Diciembre 11, 2024

Acción encubierta de la CIA en Colombia para golpear a las FARC revela el Washington Post

A sus 50 años de existencia, las FARC, consideradas una vez la insurgencia mejor financiado en el mundo, se encuentra empequeñecida y en estado más vulnerable en las últimas décadas, debido en parte a un programa de acción encubierta de la CIA que ha ayudado a las fuerzas de Colombia a matar a por lo menos dos docenas de líderes rebeldes, según entrevistas con más de 30 funcionarios retirados y en actividad estadounidenses y colombianos.

La asistencia secreta, que también incluye ayuda sustancial en espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), se financia a través de un multimillonario presupuesto negro en dólares. Esto no es parte de la conocida ayuda pública por más de 9 millones de dólares del paquete de ayuda militar de EEUU conocido como Plan Colombia, que comenzó en 2000.

 

El programa de la CIA nunca divulgado previamente fue autorizado por el presidente George W. Bush en la década de 2000 y ha continuado bajo el presidente Obama, de acuerdo con militares, funcionarios de inteligencia y diplomáticos estadounidenses. La mayoría de los entrevistados hablaron con la condición de anonimato debido a que el programa está clasificado y en desarrollo.

 

El programa encubierto en Colombia proporciona dos servicios esenciales a la batalla de la nación contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia ( FARC) y un grupo insurgente más pequeño, el Ejército de Liberación Nacional (ELN): inteligencia en tiempo real que permite a las fuerzas colombianas dar caza a los líderes individuales de las FARC y, a partir de 2006, una herramienta particularmente eficaz para matarlos.

 

Esa arma es un kit de orientación GPS de 30.000 dólares que transforma a una bomba de gravedad menor de 500 libras (226 kg) en una bomba inteligente de alta precisión. Las bombas inteligentes, también llamadas municiones guiadas de precisión o PGMs, son capaces de matar a una persona en plena selva si se puede determinar su ubicación exacta y programar las geo-coordenadas en el pequeño cerebro de la computadora de la bomba.

 

En marzo de 2008, de acuerdo con nueve funcionarios estadounidenses y colombianos, la Fuerza Aérea Colombiana, con la aprobación tácita de EE.UU., lanzó bombas inteligentes de fabricación estadounidense a través de la frontera hacia Ecuador para matar al importante líder de las FARC Raúl Reyes. El papel indirecto EEUU en ese ataque no se había divulgado previamente.

 

El programa de acción encubierta en Colombia es uno entre un puñado de iniciativas mejoradas de inteligencia que han escapado de la atención pública desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. La mayoría de estos programas desconocidos, pequeños pero crecientes, están situados en países donde los carteles violentos de drogas han causado inestabilidad.

 

La lista está encabezada por México, donde la asistencia de inteligencia de EEUU es mayor que en cualquier lugar fuera de Afganistán, según The Washington Post  informó en abril. También incluye América Central y África Occidental, donde las rutas de tráfico se han movido en respuesta a la presión de EEUU contra los carteles en otros lugares.

 

Durante un reciente viaje a Washington, al pedírsele que comentara sobre la asistencia de inteligencia de EEUU, el presidente Juan Manuel Santos dijo al TWPost que no quería hablar en detalle del tema, debido a las sensibilidades implicadas. “Ha sido de ayuda”, dijo. “Parte de la experiencia y la eficiencia de nuestras operaciones y nuestras operaciones especiales han sido el producto de una mejor formación y conocimiento que hemos adquirido de muchos países, entre ellos Estados Unidos”.

 

Un portavoz de la CIA se negó a comentar

Colombia y las FARC han tenido negociaciones de paz en La Habana durante un año. Hasta ahora han acordado marcos de reforma agraria, desarrollo rural y cómo permitir que los insurgentes puedan participar en el proceso político una vez que termine la guerra. Actualmente, las dos partes están discutiendo un nuevo enfoque en la lucha contra el tráfico de drogas.

 

Al borde del colapso

Hoy, una comparación entre Colombia -con su vibrante economía y elegante escena social de Bogotá- y Afganistán podría parecer absurdo. Pero hace poco más de una década, Colombia tuvo la tasa más alta de homicidios en el mundo. Bombardeos al azar y tácticas militares de mano dura impregnaban la vida cotidiana. Unas 3.000 personas fueron secuestradas en un año. Profesores, activistas de derechos humanos y periodistas sospechosos simpatizar con las FARC aparecieron rutinariamente muerto.

