La única situación histórica parecida al triunfo de Michelle Bachelet, que yo recuerde, fue la de Eduardo Frei Montalva, en 1964; en ambos casos la oposición de derecha fue aniquilada. En 1965 fue aún más grave, pues la alianza de liberales y conservadores apenas lograron un 12% – hoy está en un 37% -. Como efecto del fracaso, los dos partidos de derecha se disolvieron, dando paso a un Partido Nacional, de corte corporativista y militarista; a partir de esa época, a mi modo de ver, se extinguió para siempre la derecha liberal y todos los intentos para resucitarla han fracasado.
Estoy convencido de que la balcanización del partido Renovación Nacional es un elemento muy positivo en la tarea fundamental de aniquilar a una derecha, cuyo único “mérito” es haber sido impulsora, protagonista y continuadora de la peor dictadura en la historia de Chile – que la derecha quede reducida al partido fascista UDI, estructuralmente autoritaria, como se ha probado en el último Consejo, realizado entre el 10 y el 11 de enero, es una excelente noticia para la democracia, pues se trata de aislar a la UDI, como lo planteé en un artículo anterior, reduciendo este Partido a su mínima expresión -.
Otra similitud entre el triunfo de Frei Montalva y Bachelet dice relación con la soberbia de parte de algunos de sus dirigentes: recién producido el triunfo de Frei, el segundo líder de la DC, Radomiro Tomic, aseguró que el Partido de la Flecha Roja gobernaría por treinta años, profecía que fue barrida por la historia, pues apenas estuvo en el poder seis años, para finalizar con un Partido destruido a causa de la división, que dio lugar al Mapu, y la posterior derrota del candidato continuista, Radomiro Tomic, frente a Salvador Allende y a Jorge Alessandri, asegurándose apenas un modesto tercer lugar. Frei tuvo que sufrir de entregar el mando a Salvador Allende.
El senador Ricardo Lagos Weber ha caído en la misma trampa que Radomiro Tomic en su época, con dimensiones menores: ya no serían 30 años en el poder, sino entre ocho y doce años, como lo sostiene el senador, en una entrevista en la prensa; a lo mejor, ignora que este tipo de profecías exitistas conducen, generalmente, a la debacle de la combinación política triunfadora.
Hay que considerar que, a diferencia de la sociedad politizada que llevó al triunfo a Frei Montalva, en 1964, con un máximo de participación electoral, hoy asistimos al rechazo de los políticos y de la política, una gran desafección y pocos deseos de participar en los comicios electorales y, como nunca, una separación radical entre los partidos y la ciudadanía, sumado a la carencia de una formación cívica, que lleva a un fuerte analfabetismo político, elementos todos que se resumen en una crisis de representación y legitimidad.
Que en los años el conflicto político se planteara entre reformismo y revolución – clivaje que en los años 70 se radicalizó – en la actualidad se ubica entre democracia restrictiva y democracia participativa, entre la posible nueva traición a la propuesta que hizo la Nueva Mayoría a la ciudadanía y por la cual votó el pueblo, o el cumplimiento del programa, tal como lo propusieron Bachelet y los líderes de esta combinación política.
Nuevamente, el carisma de Michelle Bachelet ha salvado, al igual que en 2005, a una Concertación que estaba condenada a ser enviada al basurero de la historia. A diferencia del primer gobierno de la ex Presidenta, ahora no podrá recurrir a “explicaciones” – según la frase de Marco Enríquez-Ominami – pues la gente ha despertado de su letargo y no está dispuesta a un nuevo engaño.
La Presidenta electa está entre “la espada y la pared”: o cumple el programa, o radicaliza la crisis de representación; de ocurrir la segunda situación, la profecía de Lagos Weber sería parecida a la de Radomiro Tomic respecto a la Democracia Cristiana de la época y, así, la Nueva Mayoría duraría, apenas, cuatro años en el poder.
Rafael Luis Gumucio Rivas
12/01/2014