México DF.- En entrevista con Clarín.cl Leonardo Tarifeño (1967), periodista y crítico literario argentino, habla del libro Extranjero siempre: “Son crónicas nómadas en un sentido casi de memorias, cosas que me han pasado en la profesión de reportero, son aventuras que he tenido que escribir, eso vi en los 20 textos que terminaron definiendo el concepto del libro: el viaje, pero no en sentido paisajístico, puede ser el viaje interior con los hongos del peyote en San Luis Potosí, con las drogas, con el clímax del sexo, o en el viaje a África para buscar un músico y al final encontré otra historia. Es como si fuera un enviado especial a la realidad en sus múltiples rostros, lo único que yo no quería era reducir la realidad a una visión ideológica o política. Se dice que en el periodismo no debe entrar la ficción, porque la ficción es una mentira finalmente, a mí me parece que es una mentira cuando uno reduce la realidad a una visión ideológica”.
MC.- El año pasado, el escritor mexicano Gerardo Lammers inauguró la colección de crónicas “El salario del miedo”, ¿cómo llegó tu manuscrito a la editorial Almadía?
LT.- Trabajé con Gerardo Lammers en la revistaCambio, somos amigos, también conocí al editor J. M. Servín hace varios años. Trabajé en la revista cultural El Ángel, del periódico Reforma, donde publicamos a J. M. Servín, él conocía mi crónica de inmersión en una clínica de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos. Cuando nos reencontramos –hace un par de años-, J. M. Servín me preguntó: “¿tienes algo para publicar?”, estaba interesado en recuperar un tipo de periodismo de la vida cotidiana, más osado, fuera de la agenda política, sin prejuicios, con un enfoque personal, con una fuerte marca de autor y dando la importancia a la prosa, el editor me dio las pautas para la colección El salario del miedo. Así reuní 20 textos representativos y a partir de entonces fui depurando y reescribiendo todo, porque tú bien sabes que por restricciones de espacio, y de tiempo, nunca puedes hacer el trabajo como hubieras querido, te quedas con mucho guardado; para el libro no tenía ninguna restricción, me tomé el tiempo para reescribir todas las crónicas y ver qué había en común en los textos.
MC.- Entre las “Crónicas nómadas” leí una historia argentina, el resto suceden en otros países, ¿por qué publicaste una crónica local en tu libro de viajes al extranjero?
LT.- En mi fantasía de viajero, siento que Argentina también es un país de paso para mí, que es un lugar de viaje, que yo estoy como extranjero; me parecía importante consignar en estos viajes mi escala argentina, mi visión. En Argentina se hace un periodismo militante, ligado a la agenda política: la entrevista con el funcionario, o la geografía del activista de los derechos humanos, en mi texto sobre Argentina no hay juicios de valor, en mi crónica de un feminicidio no condeno al asesino, trato de ver la complejidad de su psique y por qué llegó a cometer el crimen: un pibe que no había tenido una construcción social, huérfano y con problemas de drogas. Esa es la mirada de un extranjero, porque en Argentina hay un periodismo con juicios de valor, en donde se tiene que estar a favor o en contra de algo, o tienes que participar en una ideología política y ser totalmente acrítico de esa ideología, a mí me interesa rescatar el valor de las historias, todos los periodistas sabemos que la realidad es más compleja que lo que nuestros lectores quieren creer, mi intención en este libro es mostrar justamente la complejidad, en todo momento, aún con personajes que parecen “los malos de la película”, siempre trato de mostrar que tienen otro lado y que el valor como lectores está en pensar: “el mundo no es como yo pensaba”.
MC.- En “Extranjero siempre” la constante es el viaje, también “el viaje” por los efectos de las drogas sintéticas, el alcohol, el peyote, o el sexo. ¿Los viajes extrasensoriales eran parte del concepto?