La mezcla explosiva entre FARC, carteles, paramilitares y fuerzas de seguridad corruptas creó un caldero de violencia sin precedentes en la actual América Latina. Casi un cuarto de millón de personas murieron durante la larga guerra y muchos miles han desaparecido.

 

Las FARC fueron fundadas en 1964 como un movimiento campesino marxista que buscaba tierra y justicia para los pobres. En 1998, el entonces presidente de Colombia Andrés Pastrana entregó a las FARC una zona desmilitarizada del tamaño de Suiza para fomentar negociaciones de paz, pero sus ataques violentos sólo crecieron, al igual que sus vínculos con el narcotráfico.

 

Hacia el 2000, la insurgencia envalentonada de 18.000 apuntó a los líderes políticos de Colombia. Fueron asesinados funcionarios locales electos. Fue secuestrada una candidata presidencial y se trató de matar a un favorito presidencial de línea dura, Alvaro Uribe, cuyo padre las FARC habían asesinado en 1983.

 

Ante el temor de que Colombia se convirtiera en un Estado fallido, con un rol aún más importante en el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, el gobierno de Bush y el Congreso intensificaron la asistencia a los militares colombianos a través del Plan Colombia.

 

Para el año 2003, la participación de EEUU en Colombia involucró a 40 agencias estadounidenses y 4.500 personas, incluidos los contratistas, trabajando todos fuera de la embajada estadounidense en Bogotá, entonces la más grande embajada de EEUU en el mundo. Así se mantuvo hasta mediados de 2004, cuando fue superada por Afganistán.

 

“No había ningún país, incluyendo Afganistán, donde tuviéramos más que hacer”, dijo William Wood, que fue embajador de EEUU en Colombia desde 2003 hasta 2007 antes de acceder, después de eso, al mismo puesto en la guerra en Afganistán por dos años.

 

Cuando Bush llegó a la presidencia, ya estaban en los libros que autorizan acciones encubiertas en todo el mundo dos conclusiones presidenciales. Una permitía operaciones de la CIA en contra de organizaciones terroristas internacionales. La otra, firmada a mediados de la década de 1980 por el presidente Ronald Reagan, autorizaba la acción contra los narcotraficantes internacionales.

 

Se requiere una orden presidencial para que la CIA haga otras cosas, además de recopilar y analizar inteligencia en el extranjero. Todo exige una constatación y una notificación a los comités de inteligencia del Congreso. Dotar de equipos de espionaje a un socio, apoyar a partidos políticos extranjeros, plantar propaganda y participar en formación para actividades letales.

 

La veta antinarcóticos había permitido a la CIA, y a una unidad técnica del clandestino  Comando Común de Operaciones Especiales (JSOC), prestar apoyo a la larga búsqueda por años del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, asesinado por las fuerzas colombianas hace 20 años, en este mes. También hizo posibles las operaciones respaldadas hace años por la CIA contra traficantes y terroristas en Bolivia y Perú.

 

Bajo el [nuevo] programa [secreto] colombiano, a la CIA no se le permite participar directamente en las operaciones. Las mismas restricciones se aplican a la participación militar en el Plan Colombia. Dicha actividad se ha visto limitada por los miembros del Congreso que vivieron el escándalo [Irán-Contras] del rol secreto de Estados Unidos en las guerras de Centroamérica en la década de 1980 [bajo Ronald Reagan]. El Congreso se negó a permitir la participación militar de EEUU en Colombia para escalar [la guerra] como lo había hecho en Nicaragua, El Salvador, Honduras y Panamá.

 

Los malos cálculos de las FARC

El nuevo impulso encubierto contra las FARC comenzó extraoficialmente el 13 de febrero de 2003. Ese día, un Cessna 208, de un solo motor, fue abatido por los rebeldes en la selva. Guerrilleros cercanos ejecutaron al oficial colombiano a bordo y a uno de los cuatro contratistas estadounidenses que trabajaban en la erradicación de la coca. Los otros tres fueron tomados como rehenes.

 

Estados Unidos ya había declarado a las FARC como una organización terrorista por sus asesinatos indiscriminados y el tráfico de drogas. Aunque la CIA tenía sus manos llenas con Irak y Afganistán, Bush “se apoyó en [el director de la CIA George] Tenet” para ayudar a encontrar a los tres rehenes, según un ex alto funcionario de inteligencia involucrado en las discusiones.

 

La designación terrorista de las Farc hizo más fácil financiar un presupuesto negro. “Recibimos dinero de un montón de diferentes ollas”, dijo un diplomático de alto rango.

