Febrero 14, 2025

Jorge Aravena Llanca: “Borges no aceptó el soborno del Premio Nobel”

México DF.- En entrevista digital desde Alemania, Jorge Aravena Llanca, escritor y músico chileno, habla de su encuentro con Borges en Ecuador: “Antes de su visita a Chile, recibió una llamada telefónica desde Suecia para pedirle que declinara la invitación del régimen de Pinochet, de lo contrario perdería el Premio Nobel. En 1976 estuvo a un paso de obtenerlo pero, al parecer una inoportuna, o premeditada acción de parte del mismo Borges, la aceptación de visitar el país de Augusto Pinochet, lo descalificó, o se descalificó, a propósito él a sí mismo y, como un acto premeditado de su parte, ante la Academia Sueca para siempre para no obtener ese Premio al que, siempre, le dio rotundas y polvorientas calificaciones de destructivas guerras. Él no quería recibir este Premio”. Borges declaró: “No me dan el Premio Nobel porque en Suecia sigue habiendo gente sensata. Seguiré siendo el futuro Premio Nobel, aunque desde el momento en que nací he dejado de ganarlo. “Es posible que me quiten el Premio Nobel, pero no podrán hacerlo con mi candidatura permanente al Premio Nobel”.

MC.- Jorge, habíamos conversamos sobre Neruda y Borges en 2007, pero no me contó los detalles de su encuentro con Borges en Ecuador, ¿quién invitó al escritor argentino?

JA.- Jorge Luis Borges visitó Ecuador a mediados de 1978, oficialmente invitado por el Gobierno Militar que gobernaba el país. En esos años el gobierno ecuatoriano era ejercido por un Consejo Supremo de Gobierno, integrado por los militares que habían derrocado al dictador Guillermo Rodríguez Lara, asumiento con las mismas medidas de fuerza el mando del territorio nacional. Este Consejo estaba conformado por tres miembros, representando a cada rama de las Fuerzas Armadas: el Almirante Alfredo Poveda, como representante de la Fuerza Naval y Presidente del Consejo; el General de División Guillermo Durán Arcentales, como representante de la Fuerza Terrrestre; y el General del Aire Luis Leoro Franco, como representante de la Fuerza Aérea. Fueron estos militares los que invitaron a Borges y María Kodama, entonces su secretaria privada, lo mismo que a un sinnúmero de otros intelectuales, poetas, escritores, ensayistas e historiadores de toda Latinoamérica, para asistir a los eventos que se celebrarían en Quito la capital del país. Como una forma de promover la cultura, en una asociación sin partidismo, la literatura sin trabas a la política contingente, como lo demostró la calidad humana de los participantes, arropando con su posición política, con su presencia e ideas, a Borges con su universalidad literaria, como lo hicieron los más connotados intelectuales de Latinoamérica invitados a ese encuentro.

 

MC.- ¿Los militares integraron el Comité Organizador en Quito?

JA.-La tarea de la organización le fue encargada al Círculo de Lectores, son sede en Barcelona, creada en 1962 por Reinhard Mohn, presidente del grupo alemán Bertelsmann, conocido editorialista alemán. La oficina en Ecuador, era ejercida comercialmente por esta empresa que ha sido un club de referencia en el mundo del libro y la cultura. La organización estuvo a cargo de personeros venidos de España y de Colombia como el destacado editorialista Antonio Correa y yo, como fotógrafo oficial, en libre ejercicio.

 

MC.- ¿Era una invitación parecida a la emitida por la dictadura de Pinochet?

