Diciembre 9, 2024

Invocando a Patria y Libertad

Se están haciendo tres reformas súper grandes. Una es política, otra es tributaria y otra es educacional. Con una mayoría circunstancial de la nueva Concertación, pero que son súper relevantes y que lamentablemente algunos de los ruidos que se escuchan a uno le recuerdan los tiempos de la Unidad Popular (…) Es un lenguaje que tiene olor a UP y yo creo que es un mal camino, porque después no hay que lamentarse si salen reformulaciones nuevas de Patria y Libertad”.(1) Declaraciones (y amenazas) de César Barros, presidente de multitienda La Polar, y ex presidente de SalmónChile. Un empresario que no oculta haber militado en el grupo terrorista Patria y Libertad.

Para quienes no lo sepan, o no tengan memoria, la peor banda paramilitar de extrema derecha que ha operado en Chile. Según sus instigadores, se debió a una reacción ante las políticas socialistas del gobierno de Salvador Allende. Sin embargo, su fundación fue anterior a la elección de Allende, ya que Pablo Rodríguez Grez había iniciado el “Comité Cívico” Patria y Libertad en 1970, con la finalidad de desconocer el resultado de las elecciones del 4 de septiembre de ese año.

 

Patria y Libertad es responsable del intento de golpe de Estado del 29 de junio de 1973 (el “tanquetazo”) y su actividad delincuencial incluyó el asesinato premeditado de civiles y militares. Entre ellos, el comandante Arturo Araya Peeters, edecán naval del presidente Allende. Las cifras globales del terror son inimaginables en nuestros días: Jorge Magasich contabiliza 52 atentados contra torres eléctricas, vías férreas y empresas públicas durante el paro de octubre 1972. Una cifra que se incrementó incesantemente. El 9 de septiembre de 1973 el senador Carlos Altamirano señalaba que entre el 23 de julio y el 5 de septiembre “se cometieron 1.500 atentados, 24 al día, uno cada hora, con un saldo de más de diez muertos, más de 117 heridos, aparte del gigantesco daño económico”.

 

Por ser curicano nunca he podido olvidar el atentado contra el oleoducto de Enap a su paso por el fundo “Los Cristales”, el 26 de agosto de 1973. El poder del explosivo era tan grande, que voló un tramo de 30 metros. El saldo fueron dos muertos por quemaduras, los campesinos Toribio Núñez y Celsa Fuentes y 17 heridos graves. Si ese ataque se hubiera producido en un momento de máxima carga del oleoducto, la explosión podría haber destruido buena parte de la ciudad y, probablemente, hoy no podría estar escribiendo estas líneas, ya que en ese momento sólo tenía cuatro meses de vida y mi familia vivía a poca distancia del lugar de la explosión.

 

Roberto Thieme comentaba en 2003 la manera cómo se planificó este ataque, en una entrevista con El Mercurio: “¿Alguien puede creer que nosotros sabíamos por donde venían los tubos desde Concepción a Santiago? ¡No, pues! Los marinos nos decían: en Curicó, en el kilómetro tanto pasa el tubo. En definitiva, Patria y Libertad puso la mano de obra y ellos la ingeniería y la logística”.(2)

 

Patria y Libertad no fue una reacción fascista, autónoma y espontánea, como se ha tratado de presentar. Se trató, como reconoce Thieme, de una operación insurreccional financiada, planificada y dirigida desde tres fuentes: la CIA a nivel internacional, sectores golpistas en las fuerzas armadas, y un sector del empresariado nacional, empezando por el grupo Edwards, propietario de El Mercurio. Por este motivo las declaraciones de Barros no pueden dejar indiferente a nadie.

 

Han pasado más de cuarenta años, pero basta un tímido y sutil desafío al orden impuesto por la “minoría no circunstancial” del pinochetismo para que se desencadene en la mente corrupta de estos tipejos el mismo arrebato criminal que les atrapó en su juventud. Tienen el dinero, los contactos y un formidable aparato comunicacional. Sólo les falta la “mano de obra”. ¿No será hora de que actúe la justicia, antes de que tengamos que lamentar sufrimientos mayores?

 

(1) Declaraciones en el programa Terapia Chilensis, Radio Duna, 8 de mayo de 2014.

  1. El Mercurio, 2 de septiembre de 2003, p. C 4.

 

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