Diciembre 9, 2024

En algún lugar: El sueño olímpico

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En algún lugar festivo, los ideales humanistas se glorifican en una corona olímpica; todas las miradas coinciden en el mismo sueño y todas las voces se solidarizan para extirpar los anacronismos que envilecen la imperfecta condición de los hombres…

El olimpismo resurge enla era moderna para dignificar al ser humano, pero como todas las utopías, se ha enfrentado a una diversidad de radicalismos, dogmas, anacronismos. En los juegos olímpicos de invierno en Sochi, Rusia, se suscita una contradicción galopante entre los ideales humanistas y la intolerancia que ha caracterizado al régimen de Vladimir Putin.

El estruendo de la singular plegaria “Madre de Dios, echa a Putin” que se escuchó en todos los rincones de la catedral del Cristo Salvador de Moscú fue suficiente para que las integrantes del grupo Pussy Riot: Nadezhda Tolokónnikova y María Aliójina, fueran sentenciadas a prisión; después de dos años fueron liberadas por un decreto de amnistía general. Y el año pasado entró en vigor la ley que prohíbe la propaganda homosexual entre los menores; las voces de protesta y las reacciones en la aldea global se agudizaron en la víspera de la inauguración de los juegos olímpicos de invierno.

Un día antes, Günter Grass, Salman Rushdie, Jonathan Franzen y 200 escritores más, firmaron una carta abierta contra las “leyes rusas que estrangulan la libertad de expresión” que fue publicada en el periódico “The Guardian”. El mismo día de la inauguración, fueron detenidos 19 activistas en Moscú y San Petersburgo y el buscador Google incluyó el fragmento de la Carta Olímpica que postula que el deporte no admite la discriminación y que el espíritu olímpico exige comprensión mutua, solidaridad y amistad.

Los destellos de esta polémica se filtraron en el rígido protocolo de la ceremonia inaugural: Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, enfatizó en su discurso que es posible vivir sin discriminación; Barak Obama, no asistió al eventoy envió a dos deportistas que han declarado públicamente su homosexualidad como representantes de la delegación estadounidense; tampoco asistieron: Francois Hollande, David Cameron y Joachim Gauck. Y al final del desfile de las naciones se escuchó al dueto ruso “Tatu”, que apoya a la comunidad lésbico-gay.

La irreverencia y el sarcasmo son también expresiones del rechazo a la intolerancia y a la criminalización de las diferencias, como la cerveza inglesa denominada “Mi nombre es Vladimir” que ostenta el mensaje “No es para gays” y el comercial del Instituto Canadiense para la Diversidad y la Inclusión con dos competidores de ludge que inician el descenso.

La intensidad y la proliferación de las protestas es un indicador del hartazgo global por los prejuicios despotismos de la intolerancia. Quiero creer que ha llegado el momento histórico para despojarnos de criterios obtusos y avanzar a un estadio cultural superior de nuestra especie. Y justamente ahora, la comunidad global se inspira en el sueño olímpico para defender la universalidad de la libertad y la igualdad, y todas las voces se solidarizan para extirpar los anacronismos que envilecen la imperfecta condición de los hombres.

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