Vivir en Chile debería ser una dicha para todos sus habitantes, sin excepción. Salvo terremotos que nos sacuden cada tantos años, tenemos un territorio de múltiple y bella geografía, acompañada de variados climas que muy rara vez se manifiestan extremos. Poseemos recursos naturales abundantes, valles y montañas, más de seis mil kilómetros de costa, buena agricultura y ganadería. Entonces ¿por qué un sector minoritario de los chilenos vive en la opulencia y el resto al tres y al cuatro, al crédito y con la única esperanza de obtener la Lotería para poder alcanzar una vida plena?
Los causantes de toda la explotación y abusos (muchos de ellos camuflados o endulcorados) que sufre la inmensa mayoría de la población se deben a la ambición, apropiación y usura del empresariado de clase, para cuya faena se apoyan en las leyes que dicta una elite política perteneciente a la misma clase social. Y si el pueblo reclama o decide otros caminos, como cuando eligió presidente de Chile a Salvador Allende, boicotean y acuden a su brazo armado: los militares. El empresariado de clase no tiene límites cuando da rienda suelta a su voracidad para apropiarse de la plusvalía y los derechos de los trabajadores. Buscan esquilmar a como dé lugar, sin ética alguna de por medio. No se conforman con veranear en cinco casas, quieren hacerlo en diez y más. Son anguillentos y su única patria es el bolsillo de los trabajadores. A sus pies, siempre a sus pies, se encuentran los dirigentes políticos trepadores (sobre todo, parlamentarios y ministros), dispuestos a cualquier contubernio con tal de alcanzar la prosperidad a costa de los demás. Ante el pueblo, durante sus campañas publicitarias pretenden aparecer como dioses apotropaicos, no siendo más que todo lo contrario.
¿Solución? Por supuesto, si queremos el bienestar de todos los chilenos debemos comenzar por recuperar los recursos naturales y servicios estratégicos (agua, luz, comunicaciones, etcétera) en manos del empresariado de clase y de los cuáles se apropiaron fraudulentamente a sangre y fuego primero, y luego con la complicidad de la Concertación. Fundamental es una asamblea constituyente, industrializar el país y declarar constitucionalmente la salud, educación, previsión, vivienda y trabajo como derechos inalienables del pueblo chileno y no productos de mercado. Esto, obviamente, sólo para iniciar el camino de la democracia y libertad. Pues el camino es largo…
PD: Comparto una frase del libro de Patricio Bañados, Confesiones de un locutor (Editorial Cuarto Propio): “Después de todo, entre nosotros [los chilenos] siempre ha sido mucho más repudiable denunciar una falta que cometerla”. Respuesta anticipada…, por si las moscas…