 

Uno de los oficiales de la CIA-Tenet enviado a Bogotá fue un operador de unos 40 años, cuyo nombre el Washington Post está reteniendo porque continúa manteniéndose encubierto. Éste creó la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de EEUU, conocida como “el Búnker”.

 

Era una habitación pequeña, de 9 x 9 mt, con un techo bajo y tres filas de ordenadores. Ocho personas se sentaron en cada fila de consolas. Algunos rastreaban mapas satelitales de la selva, mientras otros buscaban refugios FARC escondidos bajo tierra. Algunos monitoreaban imágenes o el movimiento de vehículos etiquetados con dispositivos de localización. Fueron descifradas y traducidas por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) interceptaciones de voces de las comunicaciones por radio y telefonía celular.

 

Los analistas Bunker fusionaban consejos de informantes e información obtenida técnicamente. Los analistas trataron de vincular a las personas con el flujo insurgente de drogas, armas y dinero. En su mayor parte, dejaron sólo los grupos paramilitares violentos.

 

Expertos y contratistas técnicos del Bunker construyeron para los colombianos su propio sistema informático de inteligencia a nivel nacional. También, más tarde, ayudaron a crear centros de fusión regionales para impulsar la inteligencia táctica entre los comandantes locales. La agencia también pagó por equipos de comunicación encriptada.

 

“Estábamos muy interesados en conseguir a las FARC, y no era tanto una cuestión de capacidad, sino que era de inteligencia”, dijo Wood, “específicamente la posibilidad de ubicarlas en el marco de tiempo de una operación”.

 

Fuera del Bunker, funcionarios y contratistas de la CIA les enseñaban a las unidades colombianas el arte de reclutar informantes que habían pasado la prueba del detector de mentiras. Dieron dinero a la gente con información sobre los rehenes.

 

Mientras tanto, llegó a la escena la otra agencia secreta de EEUU que habían estado en la vanguardia de localizar y matar a al-Qaeda [el JSOC]. Comandos de élite del JSOC comenzaron sesiones periódicas anuales de entrenamiento y enviaron unidades pequeñas en misiones de reconocimiento para tratar de encontrar a los rehenes. [El Mando Conjunto de Operaciones Especiales, en inglés Joint Special Operations Command (JSOC), pertenece al Mando de Operaciones Especiales de EEUU (USSOCOM)].

 

A pesar de todo el esfuerzo, la ubicación de los rehenes resultó difícil de alcanzar. Buscando algo que hacer con el nuevo equipamiento y el personal de inteligencia, el gerente-Bunker y su adjunto militar del Comando de Operaciones Especiales EEUU dio a su gente una segunda misión: Buscar como blanco al liderazgo de las FARC. Esto era, exactamente, lo que habían estado haciendo, en el otro lado del mundo, la CIA y el JSOC contra al-Qaeda. La metodología era familiar.

 

“Ya existía la polinización cruzada en ambos sentidos”, dijo un alto funcionario con acceso al bunker en ese momento. “Nosotros no necesitamos inventar una nueva rueda”.

Petición del presidente de Colombia

Localizar a los líderes de las FARC resultaba más fácil que capturarlos o matarlos. Unas 60 veces, las fuerzas colombianas habían obtenido o recibido información confiable, pero no pudieron capturar o matar a ninguna persona de alto rango, de acuerdo con dos funcionarios de EEUU y un alto funcionario colombiano retirado. La historia era siempre la misma. Helicópteros Black Hawk [Halcón Negro] proporcionados por EEUU transportaban tropas colombianas a la selva, a unos seis km de distancia de un campamento. Los hombres se arrastraban a través del denso follaje, pero los campos estaban siempre vacíos en el momento en que llegaban. Más tarde se enteraron que las FARC tenían un sistema de alerta temprana: Anillos de seguridad a kilómetros de los campamentos.

 

Para el año 2006, el triste récord atrajo la atención del jefe de la misión recién llegada de la Fuerza Aérea de EEUU. El coronel se quedó perplejo. ¿Por qué había avanzado tan poco el tercer mayor receptor de ayuda militar de EEUU [detrás de Egipto e Israel]?

 

“Estoy pensando, ‘¿acaso estamos matando a las FARC?’”, dijo en una entrevista el coronel, que habló bajo la condición de anonimato.

 

El coronel, un experto en aviones de carga, dijo que “comenzó a rastrear en Google bombas y combatientes” en busca de ideas. Finalmente, aterrizó en el Enhanced Paveway II, un kit de orientación relativamente barato que podrían ser atado a una bomba de gravedad Mark-82, de 500-libras (226 kg).