JA.-No. Las Fuerzas Armadas ecuatorianas habían tomado a la fuerza el Gobierno y fue una de las tantas y variadas dictaduras en Ecuador (1976-1979). Fue en reemplazo a la Función Ejecutiva del General de División Guillermo Rodríguez Lara, quien había liderado un gobierno de izquierda moderado, bajo la denominación de “revolución y nacionalismo”. En contraste, el triunvirato militar que invitó a Borges, asumió una política más aperturista. Dentro de esta modalidad, se cursó la invitación, sin reparos a qué facción política pertenecieran los invitados. La programación del evento y la invitación a Borges y los otros literatos, fue con un evidente afán, de parte de los militares, de disminuir la tensión social a través de la represión que los dictadores establecieron en ese entonces, además, de sendas comisiones jurídicas para elaborar el camino de retorno a la democracia de Ecuador, y un acercamiento a la labor intelectual del Continente.

 

MC.- ¿Los militares ecuatorianos no integraron el Plan Cóndor?

JA.- Pese a todo, se tenía conocimiento que los militares ecuatorianos se habían adherido a los lineamientos del Plan Cóndor gestado desde Washington, dentro del cual estaban los golpistas gobiernos militares, principalmente de Chile bajo el mando de Pinochet, de Argentina, Uruguay y Brazil, con el beneplácito de otras naciones bajo las órdenes del gobierno de Norte América.

 

MC.- ¿Por qué Borges aceptó la invitación de los militares sudamericanos?

JA.- A mediados de 1970, Borges había iniciado un sinnúmero de viajes por el mundo acompañado, desde hacía un tiempo, exclusivamente por María Kodama. En agosto de 1976 parte para México. Tres años antes había recibido el Premio Alfonso Reyes, como testifica Roberto Alifano en el libro Borges, Biografía verbal (1988). Ahora viajaba invitado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para pronunciar dos conferencias. Un tiempo más tarde, en septiembre, es cuando realiza el polémico viaje a Chile, cuya descripción tiene varios autores que la clasifican de diversas maneras. Fue invitado por la Universidad de Chile, pero el Gobierno Militar, y el mismo dictador, Augusto Pinochet interfirió, con mucha zagacidad, en la programación condecorándolo con la Orden al mérito Bernardo O´Higgins.

 

MC.- ¿Cómo describiría el contexto del polémico viaje de Borges a Chile?

JA.- Antes de viajar a Ecuador en 1978 y en la cumbre de su carrera como escritor, Borges venía de recibir, en 1976, comprometedoras prebendas y beneficios del gobierno dictatorial de Chile bajo el férreo mando criminal de Augusto Pinochet, con el beneplácito de toda la derecha de ese país; el apoyo de las clases acomodadas que conformaron siempre la oligarquía chilena desde los mismos tiempos de la Colonia; pasando por la etapa de la Independencia, hasta llegar a los tiempos actuales; unidos a los militares, a derrocar al Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende que propulsaba una revolución en libertad, en aras de recuperar la riqueza del territorio para el pueblo chileno que, por derecho propio le pertenecía. Por entonces, Jorge Luis Borges, ya había ganado los más importantes premios de literatura que el mundo, ancho y conocedor de su obra, le había otorgado, exceptuando, hasta 1976, el Premio Nobel.

 

MC.- ¿Cómo recuerda los días ecuatorianos con Borges?, ¿de qué temas conversaron?

JA.- Borges era el ser más maravillosamente libre que he conocido y también el más ético. Era capaz de sostener una idea, si creí en ella, sin dejar de lado la reflexión sobre su contenido; si su razonamiento o los hechos le indicaban que estaba equivocado, no tenía problemas en declarar públicamente su equivocación, aun cuando ésta le perjudicara. Jamás medró en lo que decía. Es una de las pocas personas que he conocido que jamás se traicionó en sí misma. Borges era esencialmente libre porque respetaba la libertad ajena, sabía donde estaba el límite de la suya, sabía que libertad era responsabilidad y asumir los hechos que uno desencadenaba. Recuerdo siempre una de las tantas anécdotas en torno al Premio Nobel. Borges me contó que en 1976, antes de su visita a Chile, recibió una llamada telefónica desde Suecia para pedirle que declinara la invitación del régimen de Pinochet, de lo contrario perdería el Premio Nobel. María Kodama confirmó esta solicitud desde Suecia, declaró ante la prensa argentina en 1976: “La respuesta de Borges, que recordaré toda la vida, fue cortés y terminante: ‘Señor, después de lo que usted me ha dicho, aunque hubiera pensado en no ir a Santiago para recibir el Doctorado honoris causa de la Universidad de Chile, mi deber es ir, porque hay dos cosas que un hombre no debe permitir: sobornar o ser sobornado. Le agradezco mucho su llamada y su advertencia. Buenas tardes’”.

