El neoliberalismo, ha sido deficitario en el ordenamiento de nuestro territorio. El déficit no es sólo social y económico, sino tiene una consecuencia política insoslayable: debilita aún más la frágil democracia existente en el país.
El mercado, sin regulaciones, agudiza la concentración en territorios que tienen una ventaja inicial. En efecto, las regiones con mayores recursos reproducen su poderío económico. Ello origina que la región Metropolitana concentre la mayor parte de la población, la producción y el ingreso del país.
Así las cosas, la calidad de vida en la región Metropolitana se ha visto seriamente afectada. La contaminación del aire es un problema cada vez más grave, la provisión de servicios básicos de infraestructura se ha encarecido, la congestión hace que el acceso a los servicios y participación en la economía urbana se vuelva más difícil.
Por otra parte, el patrón de desarrollo concentrador ha afectado seriamente a las regiones alejadas del centro del país. Éstas se ven debilitadas, con servicios insuficientes y frágiles oportunidades de empleo. Allí dónde hay potentes inversiones, como en el norte minero o en el sur maderero, las ganancias no se reinvierten en favor de las poblaciones locales, sino fluyen hacia Santiago y fuera del país-
Santiago ha monopolizado el poder político y también el poder económico. Desconcentrar a favor de las regiones no sólo favorecerá la actividad productiva y el progreso social de éstas sino también ayudará a mejorar la salud de Santiago, ciudad intransitable, con aire irrespirable y tensiones cotidianas insoportables.
En las ciudades se verifica el mismo fenómeno descrito para las regiones. En efecto, el mercado de la vivienda y el valor de la tierra han determinado un patrón ineficiente y segregado en el uso de los suelos urbanos.
Con este patrón, que se observa en muchas ciudades con nula o escasa regulación, los centros vibran en el día, mientras en la noche se convierten en desiertos y antros de inseguridad. En cambio, las zonas residenciales disponen de un número reducido de comercios, oficinas y servicios, con escaso entorno para la convivencia social.
Esta condición urbana promueve la segregación social. Los barrios y las viviendas se perpetúan en tipo y estilo, atrayendo siempre a la misma clase social para poblar el mismo barrio. Al final, la segregación barrial termina exacerbando la división de las personas en mundos apartes en una misma ciudad: los hijos de los barrios altos de Santiago nunca verán lo que es un almacén en La Legua, y los niños de las familias humildes no se pueden imaginar lo que es una mansión de Las Condes.
La irracionalidad de esta estructura urbana en el uso del espacio, servicios e infraestructura es muy costosa. La inmoralidad de la segregación social que perpetúa este tipo de urbanismo es más grave aún.
Finalmente, y ello es manifiesto en el Centro de Santiago, las leyes del mercado han empujado la irracionalidad al extremo de propiciar la destrucción del patrimonio arquitectónico de la ciudad a favor de edificios residenciales sin alma ni carácter.
Por ello urge tanto una política efectiva de regionalización como de planificación urbana. La retórica resulta insuficiente y las políticas neutrales de mercado sólo favorecen a la región metropolitana y a los centros urbanos.
En consecuencia, el Estado debe recuperar el rol que le corresponde; vale decir, debe compensar las desigualdades de origen territorial, favoreciendo a las regiones lejanas y desincentivando a las inversiones en Santiago. Este compromiso además debe ser presupuestario. En efecto, es fundamental impulsar un sistema impositivo que permita que los ingresos recaudados en las regiones sean materia de decisión de las autoridades regionales.
Por otra parte, resulta imprescindible la formulación de políticas de infraestructura, vivienda y transporte, enmarcadas en un esquema de ordenamiento territorial y uso de suelos coherentes. El mercado ha fracasado en este terreno y se requiere recuperar una planificación urbana integral.
¿Podrá la Presidente Bachelet impulsar políticas públicas que favorezcan efectivamente a las regiones? ¿Podrá la Presidenta Bachelet reincorporar la planificación urbana para responder integralmente a las demandas de infraestructura, vivienda y transporte en el país? Ella tiene la palabra.
08-01-14