesa negociadora en La Habana.

 

A mí me gustaría que las instituciones supieran cómo unos indios iletrados firmaron la paz a punta de pensamiento y palabra”, contó a viva voz, Elvira Paya, exgobernadora del cabildo. “A los ocho o nueve años yo nunca dormí en mi casa. Cada noche teníamos que salir corriendo a dormir a la orilla del río, huyendo de la guerrilla”.  

 

José Paya es docente de la Institución Educativa La Palmera y, en su momento, hizo parte de los negociadores. Sus recuerdos también son honestos y con ellos confiesa que “la armonización no fue fácil. Después de firmar el acuerdo volvimos al pueblo a celebrar con la comunidad y se tuvo que suspender la fiesta porque muchos sentían que se les había pisoteado la sangre de sus muertos”.

Teresa Kalambás, la esposa de Ovidio, gobernador de turno para la época de la firma de los acuerdos, siguió cada paso de los diálogos y recuerda con claridad que las mismas Autodefensas Indígenas se oponían a la paz y amenazaron en varias ocasiones a su marido: “Decían que disparar era lo único que sabían hacer. Tenían miedo por quedarse sin oficio. El Ejército no ayudaba: los abastecía con escopetas viejas y los engañaba. Eran los propios primos de Ovidio que al final tuvieron que ceder y volver a trabajar la tierra como todos”.

 

Hoy, entre los habitantes Nasa de esa zona, nadie duda que la paz fue la mejor decisión. Virgilio, el gobernador lo resume con sencillez: “Después del acuerdo tenemos moticos, carritos, una escuela, carretera y tenemos nuestra tierra donde brota lo que sembramos”. No es que los Nasa intenten ocultar el sol con un dedo, los reclamos de promotores de salud, de educación universitaria para sus jóvenes, de inversión agrícola e infraestructura son constantes y las necesidades se hacen evidentes, pero todos coinciden en que su querida armonización del conflicto es el primer paso para alcanzar cualquier otro logro en comunidad: “Si nos toca ofrendar la vida por esto, yo estaría dispuesto a ofrendarla. Como cuando acordábamos reuniones con la guerrilla en el monte y no sabíamos qué pasaría, salíamos de las casas olvidándonos de nuestras esposas e hijos, ofrendando la vida por la paz de la comunidad”, concluyó el Gobernador.

 

La paz de los Nasa de Gaitania es una experiencia única en Colombia”, asegura Luis Eduardo Kalambás, miembro de la organización Autoridades Tradicionales Indígenas de Colombia, que apoyó la organización del evento. “Ellos nos han demostrado que se puede armonizar el conflicto a partir del diálogo y con estas conmemoraciones, que hacen cada dos años, nos enseñan su perseverancia por explicarles a los niños y jóvenes todo lo que ha pasado, para que ellos garanticen la permanencia del tratado”.

 

Durante la segunda noche de la conmemoración, todos notamos cómo se armonizó la tierra con el cielo, las nubes rendidas que nos permitieron apreciar el esplendor de las estrellas eran la metáfora del pueblo desarmado y los guerrilleros retirados que le dieron una oportunidad a la paz en este rincón del Tolima. El Mayor Ovidio, el hombre serio y estricto que condujo los diálogos con las FARC, concluyó el ritual: “Gracias a los grandes espíritus que hoy nos tienen reunidos”.

 Por Juliana Duque, periodista del Centro Nacional de Memoria Histórica

 

Fotos: Álvaro Cardona, Centro de Memoria Histórica. 

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