 

MC.- ¿Cómo reaccionó Borges después de colgar el teléfono?

JA.- Enseguida me contó que eran grandes las posibilidades para su nominación en 1976, pero el hecho de su programada visita a Chile, gobernado entonces por Pinochet, cerraba definitivamente sus posibilidades. Le dijo el académico sueco: “Señor Borges, si usted quiere reflexionarlo, siempre podría decirle a los chilenos que estaba enfermo”. Tomándome por los hombres me preguntó si yo me dejaría sobornar. Le contesté negativamente. Entonces agregó: “¿por qué piensa que pueda hacerlo yo?”. Creo que fue desde entonces cuando él, con un enorme sentido del humor, cuando la gente en Argentina se lamentaba que no le dieran el Nobel, decía: “Dios nos libre de dármelo. Así, me convierto en una tradición escandinava, en un mito, el hombre al que nunca le dieron el Premio Nóbel; de lo contrario sería un número de la lista”.

 

MC.- ¿Borges rechazó el Nobel deliberadamente?

JA.- Sí, deliberadamente. En 1976 estuvo a un paso de obtenerlo pero, al parecer una inoportuna, o premeditada acción de parte del mismo Borges, la aceptación de visitar el país de Augusto Pinochet, lo descalificó, o se descalificó, a propósito él a sí mismo y, como un acto premeditado de su parte, ante la Academia Sueca para siempre para no obtener ese Premio al que, siempre, le dio rotundas y polvorientas calificaciones de destructivas guerras. Él no quería recibir este Premio. De esta manera y, por la forma derivada de estos acontecimientos, nació el histórico desencuentro que convirtió al escritor argentino, una de las figuras cumbres de las letras del siglo XX, en candidato crónico e, invariablemente frustrado, en apariencia, al premio más significativo de Literatura, y determinó que el Nobel se perdiera, acto mayor, de tener a Borges entre sus galardeonados.

 

MC.- ¿Usted corroboró que Borges estaba en la terna del Nobel en 1976?

JA.- Emir Rodríguez Monegal –invitado también al evento de Ecuador–, un intelectual de meritoria trascendencia marxista, y biografo autorizado, en su libro Borges. Una biografia literaria (1978), cuenta que en 1976, el escritor argentino ya había sido elegido a medias con Vicente Aleixandre, el poeta surrealista español, para el Premio Nobel. Es en este momento en que se efectuó la visita intempestuosa a Santiago de Chile, para aceptar, según cuenta el mismo Borges, homenajes de parte del pueblo chileno otorgados por la Universidad de Chile de quien fue la invitación –y no de Pinochet–, Universidad la más representativa en la historia de este país como benefactora de formación superior. Fue esto, la visita y los fundamentos con que la avaló Borges, lo que le bastó a la Academia sueca para borrar, ocultando cuidadosamente en el futuro, entre otros nimios argumentos, el nombre de Borges, para siempre, entre los escritores dignos de recibir ese anhelado premio.

 

MC.- ¿Qué destacaría del discurso de Borges en la Universidad de Chile intervenida por los militares?

JA.- Sin duda, ningún otro texto, afanes y palabras de Borges habían sido tan debatidos cuando se consultaba su postulación, como su discurso en la Universidad de Chile aquel 22 de septiembre de 1976, al recibir de manos militares el Doctorado Honoris causa de esa institución superior, de parte del Rector de la Universidad de Chile, bajo el mando del dictador chileno Ausgusto Pinochet, de tan triste e inocultable ferocidad con su propio pueblo, durante los 17 años de su nefacto gobierno. Todo ocurrió un día después que el Canciller chileno Orlando Letelier muriera en Washington por un atentado explosivo activado por un agente de la CIA y, a la vez de la DINA. Esa misma agitada mañana, Jorge Luis Borges era conducido ­–sin saber él a dónde­–, al edificio Diego Portales para reunirse con el sanguinario general Pinochet.

