Diciembre 4, 2024

Zaldívar y el 50 por ciento

Estaba yo en La Patilla, secuestrado por gente del COVEMA, en septiembre de 1985, cuando Zaldívar pidió verme. A mí y, por cierto, a mis compañeros de ese infortunio. Era una especie de abogado democrático de los derechos políticos. No lo dejaron pasar.

Guardo por ese gesto suyo, sin cámaras, un reconocimiento permanente.

 

Yo lo había conocido (creo que él no se acordaba en 1985 ni se acordará hoy) a principios de los años 60 en la Municipalidad de La Cisterna en la que el joven Andrés Zaldívar, de poco más de veinte, era Juez de Policía Local, y mi padre Jefe del Departamento de Patentes Comerciales.

 

Después lo vi en el gobierno de Frei Montalva y fui testigo de su campaña del terror en el período previo al triunfo de Salvador Allende. El diario izquierdista “Puro Chile” lo bautizó y caricaturizó como “El Enano Maldito”.

 

Después, mucha agua bajo los puentes.

 

El golpe y el exilio, la vuelta, la lucha por la democracia, los avances políticos, los problemas, los autoflagelantes y los autocomplacientes, el primer gobierno de Bachelet en el que él fue, por corto tiempo, Ministro del Interior, su militancia autocomplaciente en la Concertación, su trabajado triunfo senatorial, su presencia en el staff de Orrego en sus primarias derrotadas y su actual rol de senador integrante de la Nueva Mayoría.

 

Zaldívar tuvo, en su juventud, una fuerte influencia del líder conservador Horacio Walker Larraín, y, en su madurez, de Eduardo Frei Montalva. El “Chico” entró a la Democracia Cristiana no desde la Falange sino desde el Partido Conservador Socialcristiano, del anterior Walker. En la DC fue cercano siempre a Patricio Aylwin y a Juan de Dios Carmona, del que se separó cuando éste siguió apoyando a Pinochet y su dictadura.

 

Don Andrés ha sido, en estos días, el teórico, llamémoslo así, del acuerdo en el Senado de la Nueva Mayoría con los grandes empresarios y la Derecha por la Reforma Tributaria.

 

Le ha puesto teoría política a la negociación y a lo que él llamó, con desparpajo, la cocina. No se trataría de una obligada negociación entre la mayoría reformista, que esta vez no lo fue tanto, y los grandes empresarios (que tienen sus mandatados en el Congreso) sino una sensata negociación forzosa entre los representantes de “la mitad” del país con los de “la otra mitad”.

 

Para él, aquél que representa, en democracia, a los triunfadores electorales, está en la obligación, para hacer un buen gobierno, de entenderse, en sus propuestas reformistas, con los derrotados electorales.

 

Fifty y fifty”, como diría Pinochet.

Esto es, precisamente, lo que no hizo el gobierno con el que más se identificó Zaldívar en sus cerca de 60 años en política: el de Eduardo Frei Montalva (1964-1069), elegido con alrededor del 50 por ciento, que “no cambió su Programa ni por un millón de votos”, como lo declaró solemnemente su líder histórico.

 

Ese programa sí que fue “dogma” para Zaldívar.

 

Llevó adelante su Reforma Agraria en contra de la opinión de la derecha (que se opuso activamente a ella aún a costa de enfrentamientos) y de la izquierda (que perdió la elección de 1964 con alrededor del 40 por ciento de los votos, y que se impuso en la de 1970), que la criticó por moderada. Llevó adelante, además, sólo apoyado por su partido (la DC) la Sindicalización Campesina y la Promoción Popular. Y la chilenización del cobre, que fue aprobada en el Congreso por “la aplanadora demócrata cristiana” (así llamada en la época), especialmente fuerte en la Cámara de Diputados.

 

El gobierno de Frei-Zaldívar tuvo sólo ministros de la DC e independientes pro-DC en los seis años que estuvo en el poder. Nadie más gobernó así en el siglo XX y en el XXI.

 

Antes del gobierno Frei-Zaldívar, que gobernó con su mayoría, por mayoría alcanzó el gobierno el Frente Popular en 1938, y sentó las bases de la industrialización del país. Aguirre Cerda ganó su elección con el 51 por ciento de los votos contra el 49 del candidato derechista.

 

Y antes del gobierno del Frente Popular, en 1920, el liberal Arturo Alessandri Palma impuso por mayoría la separación de la Iglesia y el Estado y la Constitución de 1925.

 

Y antes de antes, la Independencia de Chile se conquistó en contra de la lucha y la opinión de más de la mitad de los chilenos. Por cierto no hubo acuerdo ni consenso.

La Revolución Francesa – y toda su herencia- se impuso en Francia.

 

La Independencia de los EEUU se impuso en América.

La libertad de los esclavos se impuso a los esclavistas.

Los avances sociales rara vez fueron fruto del consenso.

La teoría de don Andrés Zaldívar no se ajusta ni a la historia universal ni a la historia de Chile, ni a su propia práctica política reformista.

 

Sólo ahora, que su autor se mezcló evidentemente con el bloque en el poder de la economía, quiere tener vigencia para frenar al movimiento social de 2011 y a los sectores de la Nueva Mayoría resueltos a realizar los cambios aprobados en 2013 por la ciudadanía, con el 63 por ciento de los votos.

 

Zaldívar: un buen samaritano pero cocinero arcaico, inventor de pomadas y poco representativo de la nueva cocina.  

 

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