Cuando me propuse medir qué tan difícil puede ser tomar la decisión que deberán enfrentar los electores chilenos para ir a votar el domingo, consideré que una parte importante de ellos tuvo una participación en la primera vuelta cercana a la mitad de los inscritos, y por lo tanto estimé que eran personas que habían logrado traspasar las barreras de las dificultades para elegir, lo que para otros puede ser de una complejidad mayor. Por lo tanto, la preocupación para la segunda vuelta sería el 51 %, de ciudadanos que simplemente no participaron en la primera.
Para entender la dificultad que pueden tener tantos electores de participar en las elecciones considerando los diversos discursos que existen, me propuse leer artículos y tendencias que se comentan en la prensa, las noticias, las redes sociales, etc., con la finalidad de pesquisar qué ocurre con el fenómeno de no actuar ante una elección.
Las opiniones que se entregan a la gente son cuantiosas y el desafío de entender y separar cada situación puede llegar a ser estresante. Existen muchas organizaciones o asociaciones con manifiesto interés público como, Marca tu Voto, Ciudadano Inteligente, Educación 2000, MOVILH, Evópolis, Horizontal, Espacio Público, Izquierda Autónoma, Chile Ciudadano, Fuerza Pública, Nodo XXI, Revolución Democrática, y más aún. A todo ello debemos agregar los partidos políticos tradicionales, los más nuevos y sus posturas y sub posturas que se difunden en las redes públicas y privadas, blogs, etc., que de alguna manera explican las 9 opciones presidenciales de la primera vuelta, entonces, debiéramos suponer que la dificultad sería mucho menor en la segunda vuelta, reducida a dos candidatas. No, tampoco es así.
Por ejemplo, me enteré que para la segunda vuelta, los estudiantes de la Confech, aseguraron que ninguna de las dos candidatas eran representativas de sus demandas. Bueno, pensé, tal vez tengan razón, pero los términos en que se da la segunda vuelta es de una elección presidencial, pero en fin, sigamos revisando otras opiniones. Encontré diversos artículos, algunos con detallados listados de por qué la gente no debe votar y otros tan extensos como los anteriores que creen que hay muchas razones para no votar, pero ninguna para no hacerlo. ¡Bravo, que ingenioso!,
En mi osadía de investigador aficionado, me propuse preguntar directamente a la gente, por ¿quién votará Ud., el domingo? Nadie me dio una respuesta directa, unos cuantos dijeron que no sabían aún, otros dijeron que el voto era secreto y algunos que no votarían. ¡Vaya! dije, que manera de zafar, pero en alguna parte debe haber una irracionalidad, algo que explique esta reticencia, alguna incompatibilidad neuronal entre el funcionamiento del cerebro y las propuestas de los diversos discursos políticos.
Supuse que lo mejor sería recoger una respuesta en forma indirecta, instando a la gente a que me preguntara por quién voy a votar yo, para lo cual contestaría en forma directa. Efectivamente, en la primera oportunidad, cuando alguien me preguntó por quién votaría yo, dije que votaría por tal candidata. La respuesta inmediata que recibí fue, “ah, entonces a ti habría que colgarte de un árbol”. Bueno, eso para cualquiera sería una inhibición agresiva, pero dicho dentro de mi contexto de experiencia y conversación amistosa, tengo claro que no existe tal intención ni ánimo de colgarme, pero pensé, si esta misma observación se hace a otra persona en otro contexto, ¿entenderá lo mismo? Este ejercicio me hizo pensar porqué la derecha sigue explotando la política del terror en sus discursos, en pleno siglo XXI, porque saben que lleva implícita una presión psicológica subconsciente en las personas, dependiendo de quien la escuche, pero es parte de la lógica de inhibir la expresión ciudadana.
Esta conjunción de estados, en especial en periodos de elecciones, termina por producir un distanciamiento de las personas con la política, en la creencia que dicha “no acción” es útil para sentirnos neutros e independientes de aquellos que están abanderados, sobre todo si en alguna oportunidad fueron severamente castigados por una dictadura que determinó, los que eran abanderados “buenos” y los que eran abanderados “malos”.
Creo que en parte se puede responder esta incógnita, siguiendo el modelo de el economista de la conducta Dan Ariely, catedrático, psicólogo con un doctorado en psicología cognitiva de la Universidad de Carolina del Norte y doctorado en Negocios en la Universidad de Duke, donde es profesor. Este académico expresa que no somos tan racionales como creemos al tomar decisiones. Nuestra intuición nos engaña de forma repetida, predecible y consistente y casi no hay nada que hacer al respecto, excepto empezar a tomar conciencia de la dificultad que encuentra nuestro cerebro, cuando debe tomar una decisión.