 

El coronel dijo que entonces le habló sobre su idea al ministro de Defensa Manuel Santos y escribió un paper de una página sobre el tema destinado a Uribe. Santos le llevó la idea al secretario de Defensa de EEUU, Donald Rumsfeld. En junio de 2006, Uribe visitó a Bush en la Casa Blanca. Mencionó el reciente asesinato del jefe de al-Qaeda en Irak, Abu Musab al-Zarqawi. Un F-16 había enviado a su escondite dos bombas inteligentes de 500 libras (226 kg) y lo mató. Presionó por una capacidad similar.

 

“Claramente, esto era muy importante para Uribe”, dijo el general Michael V. Hayden, jubilado de la Fuerza Aérea, quien había asumido el cargo de director de la CIA sólo unos meses antes.

En primer lugar, había que adaptar las bombas inteligentes a un avión colombiano. Colombia no tenía aviones F-16. Raytheon, el fabricante del kit, envió ingenieros para encontrar la manera de montar el equipo en un avión. Primero, intentaron instalarlo en un Embraer A-29 Super Tucano, un avión turbohélice de fabricación brasileña diseñado para misiones de contrainsurgencia de vuelo bajo. Pero la fijación del cable que une el cerebro del computador de la bomba a la cabina significaba perforar demasiado cerca del depósito de combustible. En su lugar, hicieron una adaptación manual a un antiguo Cessna A-37 Dragonfly, avión de ataque ligero desarrollado por primera vez para operaciones especiales de la fuerza aérea de EEUU en Vietnam y utilizado más tarde en la guerra civil salvadoreña.

 

Entonces, ingenieros y pilotos colombianos pusieron a prueba la primera de tres MGPs en un remoto aeropuerto, cerca de la frontera con Venezuela. El objetivo era un 2-x-4 clavado en el suelo. El avión lanzó la bomba desde 20.000 pies [6.000 mt]. “Hizo impacto a un pie [304 mm] del blanco”, dijo el coronel. Los resultados fueron tan buenos, que pensó, “¿para qué perder dos juegos más?” Las bombas inteligentes estaban listas para su uso.

 

Pero los abogados de la Casa Blanca, junto con sus colegas de la CIA y de los departamentos de Justicia, Defensa y de Estado, tenían sus propias preguntas sobre este proyecto. Una cosa era utilizar un PGM para derrotar a un enemigo en el campo de batalla, que la Fuerza Aérea de EEUU ha estado haciendo durante años. Otro asunto era usarlo para apuntar un líder FARC individual. ¿Constituiría esto un asesinato, lo cual está prohibido por la ley de EEUU? Y “¿podríamos ser acusados de participar en un asesinato, incluso si nosotros mismos no lo hacemos?”, dijo un abogado involucrado.

 

La Oficina de Asesoría Legal de la Casa Blanca, y otros, decidieron finalmente que el mismo análisis jurídico que se había aplicado a al-Qaeda sería válido para las FARC. Matar a un líder de las FARC no sería un asesinato, porque la organización plantea una amenaza constante para Colombia. Además, no se podría esperar que se rindiera ninguno de los comandantes de las FARC.

 

Y como organización de tráfico de drogas, el estatus de las FARC como amenaza a la seguridad nacional de EEUU se había resuelto años atrás con la lucha contra el narcotráfico de Reagan. En ese momento, la epidemia del crack de cocaína estaba en su apogeo, y el gobierno decidió que las organizaciones que llevan drogas a las calles de los Estados Unidos constituían una amenaza a la seguridad nacional.

 

Había otro motivo de preocupación. Algunos altos funcionarios estaban preocupados de que las fuerzas colombianas podrían usar las PGMs para matar a quienes percibían como sus enemigos políticos. “Las preocupaciones eran enormes debido a sus implicancias en derechos humanos”, dijo un ex oficial militar de alto rango.

 

Para asegurarse que los colombianos no harían mal uso de las bombas, los funcionarios estadounidenses dieron con una solución novedosa. La CIA podría mantener el control de la clave de cifrado inserta en la bomba, que descodifica las comunicaciones con los satélites GPS para que puedan ser leídas por los computadores de la bomba. La bomba no podría alcanzar su objetivo sin la clave. Los colombianos tendrían que pedir la aprobación de algunos de sus objetivos, y si hicieran un mal uso de las bombas, la CIA podría negar la utilización de GPS en acciones futuras. “Queríamos un cierre de sesión”, dijo un funcionario de alto rango involucrado en las deliberaciones.

