Diciembre 7, 2024

Dura condena del Papa al sistema capitalista

El 24 de noviembre, el Vaticano publicó la exhortación apostólica La alegría del Evangelio, del Papa Francisco. El eje argumental es la evangelización en el mundo actual, plasmado en un extenso texto que profundiza no solo en la evangelización sino también, con inusitado énfasis, en su campo de acción, un mundo caracterizado por un modelo de sociedad, dice con claridad, que favorece la inequidad, injusticia y exclusión. El texto destaca por su directa crítica al escenario en el cual ha de ejecutarse la evangelización.

Destacamos este texto vaticano por su enorme coincidencia con los diagnósticos que hacen de la sociedad mundial y nacional no solo analistas y activistas, sino millares de organizaciones sociales y millones de ciudadanos aplastados por el modelo económico y político neoliberal. La exhortación papal está dirigida a los evangelizadores pero también a los gobernantes y elites globales y nacionales. Nada de lo que la exhortación apostólica incorpora, puede ser ajeno a nuestra realidad.

 

El documento, escrito por un grupo de religiosos, está refrendado por Francisco y muchos pasajes tienen su pluma. Por ello puede interpretarse como su pensamiento, su más directo y punzante mensaje a menos de un año del inicio de su papado. De cierta manera, establece distancia con sus dos antecesores y deja una marca alejada de los sectores más conservadores de la Iglesia Católica, como el Opus Dei. En el documento, vale destacar, no hay referencias condenatorias directas ni a las relaciones igualitarias ni al aborto, como ocurrió en anteriores papados, pero sí a los especuladores financieros, a la corrupción gubernamental o al afán de lucro empresarial, expresado éste desde la explotación laboral a la depredación de los recursos naturales con sus nocivos efectos ambientales.

 

Benedicto XVI hizo algunas críticas al aparato financiero y al neoliberalismo, pero nunca con el énfasis y precisión que surgen del documento de Francisco. De cierta manera, la Iglesia Católica conecta esta vez, como no lo hizo en varias décadas, con los verdaderos pesares que sufre la Humanidad.

 

CENSURADO EN CHILE

Estamos en presencia de un claro giro desde la cúpula de la Iglesia Católica. Pero éste no ha sido recogido ni informado en su justa medida por la gran prensa, aquella ligada a los grupos de poder económicos y políticos. En Chile la ausencia de cobertura ha sido total en las páginas del duopolio así como en la televisión, una omisión que expresa el malestar que debe haber generado en esos grupos, tanto que han optado por ocultarlo a sus lectores y a la población religiosa. Tampoco lo han comentado los políticos de la Nueva Mayoría y de la Alianza, confirmando sus lealtades al capitalismo.

 

En uno de sus capítulos introductorios ya podemos hallar referencias directas, las que se extenderán en numerosos pasajes del documento. Así, en el prólogo, el texto dice que “el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”.

Un capítulo inicial traza el contexto en el cual ha de ejercerse la evangelización y expresa una visión que comparten millares de organizaciones de la sociedad civil. Más aún, se trata de una mirada que debiera generar fuerte empatía en ellos.

 

En el apartado titulado “Algunos desafíos del mundo actual” podemos hallar un pasaje con una crítica al capitalismo aún mayor a la de cualquier diagnóstico de las organizaciones sociales. “Así como el mandamiento de no matar pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la Bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil”.

 

El documento va más allá de los conceptos básicos y tradicionales de la crítica al capitalismo. Va más allá del concepto de explotación para poner énfasis en la exclusión, como un fenómeno nuevo en el neoliberalismo. “Hemos dado inicio a la cultura del ‘descarte’ que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son ‘explotados’ sino desechos, sobrantes”. Las altas tasas de desempleo que promueve el capitalismo en su fase neoliberal, los recortes a los subsidios, la comercialización de los derechos básicos de las personas, desde la salud a las pensiones, está creando una masa cada vez mayor de excluidos. Cuando en Chile pensamos en las pensiones, las cuales tienden a ser de alrededor del 50 por ciento del promedio salarial de los últimos años, o que para sobrevivir los trabajadores tengan que trabajar hasta los 70 años, según datos recientes de la OCDE, se confirma esta afirmación sobre una creciente masa de excluidos de la sociedad.

 

CONTRA LA TEORIA DEL CHORREO

El documento también dispara contra uno de los grandes mitos del neoliberalismo: la teoría del chorreo o derrame. “En este contexto, algunos todavía defienden la teoría del ‘derrame’, que supone que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”.

 

Los chilenos bien conocemos esta teoría y también el discurso basado en el crecimiento económico como mejor motor para la creación de empleos. Pero se trata de un espejismo: de los 300 mil nuevos empleos que el gobierno se ufana haber creado este año, la Fundación Sol afirma que más del 70 por ciento son externalizados, precarios, insuficientes para tener una vida digna.

 

Si este tipo de empleos y políticas económicas son exitosas para el gobierno chileno, para el Vaticano ya no se puede confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. “El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone. Requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos”.

 

Porque, dice el Papa, que “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común”. En este pasaje podemos leer con claridad una crítica similar a la que en Chile hacen organizaciones sociales que promueven una mayor gestión del Estado en la producción y los servicios.

 

De la crítica, a la propuesta. “Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano”.

 

LA VIOLENCIA ES UNA

RESPUESTA A LAS INJUSTICIAS

Más adelante la crítica papal apunta a uno de los tópicos del discurso hegemónico del capitalismo actual, el que relaciona las protestas ciudadanas con acciones de violencia. Para Francisco, la violencia tiene su raíz y surge de la falta de oportunidades y de la inequidad. Porque “hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”. Y agrega: “Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética”.

 

Protestas y violencia que tienen una causa, un tipo de violencia institucionalizada, un mal enquistado en las estructuras del sistema. “El mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado ‘fin de la historia’, ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas”.

 

ABIERTA CRITICA A LAS ELITES DEL PODER POLITICO Y ECONOMICO

La exhortación evangélica dedica un largo capítulo a criticar al sistema político y a las elites de poder por sus prácticas corruptas. Hay párrafos que apuntan a ellos sin rodeos. “Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una ‘educación’ que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países -en sus gobiernos, empresarios e instituciones- cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes”.

Y también hila más fino, para criticar las clásicas políticas sociales neoliberales. “Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”.

 

Francisco enfatiza en esta materia y pide a Dios que “crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo. La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos”.

 

Los políticos, sí, pero también las elites empresariales. “Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: ¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda”.

 

¿A quién se refiere el Papa Francisco? No a otros que a los gobernantes.

 

PAUL WALDER

 

 

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 795, 6 de diciembre, 2013

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