Diciembre 8, 2024

Los curas pedófilos

Los sacerdotes pederastas tienen a un santo y protector en la iglesia católica, el Papa Juan Pablo II, quien durante varios años protegió y amparó al trasgresor Marcial Maciel, el fundador de Los Legionarios de Cristo, así como a muchos otros, frente a los delitos de pedofilia, la iglesia era una gran encubridora.

 

El Papa Francisco, en respuesta a la investigación de Naciones Unidas, que equipara la pederastia con la tortura, se abocó a la investigación de 3.420 casos declarados, y sólo decidió expulsar del sacerdocio a 884 personas – es evidente que la iglesia se queda corta ante la realidad de la cantidad de curas implicados y del daño ocasionado a las víctimas -.

 

En el programa Vigilantes, del 7 de mayo del año en curso, un ex seminarista tuvo el valor de declarar ante las cámaras cómo obispos – Jorge Medina, Gonzalo Duarte, Francisco Javier Errázuriz – amparan y, hasta defienden, a curas pedófilos; este es candidato a cura católico, hoy protestante, puso el dedo en la llaga al denunciar la monstruosa formación que la iglesia daba a los aspirantes al sacerdocio, por medio de la cual se produce un lavado de cerebro, haciendo creer a los candidatos que están llamados a ser príncipes de la iglesia y, así, mirar en menos al rebaño.

 

Hay una iglesia maldita e hipócrita que sirve a los ricos y les rinde pleitesía, convirtiendo a Jesucristo en “un profeta de los mercaderes del templo”; en un maldito ginecólogo, que sólo se dedica a condenar a las mujeres; en un tirano, que entre otros defectos, impone a sus seguidores un celibato, incapaces de cumplir, pues las hormonas se lo comen. Así planteada esta visión de la religión, es cruel e inhumana, y viene a confirmar la enajenación: mientras más rico y poderoso es Dios, más miserable es el hombre.

 

Poco se podía esperar de una iglesia fundada por un neurótico y misógino como San Pablo de Tarso, que temía y huía de las mujeres. Es conocida su historia con su “popola”, Santa Tecla, a quien despreció luego de que lo rechazara al decidir mantener su virginidad. Los ritos católicos, para disfrazar su repudio a la mujer como fuente de pecado – al ejemplo de Eva – tomó el mito de las vírgenes de la antigüedad griega para instaurar el culto mariano.

 

El escritor Luis Orrego Luco, en su obra La casa grande, pintó muy bien el tipo de curas al servicio de los ricos, en el personaje “el Padre Correa”, una especie de pastor de vacas gordas, un capellán de la aristocracia feudal que, en Chile, afortunadamente, murió a partir de los años 60 del siglo XX, gracias a la “Revolución en Libertad”, de Eduardo Frei Montalva.

 

La iglesia de la “opción preferencial por los ricos” está haciendo agua por los cuatro costados que, sumado a la pedofilia de uno de sus representantes más emblemáticos, el padre Karadima, y hoy, el acusado padre John O´Reilly, gran figura de la Congregación de Los Legionarios de Cristo.

 

Siempre han existido, a mi modo de ver, dos iglesias: una, la de los príncipes purpurados, vasalla del poder del poder y heredera de Constantino, y, la otra, profética, seguidora de la Jesucristo, que opta por los pobres y vive como uno de ellos – es la iglesia del Padre Alberto Hurtado, Esteban Gumucio, Mariano Puga y de otros tantos, entre quienes se cuentan los teólogos de la liberación -.

 

El Papa Francisco, no obstante los gestos positivos con respecto a los robos y corrupción en el Banco Vaticano, como también a condenar la pedofilia en el seno de la iglesia católica, aún se resta mucho camino para realizar una verdadera revolución, como aquella que realizó el Papa Bueno, Juan XXIII.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

09/05/2014                        

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