Diciembre 7, 2024

Coronación del rey Felipe VI de España: el nuevo monarca apela a la unidad dentro de la diversidad

Madrid. Con un baño de masas y mucho boato y rituales militares, el rey Felipe VI de Borbón fue proclamado como tal en una sesión solemne en el Congreso de los Diputados, donde pronunció su primer discurso como jefe del Estado español, en el que instó al conjunto del país a la “unidad” dentro de la “diversidad”. En la ceremonia, controlada al milímetro por la Casa Real, destacó la actitud de los presidentes de Cataluña y el País Vasco, Artur Mas e Íñigo Úrkullu, respectivamente, que se negaron a aplaudir la coronación y el discurso del nuevo monarca; así como la ausencia de la Infanta Cristina, quien fue apartado de los actos oficiales por el caso de corrupción que le vincula directamente a ella y a su marido, Iñaki Urdangarin.

Con un hermético cordón policial de siete mil policías y con el centro histórico de Madrid vigilado por tierra y aire, el rey Felipe VI protagonizó el primer acto oficial como monarca, que fue el de su proclamación ante Las Cortes Generales. La llegada al Parlamento del heredero del Rey Juan Carlos de Borbón (1975-2014) se produjo alrededor de las diez y media de la mañana, al llegar en un Rolls Royce que iba fuertemente custodiado por la Guardia Real.

 

En la calle había muchas banderas y flores colocadas para la ocasión por el Ayuntamiento de la capital, gobernada por la conservadora Ana Botella –esposa de José María Aznar– y que no ha aclarado aún el costo de los boatos de la coronación. A su llegada al Congreso saludó a los representantes de los tres poderes –el Ejecutivo, representado por el presidente Mariano Rajoy, el Legislativo, por los presidentes del Congreso y el Senado, Jesús Posada y Pío García Escudero– y por el Judicial.

 

Una vez dentro del hemiciclo inició la ceremonia oficial, a la que acudieron como invitados los diputados y senadores como representantes de la soberanía popular, la Reina Sofía acompañada de su hija mayor, la Infanta Elena, y diversos dirigentes políticos. En la sesión estaban también los ministros del gabinete del gobierno y los presidentes autonómicos, incluidos los de Cataluña y el País Vasco, que desde sus respectivos feudos mantienen abierta la convocatoria de un referéndum de independencia, en el caso catalán, y el reclamo popular de que se abran las vías legales para que se respete el derecho de autodeterminación de los pueblos.

 

A diferencia de lo que ocurrió en 1978, cuando previo referéndum se aprobó la Constitución y se sentaron las bases legales para la actual monarquía parlamentaria que rige España, no hubo en esta ocasión ni unanimidad ni unidad. De hecho a la negativa de los presidentes de Cataluña y el País Vasco a aplaudir, se sumaron también el rechazo a asistir a la ceremonia de todos los grupos de izquierda y los independentistas catalanes, vascos y gallegos.

 

Durante su discurso, el rey Felipe VI estuvo acompañado por la nueva reina Letizia Órtiz y por sus hijas, la ahora Princesa de Asturias, Leonor, y la Infanta Sofía. Durante su intervención en ningún momento se refirió a las exigencias de una gran parte de la población española para que se lleve a cabo un referéndum o una consulta democrática para ratificar su elección como monarca, una vez que su cargo lo hereda de su padre por su condición de hijo “varón mayor” y que a su padre, el rey Juan Carlos, lo designó el dictador fascista Francisco Franco antes de morir.

 

Uno de los fragmentos más importantes del discurso fue cuando tendió la mano al conjunto de la sociedad para mirar al futuro desde la unidad. Pero antes rindió un homenaje a su padre: “Un reinado excepcional pasa hoy a formar parte de nuestra historia con un legado político extraordinario.

 

Hace casi 40 años, desde esta tribuna, mi padre manifestó que quería ser Rey de todos los españoles. Y lo ha sido. Apeló a los valores defendidos por mi abuelo el Conde Barcelona y nos convocó a un gran proyecto de concordia nacional que ha dado lugar a los mejores años de nuestra historia contemporánea”.

 

El rey Felipe VI añadió que “la independencia de la Corona, su neutralidad política y su vocación integradora ante las diferentes opciones ideológicas, le permiten contribuir a la estabilidad de nuestro sistema político, facilitar el equilibrio con los demás órganos constitucionales y territoriales, favorecer el ordenado funcionamiento del Estado y ser cauce para la cohesión entre los españoles. Todos ellos, valores políticos esenciales para la convivencia, para la organización y desarrollo de nuestra vida colectiva”.

 

Y añadió que “hoy, más que nunca, los ciudadanos demandan con toda razón que los principios morales y éticos inspiren –y la ejemplaridad presida– nuestra vida pública. Y el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no sólo un referente sino también un servidor de esa justa y legítima exigencia de los ciudadanos. Éstas son, señorías, mis convicciones sobre la Corona que, desde hoy, encarno: una monarquía renovada para un tiempo nuevo. Y afronto mi tarea con energía, con ilusión y con el espíritu abierto y renovador que inspira a los hombres y mujeres de mi generación”.

 

Y entonces lanzó su mensaje a favor de la unidad. “En ese marco de esperanza quiero reafirmar, como Rey, mi fe en la unidad de España, de la que la Corona es símbolo. Unidad que no es uniformidad, señorías, desde que en 1978 la Constitución reconoció nuestra diversidad como una característica que define nuestra propia identidad, al proclamar su voluntad de proteger a todos los pueblos de España, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. Una diversidad que nace de nuestra historia, nos engrandece y nos debe fortalecer… En esa España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español. Porque los sentimientos, más aún en los tiempos de la construcción europea, no deben nunca enfrentar, dividir o excluir, sino comprender y respetar, convivir y compartir”.

 

Después de pronunciar el discurso, el Rey Felipe VI se subió a otro Rolls Royce, en este caso descapotable, para darse un baño de multitud en su traslado al Palacio Real, donde recibirá a unas dos mil personas que tendrán su primera audiencia ante los nuevos monarcas, entre los que hay empresarios, dirigentes políticas y diplomáticos.

 

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