LT.- Me di cuenta cuando junté los 20 textos para el libro que había un autor ahí, con el vértigo de nuestro trabajo periodístico no nos damos cuenta que la mirada, el interés y el tono está presente desde el inicio de nuestras carreras. Como yo tengo una formación de crítico literario, me doy cuenta del corpus o material que reúne a un autor –en este caso era yo-, son crónicas nómadas en un sentido casi de memorias, cosas que me han pasado en la profesión de reportero, son aventuras que he tenido que escribir, eso vi en los 20 textos que terminaron definiendo el concepto del libro: el viaje, pero no en sentido paisajístico, puede ser el viaje interior con los hongos del peyote en San Luis Potosí, con las drogas, con el clímax del sexo, o en el viaje a África para buscar un músico y al final encontré otra historia. Es como si fuera un enviado especial a la realidad en sus múltiples rostros, lo único que yo no quería era reducir la realidad a una visión ideológica o política. Se dice que en el periodismo no debe entrar la ficción, porque la ficción es una mentira finalmente, a mí me parece que es una mentira cuando uno reduce la realidad a una visión ideológica. El viaje me permitió salir de eso, cuando estás de viaje ves muchas cosas que los locales no ven, traté de mostrar esa diversidad en el libro.
MC.- La entrevista es fundamental en tu libro, respetas la palabra al pie de la letra de tu interlocutor, sin cuñas, incluso están tus preguntas para no sacar nada del contexto. ¿La entrevista era otra forma de ser honesto durante tus viajes?
LT.- Sabes, la mayoría de los textos están planteados en la forma que ocurrieron, por ejemplo, cuando entrevisté a Diego Armando Maradona, yo estaba en la guardia con un puñado de reporteros frente a la clínica cubana, en ese momento Maradona salió a conversar con la prensa, me pareció importante respetar el formato cinematográfico, así ocurrió, no veía ninguna razón para modificarlo técnicamente en aras de revalorizar la palabra, o para que el texto fuera más dinámico, me parecía que contarlo como un cuento –o una película- era verosímil, porque así había ocurrido. En el caso del feminicidio, también fue igual, yo iba y hablaba con alguien para reconstruir la historia del crimen, me parecía que era una apuesta interesante contarlo “en tiempo real”, a veces uno modifica los tiempos para hacer la lectura más amena. Incluí las entrevistas porque nunca deja de ser un diálogo que te lleva a otro diálogo al azar, me pasó durante todos los viajes, ese modelo se repitió en las 20 crónicas.
MC.- Una vez publicada cada crónica, ¿te interesa que los personajes de tus historias lean la edición final?, lo pregunto porque en Guadalajara nos reencontramos con el escritor Fernando Vallejo, el poeta Rafael Vargas, los editores Jorge Herralde y Andrés Ramírez…
LT.- Es curioso, porque en la mayoría de los textos están personas que por distintas razones no quieren verse plasmadas, en el caso de la clínica de rehabilitación cuidé su identidad con seudónimos, ninguno sabía que yo era reportero; en el caso de la escort, ella no quería ver la revista; en el caso del chamán que me llevó a consumir peyote en San Luis Potosí, él no sabe leer; en el caso del Bar Rioma, a los guardaespaldas les daba igual lo que yo pudiera escribir. Me interesa un periodismo a ras de suelo, de la vida cotidiana, muchos tendrán motivos para verse reflejados en mis textos, pero otros no por distintas razones, descubrir eso también fue interesante; uno tiende a pensar: escribes algo y se lo llevas a esa persona, pero lo que te decía: “el mundo es más complejo de lo que uno cree”, algunas personas que no quieren leer lo que escribes sobre ellas, no pensamos en eso habitualmente.
Mis aliados en cada crónica son mis sentidos, no las personas que tienes que entrevistar, ni las ideas del editor sobre la cobertura de un tema. Nuestros aliados están en lo que descubrimos, yo no sabía que el miedo se olía, hasta que estuve en una situación de peligro descubrí el olor del miedo, nuestros sentidos son nuestros aliados, no la ideología, lo único que tenemos –además de la grabadora- son nuestros sentidos y la intuición.
