Febrero 17, 2025

Huelga portuaria y un nuevo sindicalismo ¿Y la CUT dónde está?

El domingo 12 de enero el dirigente portuario de San Antonio, Sergio Vargas, dio una entrevista en el programa Tolerancia Cero, de Chilevisión. Durante la media hora que duró la entrevista, el sindicalista defendió la postura de sus representados ante un panel poco adicto a tener como invitados a dirigentes sindicales. Pese a todas las acusaciones levantadas en el programa, desde la ilegalidad del paro hasta el perjuicio a la economía nacional, Vargas salió indemne: la paralización de actividades tiene como objetivo el incumplimiento empresarial y gubernamental de un compromiso adquirido el otoño pasado.

El paro, que hasta el cierre de esta edición abarcaba a prácticamente todos los puertos del país y avanzaba hacia su tercera semana, se apoya en ciertas demandas que ni la prensa más reaccionaria ha podido rebatir. A pesar de toda la presión empresarial, canalizada a través del gobierno y de la prensa corporativa, el aspecto clave del paro no ha sido puesto en discusión. No lo puede poner en duda ni el gobierno, que llegó a un acuerdo con los representantes sindicales, como tampoco el empresariado. Así lo ha admitido el ministro de Agricultura, Luis Mayol, e incluso hasta El Mercurio, que ha expresado a través de un editorial que las demandas de los portuarios son justas. No ha ocurrido los mismo con las acciones. Desde esta prensa hasta el mismo gobierno han planteado que los sindicatos debieran dejar de lado la huelga para optar por otros métodos, como querellarse contra la empresa a través de los tribunales de justicia. La propuesta, que puede parecer extraña a un sindicalista, le fue planteada a Vargas en el mismo programa de televisión y fue reiterada más tarde por el ministro Mayol.

 

El actual conflicto tiene larga data y se hunde en la década pasada, en el periodo inmediato tras la privatización de los puertos realizada hacia finales del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Los trabajadores portuarios demandan el pago retroactivo de media hora de colación, entre el 1º de enero de 2005 y marzo de 2012, reivindicación que fue acogida por el actual gobierno en marzo de ese año. A través de un dictamen, el Ministerio del Trabajo reconocía esta deuda e instaba a las partes en conflicto a llegar a un acuerdo para el pago, cuyo monto, por el tiempo de cada colación no pagada, ascendía a 3.600 pesos.

Sobre este dictamen, las partes no llegaron a acuerdo. Hacia finales de 2012 la Federación de Trabajadores Portuarios envió una carta al ministro del Trabajo en la que se quejaba por la nula fiscalización del cumplimiento del dictamen, el que desde entonces entró en un territorio lleno de ambigüedad. Sectores ligados al empresariado, así como también al interior del gobierno, intentan quitarle formalidad a ese documento, al que acusan de haber generado falsas expectativas en los trabajadores portuarios.

Para el gobierno se trata de un “conflicto entre privados”. Para los empresarios, no existe tal deuda, en tanto para los trabajadores, se trata de un problema entre tres partes, por lo que otra de sus demandas es la instalación de una mesa de diálogo. Lo cierto es que tras la mediación que hizo el Ministerio del Trabajo, hoy el gobierno es también parte de este conflicto que tiene a quince puertos paralizados o a media marcha con estimaciones de pérdidas diarias de 180 millones de dólares por transportes no realizados. Una suma bastante mayor al total de la demanda por colación de los sindicatos, que llegaría a unos 20 millones de dólares.

 

NEOLIBERALISMO PORTUARIO

El conflicto portuario puede comprenderse como una expresión más de los efectos de la lógica neoliberal. Desde su privatización hasta la fecha, ha habido un proceso de concentración de la propiedad, por lo que son tres grandes grupos los que tienen el control de los puertos, según denuncia el dirigente Sergio Vargas. Y está también la externalización de los contratos. En parte por tratarse de una actividad estacional, la gran mayoría de los trabajadores son eventuales y sin contratos laborales. “Un 80% de los trabajadores somos eventuales y no tenemos derecho a negociación colectiva, ya que no contamos con contratos de trabajo. Aunque se reconoce una deuda con los trabajadores, referida al pago retroactivo desde 2005 de media hora destinada a la merienda, no se ha querido resolver”.

