Es todo y es nada: nadie osa definirse como clase alta o pobre; la clase media está pintada para ser compañera de ruta de la centro-derecha o de la centro-izquierda, y ocupa un alto porcentaje de los discursos demagógicos de los políticos. Las personas de clase media no pagan impuesto a la Renta, pero sí lo hacen con el IVA; las personas de clase media son asiduos seguidores del programa “Morandé con Compañía”, y creen que, por ejemplo, Fernando Villegas domina la política y es un gran sociólogo apocalíptico, y que Matías del Río es un profesional del periodismo objetivo – y no un mocito de la derecha -.
Las personas de la clase media votaron por Sebastián Piñera con la convicción de que es millonario, no va a robar y, además, están convencidos de que ósmosis, ellos también se convertirán en millonarios. Los ciudadanos de la clase media son los reyes de las tarjetas de crédito de las grandes multi-tiendas y no dejan ningún ipad de ultima generación por comprar, pero lo hacen endeudándose – más o menos deben cuatro veces su sueldo, pero eso no es todo, pues les encanta comprar camionetas 4X4, también a crédito – pero son muy felices encalillados, aunque reclaman, a veces, contra los ladrones banqueros, pero son sus mejores clientes y repactan miles de veces sus deudas.
La clase media es el equivalente al caviar para los sinvergüenzas, no son pocos, que abundan en Chile, y que fueron las víctimas predilectas de La Polar, la colusión de las farmacias monopólicas y “los polleros”, entre otros.
Los políticos de derecha – y algunos de la Democracia Cristiana – saben que los ciudadanos de clase media tienen terror de convertirse, de la noche a la mañana, en proletarios, les meten miedo, incluso sirviéndose de panfletos que distribuyen por las calles, haciéndoles ver que, al final, serán ellos los que pagarán los impuestos – no en vano el “tatita” los convirtió de proletarios en propietarios – y no los ricos. Hasta los más pobres de viejitos jubilados están temerosos de que les cobren el IVA por su casa secundaria, en la playa.
No me explico el porqué de la ausencia de un auténtico partido político de clase media, que ganaría, prácticamente, todas las elecciones, pues da identidad a los que concurren a las urnas. La UDI se define como popular, cuando sólo representa a los votantes de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea; los democratacristianos pretenden ser nacionales y populares, pero se atreve a definirse como el partido de las clases medias – una vez, en Chile hubo un partido de jubilados, pero tuvo muy poco éxito -.
Las personas de clase media reniegan de los políticos, pero terminan votando por ellos; les cargan los diputados y senadores, pero se sienten orgullosos y honrados cuando los candidatos a esos sillones los visitan en sus propias casas, para pedirles el voto – es como la visita del lobo a Caperucita Roja -. Afirman, juran y re-juran que abominan los partidos políticos, pero en cada elección terminan votando por personajes de las castas en el poder, y les encanta que los periodistas los describan de a pié, pero los convertido en un objeto y espectáculo en todas las tragedias.
Sin la clase media, el oficio de político no existiría y no habría a quién convertir en “compañero de ruta” y a quién hacerle creer, por ejemplo, que la reforma tributaria los perjudica en sus intereses inmediatos. ¿Quién defendería la propiedad de los ricos si no existiera la clase media? ¿Quiénes enriquecerían las grandes multi-tiendas si no existiese esta clase de mayorías? ¿A quiénes robarían las grandes empresas multinacionales si no contaran con la clase media?
Como diría el abate, Emmanuel-Joseph Sieyès al referirse al “tercer estado”, “es todo y es nada”, con la clase media ocurre lo mismo. En definitiva, la mayoría de ciudadanos del país, es decir, clase media es el ideal para ser utilizada como carne de cañón y compañero de ruta.
Rafael Luis Gumucio Rivas
21/04/2014