 

Las palabras de agradecimiento de Borges han quedado grabadas en letras de molde, con las irónicas y clásicas certezas borgianas, en la historia de la literatura mundial: “Yo declaro preferir la espada de la libertad, la clara espada a la furtiva dinamita. Hay un hecho que debe conformarnos a todos, a todo el continente, y acaso a todo el mundo. En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita. Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénaga. Y aquí tenemos a Chile, esa región, esa patria, que es la vez una larga patria y una honrosa espada”. En otro pasaje Borges menciona “un premio con olor a pólvora”, frase donde se resume claramente su conducta y, decisión final, de no recibir ese anhelado premio progenitor de guerras y exterminios.

MC.- ¿Cuál fue la respuesta de los intelectuales de la época?

JA.- Otro biógrafo de Borges, el chileno Volodia Teitelboin, prestigioso comunista, como tal íntimo de Neruda y enemigo acérrimo de Borges; Volodia intenta desprestigiarlo en su libro Los dos Borges (1996) con sus sarcasmos y duplicerías de malevos adjetivos, y con un comentario que el académico sueco, encargado del capítulo castellano, le comunicó en Estocolmo en 1979. Dijo Arthur Lundkvist: “Soy y seré un tenaz opositor a la conseción del Premio Nobel de Literatura a Borges, por su apoyo a la dictadura de Pinochet, que ha sido usada por la propaganda de la tiranía para intentar una operación cosmética”.

 

Teitelboim opina que no fue el hecho que Alfredo Nobel inventara la dinamita la “furtiva dinamita” –como dijo Borges–, la razón pincipal del disgusto del jurado ante esa toma de posición. Con esto descalifica, como fue su intención en todas sus referencias a Borges, la superioridad moral y ética del poeta argentino ante él mismo y demás escritores del mundo entero. Añade que, conversó en Estocolmo con el mismo miembro de la Academia Sueca, quien le expresó que “una persona que es capaz de tamaños pronunciamientos, de decir atrocidades o desatinos dignos del calibre del Cañón Gran Bertha, sensillamente, no podía recibir el Premio Nobel de Literatural”, obviando que ese Gran Cañón era impulsado por la pólvora que el mismo Nobel fabricó y cuya venta, hasta sus cotizaciones en la Bolsa mundial, es el sustento de esos premios inclusive el Premio de la Paz. Borges, sin embargo, sabía muy bien cual fue su propósito al esquivar ese premio. Él siempre fue anticomunista ­–gran admirador de los militares que lograron la independencia Argentina, en cuyas fuerzas había varios de sus gloriosos antepasados­­–, era contrario a toda represión y encarcelamiento de la libertad, como fue el periodo de Perón en Argentina.

 

MC.- ¿Rechazar el Nobel era una decisión política?

JA.- La desición de Borges fue un acto premeditado, una confesión que María Kadama recibió de sus propios labios cuando desde Suecia se le trató de sobornar, instándolo a que no fuera a Chile, a cambio de recibir el Premio Nobel. Con el ánimo claro y consecuente con su vida y su obra, Borges muchas veces se refirió al “No Premio Nobel” con hidalgía, risueño, tranquilo e irónico como era su costumbre ante cualquier ataque, muy frecuentes a su literatura y a su persona. A una periodista argentina que, con pena, le hizo referencia a este supuesto fracaso, le dijo: “No se preocupe, se trata de una situación que lejos de molestarme, me divierte. Me apena sí por los argentinos, que la sienten como si fuera que han perdido un importante partido de fútbol”.

