Se calcula que en el Polo Ártico existen entre el 25 y el 30% de las reservas mundiales inexplotadas de petróleo y gas. Rusia, EE. UU., Noruega, Dinamarca y Canadá se disputan su control.
El calentamiento global no sólo está produciendo una acelerada pérdida de la capa de hielo del Ártico, sino el surgimiento de nuevas rivalidades fronterizas, económicas y geopolíticas entre los cinco países que comparten fronteras marítimas en esta estratégica región de Polo Norte. Todas las rivalidades se fundamentan en el control de los nuevos yacimientos de petróleo, gas, oro, fosfato, cobre y azufre.
Adicionalmente, se pelea el dominio de las dos rutas de navegación abiertas como consecuencia del deshielo, rutas que reducen las travesías marítimas entre Estados Unidos, Europa, China y Japón. La ruta del noreste se la disputan Rusia y Noruega. La noroeste se la pelean Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea. La importancia de estas rutas, radica en la medida en que se acelere el deshielo y crezcan las exploraciones petroleras en la región, estas vías serán trascendentales para el comercio mundial debido que se reduce en un 23 % de la distancia entre Nueva York y Tokio.
Ahora, lo trascendental es que con el dominio de estas rutas no sólo estarán en juego las disminuciones de las distancias y las reducciones de los costos de los fletes sino el valor estratégico de sus impactos en el comercio internacional, en virtud de que resultarán más estratégicas que utilizar los canales de Panamá y el Suez.
De hecho, ambas se convertirán en la nueva entrada de China a Europa debido a que el trayecto Hamburgo- Shangai se reduciría en 8.600 kilómetros. Entonces, dentro de ese contexto, insólitamente, el deshielo del Ártico ofrece unas enormes perspectivas para el intercambio de bienes y servicios entre Estados Unidos y UE con China, India y Japón. Y ese es un aspecto bien determinante en el nuevo orden mundial.
En un informe que divulgó el año pasado la NASA, reveló que en la última década como consecuencia del calentamiento global, la capa de hielo del Ártico se ha reducido en un 12 %, lo que ha implicado la pérdida de 70.000 kilómetros cuadrados de hielo en el último lustro.
Pese a que esas estadísticas son preocupantes, el hecho que se hable que en aquella región existe entre el 25 y el 30 % de las reservas internacionales inexplotadas de petróleo y gas. Eso ha hecho que crezcan las rapiñas por su control a partir de la entrada en vigor de la Convención del Mar. En una región que hasta hace poco se considerada poco estratégica.
Sin embargo a raíz del descubrimiento de sus incalculables riquezas, se ha convertido en una de las zonas más codiciadas y generadora de nuevas disputas geopolíticas internacionales.
Ahora más allá de los líos fronterizos que mantienen los cinco países colindantes, también países como Finlandia, Suecia e Islandia sin costas allá tienen pretensiones económicas. Igual sucede con Inglaterra, China, India, Francia y Brasil, que igualmente han puesto sus miras en estas riquezas y luchan para acceder a ellas y al control de las rutas marítimas.
Disputas que están generando tensiones militarización en la región. Tanto Rusia como Estados Unidos, Canadá, Dinamarca y Noruega desarrollan reequipamientos militares y construcciones de bases militares. En el caso de Rusia, la región le produce el 20 % del PIB y los productos extraídos allí representan el 22 % de las exportaciones del país. Por eso creó una unidad militar para defender sus intereses, lo mismo están haciendo los otros países.
Estados Unidos y sus aliados de la OTAN miran con recelo las explotaciones petroleras y los despliegues militares rusos. Entonces, como respuesta a la política rusa, la OTAN desarrolla la operación bajo el engaño de ensayos militares para la defensa del Ártico.
A pesar de que Rusia y Noruega firmaron un tratado de delimitación de sus espacios marítimos, que puso fin a la moratoria que había entre ellos sobre las explotaciones de los yacimientos de hidrocarburos en la plataforma continental. Los otros líos fronterizos han continuado: Dinamarca y Canadá por un islote en Groenlandia; Estados Unidos y Rusia en la franja que separa a Alaska de Siberia y Canadá y Estados Unidos en el mar de Beaufort.
Estos pleitos son centenarios, lo que ocurre que ahora han adquirido otras dimensiones geopolíticas y económicas por las riquezas que están en juego. En conclusión: la guerra por el control del Ártico lo que pone en claro es que las potencias y los países involucrados no les interesa su conservación, sino el control de sus riquezas por encima de los efectos del calentamiento global.