Hace dos semanas se llevó a cabo en Londres una reunión internacional sobre el tráfico de especies amenazadas. La conferencia tuvo por objeto confirmar el compromiso de países consumidores y exportadores de flora y fauna silvestre para controlar y erradicar este grave problema.
En los últimos años la extracción ilegal de todo tipo de vida silvestre se ha agravado de manera alarmante. Los ejemplos más conocidos son los elefantes y rinocerontes. Un cálculo conservador sobre el número de elefantes muertos en África el año pasado alcanza los 22 mil ejemplares (hay quien calcula que las muertes superan los 50 mil elefantes por año). A ese ritmo, la especie podría extinguirse en unos 15 años. La disparidad en las cifras se debe al hecho de que no se conoce con precisión la población total de elefantes, sobre todo en las zonas boscosas de África occidental. Los elefantes son asesinados por su marfil cuyo valor de mercado (legal e ilegal) alcanza los 4 mil dólares por kilo: un colmillo de un elefante macho adulto puede llegar a pesar 18 kilos. El mercado más importante de marfil se ubica en China y algunos otros países de Asia, pero también hay espacios para transacciones legales en Estados Unidos y Europa.
El caso de los rinocerontes es alarmante. Aquí las cifras son más precisas. Existen unos 18 mil rinocerontes blancos y unos 2 mil rinos negros, la gran mayoría de estos animales (96 por ciento) se encuentra en Sudáfrica. Alrededor de unos 5 mil rinos se encuentran en tierras de propiedad privada. El año pasado, más de mil rinocerontes fueron cazados ilegalmente con el fin de cortarles los cuernos y venderlos en China y Vietnam a precios astronómicos (en Hanoi y Ho Chi Minh un kilogramo de cuerno puede cotizarse en unos 90 mil dólares). Aunque la tasa de natalidad de los rinocerontes todavía supera la mortandad provocada por esta cacería, las cosas podrían cambiar en este 2014 y estos animales podrían también extinguirse en unos 10 o 15 años. En situaciones tan dramáticas o hasta más delicadas que las de los elefantes y rinocerontes se encuentran los tigres, diversas especies de osos y muchos reptiles y aves.
A la conferencia de Londres asistieron representantes de 46 países y se firmó una importante declaración que claramente cierra la puerta a los esfuerzos de algunos países para legalizar los mercados de estas y otras especies.
La reacción no tardó en manifestarse. Frente al objetivo de terminar con el tráfico ilegal de especies amenazadas ha surgido un movimiento que ofrece controlar la masacre a través de la creación de mercados legales de estas especies y sus ‘productos’ (pieles, colmillos, cuernos, huesos, jugo biliar, etcétera). Es un lobby internacional de propietarios de granjas de todo tipo de animales, desde pitones y lagartos (pieles), hasta ranchos con rinocerontes (cuerno), tigres (huesos y piel) y osos en cautiverio para extraerles el jugo biliar. Si usted tiene el corazón débil, no le aconsejo ver en YouTube los videos sobre la vida de los animales en estas ‘granjas’. Este lobby se esconde detrás de las palabras mágicas uso sustentable y argumenta que con granjas y productores legales se puede tener el control del mercado. Insisten en que sus granjas bajarían los precios de estos productos y eso terminará por expulsar a los cárteles que hoy dominan el tráfico de especies. Pero su análisis económico adolece de numerosos problemas, entre los que se encuentra el hecho de que no se tienen datos sobre la elasticidad precio de la demanda. Esto quiere decir que los modelos usados por este lobby no pueden decir nada sobre la expansión de la demanda final al reducirse los precios. Además, los mercados legales abren la puerta al lavado de marfil, cuernos, pieles y otros ‘productos’ de estos animales.
Los promotores de las granjas insisten en que la vida silvestre es un ‘recurso’ que debe ser explotado para el bienestar de la humanidad. Bueno, no toda, sólo la que es propietaria y tiene el capital para convertir a la vida silvestre en espacio de rentabilidad. En pocas palabras, es el neoliberalismo aplicado a todo lo que se arrastra, camina, vuela o nada en la biosfera. El proyecto de este lobby es legalizar mercados y abrir granjas de especies amenazadas para convertirlas en mercancías y de este modo asegurar su ‘conservación’.
No importa que la ganadería y la avicultura tengan muy poco que ver con la conservación de vida silvestre, el lobby pro comercio insiste en que sólo sus granjas productivas podrán salvar tigres, osos, rinocerontes y otras especies (incluidos elefantes).
Si regresara George Orwell escribiría sin duda una secuela a su célebre Rebelión en la granja. Sólo que esta vez, el cerdo Napoleón representaría no al comité central de un partido totalitario, sino al consejo de administración de una granja en la que los animales deben reproducirse para entregar sus pieles, colmillos, cuernos y huesos a los accionistas. Y todo al grito de ¡Viva el uso sustentable y el capital natural!
Twitter: @anadaloficial