 

Para romper la red burocrática inicial, los primeros 20 kits de bombas inteligentes llegaron a través de la CIA sin las claves de cifrado. La factura ascendió a menos de 1 millón de dólares. Después de eso, a Colombia se le permitió comprar directamente a través del programa de Ventas Militares al Extranjero.

 

Anatomía de Operaciones Aéreas Letales en Colombia

Primer golpe: En una misión típica, varios Cessna A-37 Dragonflys, un avión de ataque ligero desarrollado por primera vez por Operaciones Especiales de EEUU para Vietnam, vuela a 20.000 pies [6.000 mt] cargando bombas inteligentes, que pueden ser lanzadas una vez que los aviones están a 3 kilómetros de la meta. Las bombas se comunican con satélites GPS para dar en el blanco y saber en todo momento dónde están.

 

Bombardeo: Varios Embraer A-29 Super Tucanos, avión turbohélice de fabricación brasileña volado a una altura mucho más baja, siguen a los A-37 y dejan caer bombas convencionales por gravedad en un patrón cercano a los blancos de las bombas inteligentes para aplanar la selva y matar a otros insurgentes en el campamento de las FARC.

 

Exterminio Gunship: era de baja volando Vietnam AC-47 Helicópteros de combate AC-47, apodados Puff the Magic Dragon, que en Vietnam volaban a baja altura, ametrallan la zona disparando contra los sobrevivientes, de acuerdo con uno de los varios funcionarios que describieron el escenario.

 

Unidades finales de tierra: Por último, si el campo está lejos en la selva, las tropas del Ejército de Colombia suelen desplazarse en helicópteros de transporte de tropas Black Hawk proporcionados por EEUU. Las tropas recogen, si es posible, los restos del líder muerto de las FARC, reúnen a los sobrevivientes y recogen los equipos electrónicos, como teléfonos celulares y computadoras que pueden aportar información valiosa acerca de las operaciones de las FARC.

 

El primer golpe

Tomás Medina Caracas, también conocido como Negro Acacio, jefe narcotraficante de las Farc y comandante de su frente 16, fue el primer hombre que eliminó la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de EEUU en una lista de ejecuciones PGM.

 

A eso de las 04:30 horas del 1 de septiembre de 2007, los pilotos que usan gafas de visión nocturna descargaron en su campamento varias bombas inteligentes mejoradas Paveway II, en el este de Colombia, tal como esperaban los funcionarios de Washington y Bogotá. Las tropas recuperaron sólo una pierna. Al parecer, por su tez oscura, pertenece a Acacio, uno de los pocos líderes negros de las FARC. Las pruebas de ADN confirmaron su muerte.

 

“Hubo una gran cantidad de emoción”, recordó William Scoggins, director del programa antinarcóticos del Comando Sur del ejército de EEUU. “Nosotros no sabíamos el impacto que tendría, pero nos pareció que era un cambio de juego”.

 

Seis semanas más tarde, las bombas inteligentes asesinaron a Gustavo Rueda Díaz, alias Martín Caballero, líder del Frente 37, mientras él estaba hablando por su teléfono celular. Las muertes de Acacio y Caballero hicieron colapsar los frentes 16 y 37. También provocaron deserciones en masa, según un cable secreto del Departamento de Estado de fecha 6 de marzo de 2008, y puesto en circulación por el grupo anti-secretos WikiLeaks en 2010. Este fue sólo el comienzo de la disgregación de las Farc.

 

Para ocultar el uso de las PGMs de descubrimientos públicos, y para garantizar el máximo daño a los líderes de campamentos FARC, la fuerza aérea y los asesores estadounidenses desarrollaron nuevas tácticas de ataque. En una misión típica, varios Dragonflys A-37 vuelan a 6.000 mt cargados con bombas inteligentes. Tan pronto como los aviones ingresan a una “cesta” a cinco kilómetros de la meta, se activa automáticamente el software GPS de una bomba.

 

Los Dragonflys son seguidos por varios Super Tucanos A-29, volando a altura mucho más baja, que descargan cerca una serie de bombas tontas. La presión de la explosión matará a quien esté cerca y también aplana la selva densa y disfraza el uso de bombas inteligentes.

 

Entonces, helicópteros de combate AC-47 de bajo vuelo, de la era de Vietnam, apodados Puff the Magic Dragon, bombardean la zona con ametralladoras, “disparando a los heridos que tratan de ponerse a salvo”, según uno de varios oficiales militares que describen el mismo escenario.

