
Cuando la sombra de la guerra fría parece un recuerdo distante en un mundo con la mira puesta en la globalización, una llamada entre Barack Obama y Vladimir Putin hace recordar el célebre teléfono rojo que mantenía conectados a Rusia y Estados Unidos, países que manejaban a su antojo el mundo c on la amenaza de una inminente guerra nuclear.
Desde la lejana década del sesenta no se recuerda una comunicación entre los dos países en la que el lenguaje fuerte y las acusaciones hayan sido tan duras como en la llamada que realizó Obama a Putin el sábado pasado y de la que como testimonio circula una foto con un Obama visiblemente exaltado.
Con una Ucrania al borde del colapso, dividida y en medio del pulso entre Rusia y la Otan por no perder control de una ubicación geográfica privilegiada en Europa, Vladimir Putin no tardó en aprovecharse de la situación para mandar tropas rusas a la región de Crimea, que históricamente ha mostrado intenciones separatistas.
Obama no dudó en acusar a Putin de violar la legislación internacional, pero no contento con esto amenazó a Putin en reiteradas ocasiones. Así lo muestra la transcripción de la llamada de la Casa Blanca en la que se pueden leer apartes como: “Rusia no ha respetado la soberanía ni la integridad territorial”, “EE UU suspenderá la participación en las reuniones preparatorias del G-8” y “Si Rusia continúa incumpliendo la ley internacional, se atendrá a un mayor aislamiento político y económico”.
La llamada además de mostrar el progresivo alejamiento entre ambas potencias, revela de una vez por todas las intenciones de Rusia de volver a ser preponderante en el panorama internacional y embarcarse, como Estados Unidos, en intervenciones militares, con más ganas si estas se pueden realizar en lo que algunos expertos llaman “su patio trasero”.
Putin se escudó que la autorización que le entregó la Duma estatal (Parlamento ruso) para el uso de tropas solo con el objetivo “de proteger sus intereses y los de la población rusófona en el caso de que la violencia se extendiera por el este de Ucrania y la Península de Crimea”.
Obama respondió que “cualquier preocupación sobre el trato que pudieran recibir las etnias y minorías rusas en Ucrania debía resolverla por la vía pacífica, a través de negociaciones directas y bajo los auspicios del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o el Consejo para la Seguridad y Cooperación de la Unión Europea”.
Este nuevo desencuentro se une a una larga lista de temas en los que la política rusa y estadounidense no ha coincidido como la situación en Siria e Irán. Además ambos gobiernos están con la mira puesta en la grave situación de Venezuela, en la que las dos potencias se han mostrado distantes hasta el momento.
Parece complicado que Obama tome acciones distintas a la vía diplomática, sin embargo, esta llamada puede ser el preámbulo de lo que muchos ya consideran el advenimiento de una segunda guerra fría.
Una llamada en la que Obama en vez de ser fotografiado con su tradicional traje formal fue retratado con pantalones vaqueros y con una camisa con las mangas remangadas un mensaje claro de que su gobierno es diplomático hasta cierto punto pero que si se hace necesario como cualquier vaquero tejano no dudará en ensuciarse las manos para hacer su trabajo.
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