 

En definitiva, no le importaba que no le hubieran dado el Premio Nobel, pues fue su propósito que no se lo dieran. Tal vez una maniobra no muy afortunada, por cierto, al elegir al régimen de Pinochet como escusa, como una estrategia y una trampa al Comité Sueco para no ser honrado con un “Premio con olor a pólvora” como dijo en más de una ocasión. En otras referencias al Nobel añadió: “No me dan el Premio Nobel porque en Suecia sigue habiendo gente sensata. Seguiré siendo el futuro Premio Nobel, aunque desde el momento en que nací he dejado de ganarlo”, insistía sonriendo: “Es posible que me quiten el Premio Nobel, pero no podrán hacerlo con mi candidatura permanente al Premio Nobel”.

 

MC.- ¿Qué reproche podía hacerle al Premio Nobel si fue creado para reparar el horror que produce la dinamita?

JA.-Borges era conciente que los Premios Nobel se otorgan con la produción y venta de la pólvora, la dinamita, las armas personales y de utilización masiva en todas las guerras que ha emprendido el imperialismo mundial, quedando en la oscuridad quienes son los progenitores de la fabricación del nefasto material con que se perturba la paz en el mundo, no pudiéndose lograr nunca una paz duradera, pues los gestores permanecen en las sombras, como los poseedores del dinero que engendran los fabricantes con cuyas ganancias otorgan, no solo el de literatura, sino, insólitamente, el Premio de la Paz.

 

Borges era muy conocedor de esta tremenda contradicción. Tan sólo él y el francés Jean Paul Sartre, fueron los únicos en negarse a recibir tan ignominioso Premio, que hasta connotados poetas y novelistas de nuestra América, como Pablo Neruda, García Márquez, Mario Vargas Llosa, entre otros, lo han recibido sientiéndose honrados –lo mismo sus connacionales–, de este Premio que conlleva consigo la muerte y la depravación, sin interrupción con las guerras a nivel mundial. Bajo este prisma, la acción de Borges al negarse, con ese mal entendimiento –al elegir como ejemplo a Pinochet–, puede comprenderse, no solo esa desafortunada fecha y, mal elegida visita al dictador, sino su noble rechazo a recibir ese Premio innominioso que es otorgado con la comercialización de la pólvora y la dinamita, invento, éste último de Alfredo Nobel, creador de la Fundación que otorga, que sobrevive –y es custodiado por la monarquía sueca–, con grandes inversiones en las armas que manejan las guerras, también, por La Cámara de Comercio de ese país y en las Bolsas mundiales que se encargan de acrecentar el caudal que custodian en nombre del Premio de Literatura y principalmente de la Paz.

 

MC.- Borges rechazó el Nobel, ¿pero nunca admitió el error al recibir la condecoración de Pinochet?

JA.- Sí, ante el periodista Roberto Alifano, dos años más tarde del terremoto por su visita a Chile, en una entrevista que le hizo para el diario Clarín, Borges admitía su error: “Fui a Santiago por una invitación de la Universidad de Chile para recibir un doctorado honoris causa –explicaba­. Luego me otorgaron esa orden que no pude rechazar. No soy para nada fasista; tampoco comunista, soy solo antiperonista. Dije cosas que quizá no debí decir y de las cuales ahora me arrepiento, pero eso se debe a que no sé nada de poítica”.

 

MC.- ¿A qué atribuye el desconocimiento del episodio ecuatoriano en las biografías de Borges?