Precisamente por estas mismas condiciones contractuales y estacionales, resulta un fenómeno especial al interior de la organización laboral la continuidad y cohesión que tiene el paro. Aun cuando desde hace varios años el sector había mantenido distintas formas de protestas ante el incumplimiento de sus demandas, es solo desde el año pasado cuando el movimiento expresa una cohesión que se ha ido fortaleciendo durante los últimos meses y semanas. La Unión Portuaria de Chile tiene apenas un año de vida y unos diez mil afiliados. Durante 2013 logró paralizar puertos de Arica a Puerto Montt en solidaridad con el conflicto de Mejillones. Fue una clara demostración de fuerza, que hoy vuelve a expresarse con renovadas energías.

 

HACIA UN SINDICALISMO INTEREMPRESA Y MULTISECTORIAL

Es posible afirmar sobre la base de numerosas declaraciones y acciones que la densidad del movimiento laboral trasciende los sectores de la economía así como a la misma geografía. Hoy vemos cómo el paro portuario se extendió de manera casi simultánea por todo el país, y si recordamos otros conflictos recientes, esta unión fusionó a distintos sectores, como ocurrió hacia inicios del año pasado con el paro combinado entre los portuarios y mineros de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y los subcontratistas de Siteco. En junio pasado paralizaron faenas mineras y puertos, ambas centrales sindicales apoyadas desde Santiago por los estudiantes. Aun cuando esa jornada de protesta fue breve, desde ella surgió una nueva manera de coordinación, así como discursos compartidos. Los sindicatos de trabajadores protestaban contra el sistema de AFPs a la vez que apoyaban las reivindicaciones estudiantiles.

Esta integración se ha seguido profundizando durante los meses siguientes. Se ha expresado a través de declaraciones y acciones conjuntas de numerosos grupos, movimientos y colectivos, los que van desde las más formales federaciones y confederaciones estudiantiles y sindicales, hasta movimientos vecinales. Es así como en diciembre pasado, pocos días después de la segunda vuelta electoral, diversas organizaciones, entre las que destacaba la Fech, la Feusach, Aces, la Confederación de Sindicatos Bancarios y el Sindicato de Carteros de Correos de Chile, que dieron una heroica batalla en 2013, declararon formalmente la creación de un frente común para 2014.

La solidaridad ha marcado el paro portuario. Hasta el cierre de esta edición de PF habían comenzado a emerger numerosas declaraciones de advertencia desde otras organizaciones laborales. Y tal como el año pasado, la Confederación de Trabajadores del Cobre advertía que de no llegar a una solución en el corto plazo, como es la instalación de una mesa de diálogo para negociar las demandas, ellos también se sumarían al paro. Y aun cuando la directiva de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) ha mantenido un completo silencio frente a este conflicto, desde las regiones más cercanas al problema portuario sí ha habido apoyo. El presidente de la CUT Iquique, Mauro Grimaldo, expresó su solidaridad con Mejillones.

Han circulado rumores y versiones sobre una ampliación del paro hacia otros sectores, que incluirían desde los mineros del cobre, temporeros de la fruta y transportistas. Aunque en estos dos últimos sectores no se trata de un eventual apoyo solidario a los portuarios, sí sería una señal, tal vez interesada, para agudizar la crisis, obligar a la intervención del gobierno y sacar, en la confusión, alguna tajada.