 

Sólo entonces aparecen las fuerzas de tierra de Colombia para reunir a los presos, recoger a los muertos, así como teléfonos celulares, computadoras y discos duros. La CIA también pasó tres años entrenando equipos de apoyo aéreo de Colombia en el uso de rayos láser para guiar clandestinamente pilotos y bombas inteligentes guiadas por láser a sus objetivos.

 

La mayoría de las operaciones se basaba en gran medida en señales interceptadas por la NSA, que alimentaban con inteligencia a las tropas en tierra o a los pilotos, antes y durante una operación. “Interceptaciones. . .  cambiaron de juego “, dijo Scoggins, del Comando Sur de EEUU.

 

La naturaleza de todo el día de trabajo de la NSA fue capturado en un cable secreto del Departamento de Estado publicado por WikiLeaks. En la primavera de 2009, el objetivo era el narcotraficante Daniel Rendón Herrera, conocido como Don Mario, el hombre más buscado de Colombia y responsable de 3.000 asesinatos durante un período de 18 meses.

 

“Durante siete días, utilizando la señal y la inteligencia humana”, los activos de la NSA “trabajaron día y noche” para trasladar cerca de Herrera la posición de 250 comandos aerotransportados, entrenados y equipados por EEUU, mientras el blanco trataba de huir, de acuerdo a un cable de abril de 2009 y un alto funcionario del gobierno que confirmó el papel de la NSA en la misión.

 

La CIA también entrenó a los interrogadores de Colombia para preguntar de manera más eficaz a miles de desertores de las FARC, sin el uso de las técnicas de “interrogatorio mejorado” aprobadas para su uso con al-Qaeda y posteriormente repudiadas por el Congreso como abusiva. La agencia también ha creado bases de datos para realizar seguimiento de sesiones informativas para poder buscar referencias cruzadas y construir un cuadro más completo de la organización.

 

El gobierno colombiano pagó desertores y les permitió reintegrarse en la sociedad civil. Algunos de ellos, a su vez, ofrecen una valiosa información sobre la cadena de mando de las Farc, rutas estándar de viaje, campamentos, líneas de suministro, de drogas y de fuentes de dinero. Nos ayudaron a encontrarle sentido a las voces interceptadas por la NSA, que a menudo utilizan palabras en código. A menudo, los desertores también fueron utilizados para infiltrarlos en campamentos de las FARC, instalar dispositivos de escucha y balizas que emiten coordenadas GPS para bombas inteligentes.

 

“Hemos aprendido de la CIA”, dijo un alto funcionario de seguridad nacional de Colombia del programa secreto. “Antes, no le prestábamos mucha atención a los detalles.”

 

Ecuador y los rehenes no olvidados

En febrero de 2008, el equipo de EEUU y Colombia obtuvo su primer avistamiento de los tres rehenes estadounidenses. Después de esperar cinco años, la reacción no se hizo esperar en la sede de Comando de Operaciones Especiales en Tampa, que comenzó a despachar comandos JSOC, dijo un alto funcionario de EEUU que se encontraba en Colombia cuando llegaron.

 

El equipo JSOC estuvo encabezado por un comandante del Marina SEAL Team Six. Las pequeñas unidades establecieron tres áreas operativas cerca de los rehenes y realizaron reconocimientos de largo alcance, dijo el alto funcionario. La NSA aumentó su monitoreo. Todos los ojos estaban puestos en esa ubicación remota de la selva. Pero a medida que los preparativos iniciales estaban en marcha, las operaciones se calentaban en otros lugares.

 

Justo al otro lado del río Putumayo, a 1,6 km al interior de Ecuador, la inteligencia de EEUU y un informante colombiano confirmaron la guarida de Luis Edgar Devia Silva, más conocido como Raúl Reyes, y considerado el N º 2 del secretariado de siete miembros de las FARC.

 

Fue un descubrimiento incómodo para Colombia y EEUU. Para llevar a cabo el ataque aéreo un piloto colombiano volaría un avión colombiano que atacaría el campo usando bombas de fabricación estadounidense con un cerebro controlado por la CIA.

 

El coronel de la Fuerza Aérea tenía un mensaje sucinto para el comandante de operaciones aéreas de Colombia a cargo de la misión. “Le dije: ‘Mira hombre, que todos sabemos dónde está este tipo. Eso sí, no jodas’”.

 

Los abogados de la seguridad nacional de EEUU vieron la operación como un acto de defensa propia. A raíz del 9/11, habían elaborado una nueva interpretación del uso permitido de la fuerza contra actores no estatales como Al Qaeda y las FARC. Decían así: Si un grupo terrorista operado desde un país reticente o incapaz de detenerlo, entonces el país bajo ataque – en este caso, Colombia- tiene derecho a defenderse con la fuerza, incluso si eso significa penetrar en otro país soberano.

