Diciembre 6, 2024

Reflexiones sobre las elecciones

Partamos por la discutida abstención. En primer lugar, es difícil determinar las razones exclusivas de la abstención en la segunda vuelta presidencial. Aventurarse velozmente a establecer una causalidad directa es altamente complejo. La abstención electoral así como la mayoría de los hechos políticos ocurren por diversas y, a veces, desconocidas variables.

Por lo tanto, no podemos obtener una potencial explicación (como causalidad única) para la abstención. Sin embargo aparecen, en el caso chileno, algunas cuestiones interesantes de sopesar: la evidente y progresiva desafección política; una elección poco competitiva y con un resultado previsible; ausencia de educación cívica en los colegios; escasos incentivos para ejercitar el voto, etcétera.

 

Desde un punto de vista comparado, por ejemplo, con algunos países europeos con voto voluntario como España, Alemania o UK, es menester señalar que, grosso modo, estamos bajo la cifra promedio de estos países (están en un rango del 60% al 70% de participación). También existen otros países como Suiza con algo más del 40% o el mismo EEUU en torno al 55%. Es decir, en algunas naciones con voto voluntario la participación es relevante. Por ello, no sería correcto apelar exclusivamente al voto voluntario como causa directa y exclusiva de la abstención.

 

Respecto de la legitimidad del triunfo de la Nueva Mayoría y el grado de representatividad de ésta, es necesario aclarar que no está en cuestión ni el triunfo ni la legitimidad de Bachelet. Las reglas institucionales y electorales establecidas fueron aceptadas y desplegadas por todos los sectores. Por ende, más allá de la baja participación, no se puede cuestionar la legitimidad del triunfo. Sin embargo, Bachelet puede que necesite, a la hora de materializar grandes reformas, un apoyo que vaya más allá del Congreso. Me refiero a una suerte de consenso nacional que incluso puede recurrir a mecanismos de consulta, como por ejemplo un plebiscito.

 

Una tercera cuestión que hay que destacar, es que en cifras generales Bachelet logró un número de votos semejante a la elección del 2005. Incluso, conquistó casi idéntico número de sufragios que Piñera en la elección del 2009 (la cifra varía en torno a los 200.000 votos en ambos casos). Por lo tanto, la votación de Bachelet se encuentra dentro de unos rangos numéricos estables y constantes. El descalabro de votos, por ende, azotó a la derecha. Si se compara el resultado de Matthei con las segundas vueltas presidenciales del 2005 y 2009, la derecha obtuvo el domingo pasado entre 1 y 1,5 millón de votos menos.

 

Por último, es necesario recapacitar que -a pesar de la previsible derrota de la derecha- no ha existido ningún cuestionamiento hacia los presidentes de RN y la UDI. Es decir, han salido indemnes de responsabilidad. Cualquier directiva con algún grado de autocrítica y responsabilidad frente a su electorado hubiese presentado la renuncia en los días posteriores a la elección.

 

En este sentido, los anunciados congresos ideológicos (que al parecer se celebrarán en enero próximo) asoman como una alternativa de recambio. La derecha debe preguntarse por qué su discurso, sus valores e ideología no es capaz de comprender el presente. La derecha chilena parece no asumir que la sociedad está en un constante progreso. En definitiva, debe acortar la distancia entre su ideario y las demandas de la sociedad chilena.

 

Mauricio Rojas Casimiro

Periodista (UPLA) y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología (UCM)

 

 

 

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