Un ejemplo que cita D. Ariely, consistió en determinar por qué en Europa, en algunos países los ciudadanos eran más proclives a donar órganos y en otros no. La forma de solicitar la donación en los países con pocos donantes era un formulario del Departamento del Tránsito que enviaba a quienes tramitaban sus documentos adjunto a una carta donde se les rogaba que fueran donantes de órganos, para lo cual debían marcar en el formulario un recuadro con una “X”, “si aceptaban ser donantes”. Los que no marcaran el recuadro significaba que no eran donantes. En los países donde había mayor adhesión de donantes, el método de solicitud era similar, salvo por un formulario ligeramente diferente al otro que decía, marque una “X” en el recuadro de abajo si Ud., “no quiere ser donante”, por lo tanto, todos los que no marcaran el formulario, indicaba que eran donantes.
Es interesante ver que la tendencia de la gente es “no marcar”, evitar un análisis de cuestiones que no ha considerado y que marcar, compromete con algo que no ha decidido, excepto que en el segundo caso era al revés, lo que explica el porqué en algunos países de Europa existen más donantes y otros menos. O sea, si la gente pro Asamblea Constituyente se hubiera propuesto marcar el voto en forma inversa, probablemente habría sido más efectiva al decir por ejemplo, “si Ud. no quiere una asamblea constituyente, marque el voto N/A/C”. En consecuencia, todos los votos no marcados serían pro asamblea constituyente y los marcados se escrutarían con objeción. Perece una manipulación, pero es la forma en que se presenta el discurso y la discusión política, llena de este tipo de “resquicios”.
Muchas decisiones se toman sin que seamos nosotros quienes las tomamos, y por el contrario, cuando creemos que tenemos todo bajo nuestro propio control, en realidad obedecemos a formas elegidas o establecidas por otros. Es decir, no actuar no significa que sea trivial o que no nos importe algo, todo lo contrario, es por lo difícil, complejo e importante que resulta, tanto si lo hacemos como si no lo hacemos, la gente siente que no vota, porque incluso el acto de no hacerlo ya tiene significado, como aquellos que dicen, quienes no votan es el voto rechazo, o del inconformismo, y dado que es tan complejo determinar a qué se refiere el rechazo, se opta por lo que esté decidido para nosotros por otros, aunque no tenga ninguna relacionado con nosotros.
Le pregunté a una vecina, que tiene un negocio muy pequeño, si iría a votar y me dijo que “no porque a mí nadie me regala nada y vivo apenas con una pensión miserable que no alcanza para poder vivir”. Claro, pensé, desde su perspectiva tiene sentido, ella votaría por un candidato que le diga que le mejorará la pensión, pero la dificultad para poder entender eso es, como diferenciar a las candidatas, si ambas hablan de proteger a los pobres y además tienen que distinguir si marcar o no el voto por la asamblea constituyente, porque no sabe qué se elige con ello o a quienes patrocina con esa opción, o qué lo poco que tenga que ver con ella.
La dificultad de muchos electores son las referencias cruzadas de las discusiones políticas. Para Matthei, Bachelet tiene apoyo en las zonas afectadas por tsunami, porque no se sabe cuánto habría sido el apoyo sin tsunami. Es como responder, yo tengo un tío en Rancagua, evadir el dato real. Se habla de duopolio y ello supone conocimiento dentro de una categoría definida por los autores o de quienes usan esa terminología, es decir, son categorías de influencias externas, ajenas a la cuestión principal, el debate interno que existe en cada persona o del elector para votar.
En este sentido, la explicación de la irracionalidad de lo que sucede, tanto de los que votan como de los que no votan, es que, esta economía de la conducta que señala el psicólogo Dan Ariely, tiene que ver como entendemos nuestro mundo, como construimos cosas que no todos pueden ver. La explicación del fenómeno de las usencias en las elecciones es que no entendemos nuestra limitaciones igual que cuando construimos alrededor de ellas una serie de conceptos, como cuando hablamos del sistema de Isapres para la salud, el fondo de pensiones para jubilar o la bolsa de valores para los negocios, olvidando que tenemos limites cognitivos, de la misma manera que se entienden las limitaciones físicas, y eso es esencial para construir y acordar un mundo mejor y por ahí puede estar la causa de porqué mucha gente no participa.
Mario Briones R