Diciembre 7, 2024

Concertación: No estaba muerta, andaba de parranda

Acusados de ultrones pro encapuchados, de intransigentes incapaces de leer la irrupción majestuosa del Nuevo Ciclo Político, resentidos con vocación de marginales, analfabetos políticos, apurones incapaces de leer los tumbos de la historia.

Más o menos así era considerado todo aquel que advertía que la Concertación había mutado en Nueva Mayoría sólo para efectos de travestir sus fracasos, engaños, mentiras y miserias. Pero que su moral, enferma de avaricia y poder, seguía intacta.

 

Y que la jaculatoria desplegada por el Partido Comunista, que no se caracteriza por ser una organización inocente y cándida, no era sino para acceder a las cuotas de poder que logró y jamás para inaugurar algo nuevo.

 

No costaba mucho advertir que el sistema no aguanta cambios de fondo. Y que era suficiente con prometer de este mundo y del otro y luego, habida consideración del rol que ha jugado la impunidad en nuestra historia reciente, hacer lo mismo de siempre: lo que les conviene a los poderosos.

 

El caso es que hoy se verifica lo que vieron aquellos que querían ver. Y que negaban a pie juntillas los que no querían hacerlo.

 

Quizás en su inmadurez, los novísimos diputados comunistas habrán creído que en efecto, aquello en lo que se metían era una Nueva Mayoría. Y que las conductas vergonzantes de otrora ya eran historia, y que las promesas de hacer las cosas de otra manera, y de escuchar a la gente y de rezagar al olvido la mancomunión de pareceres e interés con la derecha, era algo que no se reeditaría. Y que la justicia en la medida de lo posible, la política de los acuerdos, la cohabitación que permitía en la misma alcoba a sinvergüenzas de toda laya, era parte de una historia que no se reeditaría

 

Pero no fue así.

 

Las imágenes que muestran aquella deplorable oportunidad en que se levantaron las manitas para sellar la traición a los estudiantes, es calcada a la de ahora, en la que personajes similares, cuando no los mismos, aparecen firmando la traición a sus propios postulados que ofrecían una reforma tributaria para emparejar la cancha.

 

Qué cancha ni que ocho cuartos. Primó en esta nueva traición, el contante y sonante de los intereses de los poderosos de la derecha y de los de la Nueva Mayoría. ¿O habrá que decir Concertación?

 

Y, lejos de asumir que algo no cuadra entre lo ofertado en la campaña electoral, y lo que finalmente salió de los acuerdos secretos y componendas putrefactas entre unos y otros, habrá que pensar que los poderosos van por más. Van por todo.

 

Precisos y eficientes para medir el estado de ánimo de los movimientos sociales, ahora piden, exigen, que en educación y en todo lo que venga, se aplique el mismo criterio: el que tiene más se lo lleva todo.

 

Saben que no va a pasar nada. Y que el espíritu extravagante del ministro Eyzaguirre, que fue reculando día a día hasta desdibujar aquello que anunció como la reforma más profunda en sesenta años, no llegará a ser sino un nicho mucho mejor armado para que la cosa siga mejor que antes para los que se han venido beneficiando con los dineros que el Estado les entrega dizque para educar.

 

Y del mismo modo, lo concerniente a las anunciadas reformas políticas que anunciaban cambiar el binominal.

 

Nuevamente se comprueba que nada más saludable que el pesimismo lúcido. Y poco tan nefasto como la credulidad desplegada hasta rangos enfermizos.

 

Ahora el gallito queda planteado entre quienes creyeron o hicieron como que creían en un Nuevo Ciclo Político a partir de la superación de los vicios de la Concertación por la curiosa vía de nombrarla de otra manera, y los poderosos del país, cuyos tentáculos cruzan la rosa cromática de la política y se hacen sentir cuando sus billeteras anuncian el más mínimo riesgo.

 

Parlamentarios del PC y de la IC dicen que si se mantiene el acuerdo con la ultraderecha, no se considerarán llamados a apoyarlo. Hasta ahora, amenazas con renunciar al pacto no se han sabido. Y no resulta probable una rebelión hasta esos límites.

 

Hay mucho en juego como para enredarse en principismos añejos.

 

 

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