Estructuralmente solo hay dos vías políticas. La inmensa mayoría opta por el modelo de producción y consumo insostenible. Una pequeña minoría por un presente en dirección a la sociedad sustentable.
No se trata en lo central de diferencias de valores sino de asumir o no la realidad de ser parte de un mundo finito.
Se agotarán inevitablemente los combustibles, minerales, tierras para cultivo, recursos del mar. Cada vez será más insuficiente la cantidad de agua.
Además se harán más duras las consecuencias del cambio climático.
No hay solución para un crecimiento indefinido, es imposible, y objetivamente tendrá que ocurrir una dura crisis global antes de establecerse un nuevo orden planificado, de producción y consumo decrecido.
Saberlo y no decirlo a los pueblos es antidemocrático. Una manipulación de burócratas partidarios.
Denunciar cada problema ecológico local sin explicar su carácter mundial es facilitar el error de creer que bastan pequeñas respuestas nacionales sin cambiar el modelo humano.
La ecología tiene que ser política y necesariamente radical. Debe aceptar que hoy es muy difícil lograr una adhesión masiva a su propuesta y pese a ello enfrentar a un progresismo conservador que defiende un crecimiento económico con justicia… sin futuro. Explotar los recursos naturales proyectándose un siglo o dos es casi un suicidio.
La vida exige preparar desde ahora la nueva civilización solidaria que pueda regir mil millones de años.
El camino político consecuente es solo uno. No existe otro que sea responsable aunque el poder, los medios y las oposiciones ofrezcan en coro como solución el crecimiento insostenible.
Como siempre en la historia es más fácil ser conservador que radical… por el momento. El cambio de sistema tendrá que ser ecológico. Hay que construirlo.
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Rómulo Pardo Silva
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