Resultan curiosas y patéticas las justificaciones del neoconservadurismo fascista tratando de dar piso mediático al vandalismo y la delincuencia que por estos días azotan las calles de las principales ciudades venezolanas.
Mientras los pacíficos encapuchados, cargados de piedras, artefactos pirotécnicos –y no pocos equipados con armas de fuego, radios transmisores y otros elementos propios de quien va a matar o morir– aducen que el motivo de las “protestas pacíficas” es el desabastecimiento, los autodenominados “líderes” –Ledezma, López y Machado– ocultos en sus cuarteles paramilitares versionan causas diferentes, aducen que las marchas son para que Nicolás Maduro renuncie. “La salida” es la contante fascista –según el modelo Ucrania– tuitearon como lema de este nuevo intento destinado al fracaso. Sí, es cierto. Pero lograron segar vidas, nada nuevo.
Por cierto, es risible hablar de desabastecimiento en el este caraqueño, el “barrio alto” local. Los lujosos automercados en las no menos lujosas urbanizaciones de la clase acomodada –y bien acomodada– quizás como nunca se mantienen repletos, y no precisamente de producción nacional. ¡No!, los delicados paladares de las “villas”, “cumbres”, “colinas y “altos” urbanizados, donde moran los ricos, demandan perpetuamente productos y delicatesen importadas.
Al contrario, el empeño del gobierno de Nicolás Maduro en dar un vuelco histórico al modelo improductivo, rentista y petrolero encuentra obstáculos –como es obvio–y hoy no pocas decisiones pueden afectar a algunos sectores de la economía, pero no hay otra forma de hacerlo, como no sea realizando los ajustes del caso para dibujar un mañana diferente.
En realidad, son las clases populares las que son un tanto afectadas por la ausencia, más o menos temporales, de algunos productos. Las más de las veces desabastecimiento empujado por la clase burguesa importadora improductiva venezolana, no sólo promoviendo la ausencia de productos, sino también –en asociación con mafias contrabandistas– desviando gran cantidad de rubros alimenticios y medicamentos a Colombia, a las islas holandesas caribeñas (Curaçao, Aruba y Bonaire) y a Trinidad y Tobago, así como combustibles. Total,business are business, la expresión más pronunciada por los grupos burgueses importadores.
De manera que los discursos justificativos de esta nueva intentona golpista se emiten a gusto del emisor. Patética manera de entender y practicar la política, puesto que –curiosamente– las clases populares, es decir y según decir de la apátrida burguesía improductiva y de los medios privados, los negros, los morenos, los indígenas, incluso los blancos de origen europeo menos afortunados en la práctica del deporte del amasado de dinero, ésos… ¡que se jodan! A diente pelado y sin tapujos, así lo gritan frente a las cámaras de la inefable TV burguesa.
Y digo contradictorio porque no son las clases populares las que causan desmanes, destrucción y muerte en las calles. Por cierto, para la burguesía importadora, madre de todas las desgracias nacionales, las clase populares son tildadas de “chavistas brutos, “pata en suelo”, “tierrudos” y un largo etcétera por el estilo.
La FAO premió en 2013 el esfuerzo del estado venezolano por la implantación del modelo alimentario venezolano. Valga decir que los 40 años de desgobiernos neoconservadores, los venezolanos apenas aumentamos 1 centímetro en promedio de estatura. Los planes desarrollados por Chávez, en 13 años, estimularon ese indicador hasta llevarlo a 1,98 centímetros. Decía, por estos días, el canciller Elías Jaua, ex ministro de agricultura, que al inicio de la revolución en 1999 los venezolanos consumían apenas 15 kilogramos/año de carne, hoy, sobrepasan los 35 kilos.
He allí la diferencia. Sólo algunos de los tantos datos sociales y económicos resaltables que indican hacía donde quieren ir las mayorías en Venezuela y la explicación de por qué los venezolanos han aplicado al fascismo pro-norteamericano 18 derrotas desmoralizantes en 19 contiendas electorales.
Al fascismo venezolano le cayó una especia de maldición desde el arribo de Chávez que los lleva a un permanente ritornelo político asociativo: si no se unen, les va mal, si se unen, les va peor.
Arévalo Enrique Méndez Romero, embajador de Venezuela en Chile, general retirado del Ejército de su país.