 

Esta ha sido la justificación legal de ataques con drones de la CIA y otras operaciones letales en Pakistán, Yemen, Somalia y, mucho más tarde, durante la redada en Pakistán que mató a Osama bin Laden.

 

Así, minutos después de la medianoche, el 1 de marzo, tres A-37 Dragonflys despegaron de Colombia, seguidos por cinco Súper Tucanos. Los sistema de guía de las bombas inteligentes encendieron una vez que los aviones llegaron a menos de 5 km de la ubicación de Reyes.

 

Siguiendo las instrucciones, los pilotos colombianos se quedaron en el espacio aéreo colombiano. Las bombas cayeron según lo programado, destruyeron el campamento y mataron a Reyes, quien, según informes de prensa colombianos, estaba dormía en pijama.

 

Fuerzas colombianas se apresuraron a cruzar la frontera de Ecuador para recuperar los restos de Reyes y también apoderarse del gran tesoro de equipos informáticos que resultó ser lo más valioso en inteligencia FARC nunca encontrado.

 

El bombardeo desató una grave crisis diplomática. El líder venezolano Hugo Chávez llamó a Colombia “un estado terrorista” y trasladó tropas a la frontera, como lo hizo Ecuador. Nicaragua rompió relaciones. Uribe, bajo presión, pidió disculpas a Ecuador.

 

La disculpa, mientras calmaba las relaciones con América Latina, enfureció al pequeño círculo de funcionarios estadounidenses que conocía el fondo de la historia, dijo uno de ellos. “Recuerdo que pensé: ‘Yo no puedo creer que estén diciendo esto'”, dijo. “Era una locura que ellos renunciaran a una postura legal importante”.

 

Pero el jaleo no dañó los lazos profundos entre las fuerzas estadounidenses y colombianas ni disuadió la misión de rescatar a los rehenes. De hecho, el número de tropas JSOC creció a más de 1.000, dijo luego el alto funcionario en Colombia. Los funcionarios pensaron en asegurarse que podían observar, pero nunca acudieron. Un ejercicio militar colombo-estadounidense proporcionó suficiente cobertura cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja se presentó en campamentos aislados y tropezó con algunos americanos fornidos, dijeron dos funcionarios estadounidenses.

 

Después de seis semanas de espera para encontrar a los secuestrados, la mayoría de las tropas JSOC abandonaron el país para acometer misiones en otras partes. Se mantuvo una unidad. El 2 de julio de 2008, tuvieron un papel suplente no utilizado en la espectacular y bien documentada Operación Checkmate, en que fuerzas colombianas pretendiendo ser miembros de un grupo humanitario engañaron a las FARC para que entregaran, sin efectuar un solo disparo, a los tres rehenes estadounidenses y otros 12. El equipo de JSOC y una flota de aviones de EEUU se posicionó como Plan B, en caso que la operación saliera malo en Colombia.

 

Santos continúa la guerra con bombas inteligentes

Como muestra de confianza, a principios de 2010 el gobierno de EEUU dio Colombia el control sobre la clave de cifrado GPS. No han habido informes de mal uso, fallos o daños colaterales de las bombas inteligentes. La transferencia fue precedida por negociaciones rápidas sobre reglas de combate para el uso de la bomba inteligente. Una de reglas fue que se usarían sólo contra campamentos aislados en la selva.

 

El presidente Santos, quien fue ministro de Defensa bajo Uribe, incrementó en gran medida el ritmo de las operaciones contra las FARC. Casi tres veces más líderes de las FARC -47 vs 16- fueron asesinados bajo Santos que bajo Uribe. Las entrevistas y análisis de sitios web del gobierno e informes de prensa indican que al menos 23 de los ataques bajo Santos fueron operaciones aéreas. Las bombas inteligentes sólo se utilizaron contra los líderes más importantes de las FARC, dijeron las autoridades colombianas en respuesta a las preguntas. Bombas de gravedad se utilizaron en otros casos.

 

Colombia continúa mejorando sus capacidades aéreas. En 2013, la fuerza aérea mejoró su flota de aviones de combate Kfir de fabricación israelí, equipándolos con bombas guiadas por láser Griffin, igualmente de fabricación israelí. También ha instalado bombas inteligentes en algunos de sus Súper Tucanos.