JA.- Curiosamentre en casi ninguna biografía de Borges, incluso de escritores que lo conocieron muy detalladamente, dan noticias de su viaje a Ecuador. El año de 1978, viajó a México y de ahí a Bogotá, de donde pasó a Ecuador. Hasta María Kodama carece de fotografías, como me comentó en la Feria del Libro de Frankfurt 2009, tampoco los periódicos en Argentina dieron noticias del viaje a Ecuador. En Quito, Borges fue recibido en todos los foros donde estuvo presente, como un triunfador, hasta como una detonante alegría, un regalo inesperado. Con delicadeza y admiración los ecuatorianos le rindieron respetuosos homenajes, en los que no faltaron, por supuesto, personas que con referencias alusivas al homenaje de Pinochet en Chile, intentaron menoscabar los actos programados, pero todas las preguntas capciosas, chocaron con su ingenio, con su tranquilidad ante los comentarios adversos a sus creencias y, sin molestia de ninguna clase, contestaba cuantas preguntas, incisivas e insidiosas, se le formulaban arrancando, con sus ingeniosas respuestas, aplausos desde el auditorio, como aquella ante, más que pregunta, una acusación, de que era anticomunista y conservador, amigo de los militares y su literatura alejada de los problemas del pueblo, a lo que respondió: que él, influenciado por su padre se declaró anarquista en su juventud y, que fue amigo de un gran comunista como era el poeta chileno Vicente García Huidobro; en el año 20 dentro del círculo de un hombre de inquietudes precursoras como Rafael Cansinos Assens, judío-comunista, añadiendo que, en esa época de su comienzo literario, le dedicó unos versos admirativos a la Revolución Rusa, a la paz y la fraternidad humana y que de alguna forma fue, brevemente, como muchos en su juventud, un entusiasta comunista.

 

En el marco de su invitación dio conferencias en el auditorio de la Universidad Católica de Quito, ante un nutrido auditorio de intelectuales, estudiantes y gente del pueblo, acompañado en el estrado por figuras como Pedro Jorge Vera, Ángel Rama, Rodríguez Monegal, Álvaro Mutis, Eduardo Galeano, Enrique Anderson-Imberg y otros connotados intelectuales del Ecuador como Galo René Pérez, Euler Granda y Carlos Eduardo Jaramillo. Muchos de los invitados, por diversas razones, rechazaron la invitación. La lista de invitaciones contempló la calidad literaria de los denominados, en ningún caso sus intereses y tendencias políticas. Fue así que la más numerosa asistencia fue de poetas y escritores de izquierda. De los que no estuvieron presentes, los más conocidos fueron Mario Vargas Llosa, Nicanor Parra, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sábato, Jorge Teillier, Juan Rulfo y Francisco Coloane.

 

MC.- Finalmente, ¿qué reflejaron las fotografías que usted tomó de Borges en Ecuador?

JA.- Durante todo el tiempo de su estadía en Ecuador, su rostro, liviano como el amor de un padre, con un álito fosforescente que guardamos como uno de los más recordados privilegios de la vida, usted Borges, estuvo frente a mí. Como fotógrafo me olvidé de su cuerpo, pues, en el refulgente color de sus pupilas leí cuánto necesitaba desde que lo adiviné en el primer libro suyo que leí en Buenos Aires. Borges no conoció, ahora lo pienso con tristeza, mi rostro intentando congraciarse con el suyo; mi fisonomía y mis expresiones fasiales le fueron esquivas, pero sin duda entrevió, en amarillo, que era yo de origen latinoamericano. Pero sí identificó mi inconfundible acento de Buenos Aires, el porteño del tango, que nos provocó una mutua confianza y complicidad. Nos llamábamos por nuestros nombres, con el mismo acento de las esquinas rosadas de nuestra infancia, cuando los impertinentes, sin estar María Kodama presente, se convertían en una carga, como fue la compañía, entre otros, de Hernán Rodríguez Castedo que no lo dejaba hablar exponiendo sus conocimientos de literatura universal, teniendo yo, por pedido suyo, de María y del Círculo de Lectores, que alejarlo para que descansara de su verborragia. Me queda, además, ahora que está tan lejos, la posibilidad de mirar a diario todos los retratos que le tomé, leer sus libros y, en el aire, circulando la palabra “Jorge” que es nuestra denominación –un ensueño para mí–, de que ambos nos comunicábamos con otro Jorge, porque ambos nos llamamos igual. De alguna manera nos hemos repetido, lo que me reservo como un sano y modesto orgullo.

 

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