En un tono muy similar surgían las palabras de los exportadores, que se sumaban a otros productores. A las declaraciones destempladas de los productores de fruta, que solicitaban al gobierno aplicar la ley de Seguridad Interior del Estado para desarmar las movilizaciones, se sumaban las de Roberto Fantuzzi, presidente de Asexma (Asociación de Exportadores de Manufacturas), que puso en duda la capacidad negociadora del gobierno en tanto aseguró que “no se trata de un conflicto entre privados”.

Los empresarios piden, junto con más represión, otra cosa. El discurso de Fantuzzi, también presente en otras múltiples declaraciones, apunta al gobierno para que asuma la cuenta de la media hora de colación que se adeuda. Aquel viejo aforismo neoliberal sobre ganancias privadas y costos públicos, vuelve a instalarse en gloria y majestad.

 

UNA LUCHA SINDICAL

E IDEOLOGICA

Los trabajadores portuarios tienen las cosas claras. Ciertamente buscan la intervención del gobierno en una mesa tripartita, pero el responsable es el empresariado. El vocero de la Unión Portuaria de Chile, Enrique del Solar, fue claro cuando apuntó al dueño de Ultraport como uno de los obstáculos en la solución del conflicto. “El problema no está en manos del gobierno, está en manos de la tozudez de Von Appen. Acá el gobierno debería ponerse firme con los demás empresarios”.

La mala relación con Von Appen y el grupo Ultramar, dueño de los servicios portuarios Ultraport, data de hace tiempo. En marzo pasado, tras la lucha que organizó y fortaleció al movimiento portuario, el Sindicato de Trabajadores Contratados y Afines respondía a Von Appen, empresario de origen alemán que no puede contenerse en sus declaraciones clasistas y racistas. En la oportunidad, había tratado a los portuarios de “hambrientos” por mayores beneficios, para lo cual lo mejor sería una crisis económica y política que los hiciera regresar a los niveles a que pertenecen.

Ante esta evidente muestra de desprecio por sus propios trabajadores, los portuarios respondieron con firmeza y claridad. Pero tal vez lo más relevante de esta respuesta ha sido el lenguaje que contiene la concepción ideológica de la lucha. No se trata de una simple reinvindicación salarial, sino expresa una batalla mucho más profunda, cuya raíz está en la explotación laboral y en la apropiación de la riqueza por parte de los dueños del capital. Así fue como en mayo de 2013 este sindicato le dijo que “somos millones de trabajadores quienes producimos la riqueza, el proceso de producción de esa riqueza es presidido por la cooperación mutua del colectivo de trabajadores, pero una minoría social (entre ellos usted) se adueña en forma privada del producto socialmente producido”.

Para agregar que “en este afán usted y las personas de su clase, no conocen límites. Ustedes los empresarios son los hambrientos de mayores beneficios y nosotros debemos ponerles freno. Ustedes son los que acrecientan sus riquezas de manera insolente frente a nuestros propios ojos. Sepa usted que su odio y su medio no hacen más que reafirmar el camino de lucha que hemos emprendido”.

La lucha de los trabajadores portuarios se realiza bajo esta mirada, que es ideológica, política y de clase. Su claro discurso anticapitalista, que está atrayendo el apoyo, como hemos visto, de numerosos sindicatos y organizaciones de base, ha impedido la solidaridad y participación de la CUT con el conflicto, por estar totalmente atada a las decisiones de la Nueva Mayoría. Un silencio que es también una clara señal respecto de cómo será la relación entre las organizaciones sociales y sindicales con el gobierno.

Los portuarios -a los que El Mercurio acusa de anarquistas- han logrado quebrar el miedo y crear una nueva mística de lucha sindical, algo que había desaparecido del mundo laboral chileno durante décadas. Esta mística y este valor, que concita el apoyo y las acciones de otras organizaciones sociales -como los estudiantes-, ha logrado sentar un importante precedente: es posible protestar y saltarse el espurio reglamento laboral chileno.

 

PAUL WALDER

 

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 798, 24 de enero, 2014

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