MC.- Ahora que mencionas el miedo, ¿lo percibes en México por la violencia del narcotráfico y la negligencia del Estado?
LT.- Vengo a México con frecuencia, es el país donde dejé de sentirme extranjero, en México publiqué mi primer libro, estoy en contacto con nuestros colegas y creo estar al tanto de lo que ocurre aquí. Tengo amigos periodistas que firman artículos sobre la violencia y algunos que no firman sus notas por miedo, conozco algunas de las historias más dramáticas del periodismo como víctimas del narcotráfico o de las desapariciones forzadas, estoy conciente de la incertidumbre que se vive. No son tiempos fáciles para el periodismo, aunado a que los jefes en los periódicos no son periodistas, los dueños de los diarios son empresarios ligados al poder político, ellos fomentan el silencio y el vacío informativo, yo extraño la época cuando los responsables de los medios eran periodistas, también considero que a pesar de todo, los periodistas de México están haciendo un trabajo muy valioso que en el resto de Latinoamérica no se valora. A diferencia del “prestigio” del periodismo narrativo, no se reivindica al reportero que se está jugando la vida en la frontera. Hay varias dimensiones en el problema: por un lado, están los editores que no cuidan a sus reporteros y por el otro lado, está el canon periodístico que reivindica cierto tipo de narrativa y desprecia al reportero.
MC.- También eres profesor de periodismo, ¿cómo abordas el canon del periodismo narrativo ante tus estudiantes?
LT.- Impartí clases de periodismo en la Universidad de México, en Buenos Aires doy uno o dos talleres al año, los pibes están sometidos al canon periodístico, no me gusta cuando la literatura entra al periodismo como un refuerzo del estilo y no le da el privilegio a la información, creo que hay que contar la historia lo mejor posible, pero no es nuestra prioridad hacer literatura, sino dar información; cuando un cronista escribe muy estilizado yo sospecho de él, me gusta más el periodista que vuelve con los pies sucios después de una crónica, y no el periodista que lo leyó todo pero no confrontó su historia con la realidad, me interesa que un periodista tenga sensibilidad para captar la historia de las personas, eso trato de transmitirles a los chicos, ellos están ciegos porque creen que el periodismo es hacer literatura, les dejo en claro que debemos tener la voluntad de un escritor, pero nuestra principal misión es entablar una empatía, debes convertirte en una persona digna de la confianza de tu interlocutor, para eso tienes que vivir, adquirir experiencias y jugarte la vida por la historia, esa es la clave.
MC.- Argentina será el país de honor en la próxima Feria del Libro de Guadalajara, si estuvieras en el comité organizador, ¿a quién invitarías?
LT.- La FIL Guadalajara es mestiza, hay una importante presencia de la música, la delegación del país invitado incluye ilustradores, artistas de todo tipo, ahí está la gracia de la FIL, cuando pone el libro en circulación junto a otras cosas que nos gustan la FIL se vuelve más interesante. Para la próxima FIL yo propondría que vengan creadores de distintas disciplinas: músicos de cumbia argentina y muchos artistas plásticos. En el mundo de los escritores habrá pocas sorpresas, es un mundo editorial muy pequeño, los conocemos a todos, nuestro mal nacional es la petulancia y la endogamia, eso habría que evitar. Hay personas muy valiosas: Ricardo Piglia, Martín Caparrós, la ilustradora Isol, gente que vive en la Argentina como la ilustradora colombiana PowerPaola, o el historietista Liniers, no estoy hablando de afinidades, sino de la gente que puede provocar ese encuentro mestizo con el libro.
MC.- ¿Regresarás a la FIL?
LT.- No lo sé, es muy probable que venga como reportero.
MC.- Finalmente, ¿dónde podemos leerte?
LT.- En mi columna dominical Ciudad oculta, del diario La Nación de Argentina, y en mi blog Guyazi.