Diciembre 6, 2024

Las condiciones políticas para la formación de un bloque por los cambios

En política, como en la literatura y en la vida, se puede con propiedad aplicar la fábula del erizo y la zorra: quienes siguen al erizo adoptan y profundizan un solo tema que les parece substancial para un propósito determinado; los partidarios de actuar como la zorra están abiertos a varios proyectos y a múltiples visiones, en consecuencia, sus seguidores son pluralistas, dispuestos a la apertura, creatividad y a una amplia tolerancia.

 

En Chile, salvo el caso del gobierno democratacristiano, en 1964-1970, donde la hegemonía recayó en un solo partido, en general, las alianzas, a partir del Frente popular – e, incluso antes, con la Alianza-Coalición Conservadora – seguían el modelo de la zorra. Si bien en algunos casos se daba un eje predominante, la composición ideológica y de partidos que la conformaban era bastante plural.

 

La Concertación, en cierto sentido, siguió este modelo histórico, sin embargo, hubo un fuerte predominio del eje socialista-democratacristiano sobre los demás partidos políticos de bloque, imprimiéndole el sello de continuidad de las políticas de Augusto Pinochet, especialmente en el pleno de la economía. Luego de la prisión de Pinochet en Londres, se pudo dar un relativo debate entre autofragelantes y complacientes que, hasta hoy, ha quedado en tabla.

El problema de las grandes alianzas, al estilo de la zorra, es que en muchas ocasiones posponen reformas fundamentales y urgentes que requiere la sociedad chilena. Ya, en Frente Popular quedó pospuesta la sindicalización campesina, la reforma agraria y el reconocimiento y fuerza del movimiento población – este último vino a ser descubierto por políticos, el 2 de abril de 1958, a raíz de una especie de revuelta en Santiago.

La actual construcción de un bloque por los cambios que terminen por aislar a la derecha y refundar la república, pasa, a mi modo de ver, en primer lugar, por el riesgo de que el programa de reformas, prometido por la Presidenta Michelle Bachelet, se quede a medio camino y con el agravante de que sus logros sean mínimos en su impacto en la sociedad. En este sentido, el acuerdo “Salón de té-Fontaine” representó una especie de tarjeta amarilla en el sentido atisbar, de nuevo, una democracia de los acuerdos.

Aún ignoramos si la reforma tributaria va, en realidad, a recaudar tres puntos del PIB, es decir, USD 8.200 millones. Algunos especialistas sostienen que apenas se podría recaudar cerca de USD 6.000 millones, suma que alcanzaría a cubrir algunos rubros de la reforma educacional.

Marco Enríquez-Ominami ha propuesto una recaudación de cinco puntos mínimos del PIB, que se lograrían, sumando a la actual cifra, un royalty a la minería – totalmente ignorada en el actual proyecto, como también un impuesto del 1% a las inversiones de más de USD un millón.

Una reforma impositiva que se quede corta puede ser fatal para la construcción de un bloque por los cambios – nada peor para la política que las reformas a medias, pues terminan por producir desencanto y frustración -.

El proyecto de Bachelet respecto de la refundación de la república por la vía de la convocatoria a la Asamblea Constituyente se ve bastante difuso, lo cual genera alguna sospecha de que tiene poca voluntad para convocar esta instancia, fundamental para llevar a cabo el bloque por los cambios.

Durante estos meses claves para las reformas propuestas, hay que mantenernos muy alerta para diferenciar lo que es genuina voluntad de cambios, de lo que es solamente gatopardisamo.

Rafael Luis Gumucio Rivas

20/07/2014

 

 

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