 

Después de diezmar a la dirigencia de las FARC y a muchos de los comandantes de frente, los militares, con ayuda continua de la CIA y otras agencias de inteligencia, parece estar trabajando su camino a través de las filas de nivel medio, incluidos los comandantes de compañías móviles, en una batalla más endurecida y con más experiencia contra los cuadros restantes. Un tercio de ellos han sido muertos o capturados, según las autoridades colombianas.

 

El gobierno de Santos también se ha enfocado en las redes financieras y de apoyo en armas a las FARC. Algunos críticos piensan que el gobierno ha estado demasiado centrado en matar a los líderes y no lo suficiente en el uso del ejército y la policía para ocupar y controlar el territorio rebelde.

 

Matar a individualidades nunca ha sido una medida de éxito en la guerra, dicen los expertos en contrainsurgencia. El asunto que importa es el caos y la disfunción en la organización que acarrea matar a los líderes. Las operaciones aéreas contra los dirigentes de las FARC “ha vuelto a la organización al revés”, dijo un alto funcionario del Pentágono que ha estudiado la historia clasificada de EEUU en la guerra en Colombia.

 

Algunos han huido a Venezuela. Un miembro de la secretaría se esconde de manera intermitente en Ecuador, de acuerdo a altos funcionarios de Colombia, rompiendo el importante vínculo psicológico con las tropas en tierra y deteriora el reclutamiento.

Por temor a ser localizadas como blancos, las unidades que ya no duermen en el mismo lugar dos días seguidos, por lo que los campos deben ser más escasos. “Saben que ahora el gobierno tiene tanta información e inteligencia sobre ellos, en tiempo real”, dijo German Espejo, consejero de seguridad y defensa de la Embajada de Colombia. Preocupados por espías en medio de ellos, las ejecuciones son comunes.

 

Las FARC todavía monta ataques -un atentado con coche bomba de un destacamento policial mató el 7 de diciembre a seis policías y dos civiles- pero ya no viaja en grupos grandes y limita la mayoría de las unidades a menos de 20. Incapaz de montar ataques a gran escala, el grupo ha vuelto a golpear y ejecutar tácticas con francotiradores y explosivos.

 

El cansancio de 50 años de vida errante en la selva también ha hecho mella en el equipo negociador de las FARC. Aquellos que han vivido en el exilio parecen más dispuestos a continuar la lucha que quienes han estado haciendo los combates, dijeron las autoridades colombianas. Las negociaciones, dijo Santos en la entrevista, son el resultado de la exitosa campaña militar, “la guinda del pastel.”

 

El 15 de diciembre, las FARC dijeron que comenzaría un alto el fuego unilateral de 30 días, durante la temporada navideña, en señal de buena voluntad. El gobierno de Santos rechazó el gesto y se comprometió a continuar su campaña militar. Más tarde ese mismo día, las fuerzas de seguridad mataron a un guerrillero de las FARC implicado en un atentado con bomba contra un ex ministro. Tres días más tarde, el ejército mató a otros cinco.

Graficos por Alberto Cuadra, Cristina Rivero, Gene Thorp / 21-12-2013

Traducción de Ernesto Carmona

 

Nota del traductor: Más que denunciar la acción encubierta con presupuesto secreto de EEUU en Colombia, éste es un extenso “publi-reportaje” de propaganda a la intervención ya no tan secreta de EEUU. Destinado quizás a influir en las conversaciones de paz de La Habana, el diario TWP muestra la magnitud millonaria de la alta tecnología del gigantesco programa de bombas inteligentes, la utilización de desertores reciclados por las FARC que en los campamentos  guerrilleros plantaron las balizas que emiten las señales para guiar a las “bombas inteligentes” hasta esos mismos lugares y, a la vez, recolectan información de inteligencia. También ofrece detalles espeluznantes sobre el asesinato de Raúl Reyes y otros líderes FARC, así como la argumentación seudo jurídica que sustenta la “ética” de la política de asesinatos extraterritoriales de EEUU, sea con bombas inteligentes, aviones sin piloto tipo drone y otros artilugios para matar de alta tecnología. Nos dimos el trabajo de traducirlo para que el lector conozca esta información en detalle y amplíe su conocimiento sobre el poderío imperial y la carencia de ética de sus guerras locales, así como la catadura moral y mentirosa de sus socios de la misma impronta que la clase propietaria y gobernante de Colombia. Ernesto Carmona).

 

Elyssa Pachico y Julie Tate contribuyeron a este reportaje.

 

Fuente:

http://www.washingtonpost.com/sf/investigative/2013/12/21/covert-action-in-colombia/?tid=auto_complete

 

 

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