Es sabido que el signo permanente de nuestra “transición” (en rigor, de la consolidación del modelo heredado de la dictadura) ha sido la asimilación del modelo neoliberal por el liderazgo efectivo de la Concertación; y su consiguiente subordinación a los grandes grupos económicos: la confesada “convergencia” con el pensamiento económico de la derecha que tuvo lugar a fines de la década de los 80, reconocida nada menos que por Edgardo Boeninger en 1997 (Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad; Edit. Andrés Bello, Santiago, 1997; pp. 369-70).
Derivada de ella podemos comprender la constante conducta concesiva que comenzó con el inédito regalo de la mayoría parlamentaria efectuada a la futura oposición de derecha, mediante el acuerdo de reformas constitucionales plebiscitado en julio de 1989. Y que tuvo como secuencias fundamentales posteriores la “autodestrucción” de los medios de comunicación escritos y televisivos controlados por la Concertación en la década de los 90; la consolidación del duopolio “El Mercurio-Copesa”, a través de la negativa de los gobiernos concertacionistas a devolver los bienes del confiscado diario Clarín a Víctor Pey; la ausencia de voluntad de Ricardo Lagos (2000-2002) y Michelle Bachelet (2006-2007) a utilizar su mayoría parlamentaria para sustituir las principales instituciones económicas impuestas por la dictadura; y el hacer propia la Constitución del 80 en 2005, a cambio de la eliminación de los aspectos autoritarios más impresentables de aquella.
Además, uno de los elementos más solapados de aquella conducta reiterada ha sido la virtual aceptación como democrático del sistema electoral binominal, pese a las declaraciones y proyectos presentados por el liderazgo concertacionista en orden a transformarlo. Así, Patricio Aylwin “decretó” en agosto de 1991 que la “transición” había acabado y que Chile había adquirido ya un carácter incuestionablemente democrático pese a la mantención de dicho sistema, además de muchas otras instituciones antidemocráticas (Ver El Mercurio; 8-8-1991).
Posteriormente el mismo Aylwin confirmó que la vigencia de dicho sistema electoral no cuestionaba el carácter democrático del sistema político chileno: “La democracia chilena es imperfecta. ¿Pero acaso es perfecta la inglesa, la española, la francesa? La vida es transición. Yo creo que la democracia volvió a Chile para quedarse y eso es lo que importa. Hay cosas que aún no se han logrado. ¿Es bueno o no el sistema electoral binominal? A mí no me gusta, pero reconozco que le da estabilidad a los gobiernos y conduce a gobiernos de mayoría” (El Mercurio; 26-9-2003). Y lo mismo hizo -más taxativamente aún- uno de los mayores expertos electorales de la Concertación y actual diputado del PPD, Pepe Auth: “El sistema electoral no es ni más ni menos democrático que otros aplicados en países de igual condición y muchos problemas usualmente atribuidos al binominalismo tienen otro origen, son comunes a varios sistemas electorales o francamente no tienen el carácter problemático que se les atribuye” (El Mercurio; 25-9-2005).
Lo anterior, a su vez, fue plenamente congruente con ¡la consagración que el liderazgo de la Concertación hizo del sistema electoral binominal, al suscribir la Constitución del 80 en 2005 (con la firma de Lagos y de todos sus ministros que reemplazaron la de Pinochet) sin haberlo eliminado! Es cierto que, para efectos de hacer más elegante aquello, se sacaron del mismo texto constitucional las referencias a dicho sistema colocándolas en la Ley Orgánica Constitucional sobre Votaciones Populares o Escrutinios. Esto, en concreto, significó una diferencia poco relevante para su eventual modificación: Que en lugar de requerir un quórum de 3/5 de los diputados y senadores en ejercicio; se estableció uno de 4/7 en ambas cámaras.
La colusión real respecto del sistema electoral binominal la hemos visto confirmada en la reciente elección. En primer lugar, porque se han reiterado los simulacros de su transformación –siempre frustrados- que se realizan previamente a las elecciones parlamentarias. Además, que la proyectada transformación actual significaría establecer un sistema binominal “corregido” que no eliminaría su esencia distorsionadora de la voluntad popular.
Luego, porque de manera inaudita la Concertación canceló virtualmente la posibilidad de doblar en las elecciones senatoriales de Concepción (¡donde había doblado ya dos veces con duplas PDC-PS!) al presentar a dos socialistas: Camilo Escalona y Alejandro Navarro. Más aún cuando la derecha presentaba a su candidata potencialmente más fuerte en la zona: Jacqueline van Rysselberghe. Como no es posible explicar esto por una estulticia generalizada de dicho liderazgo; en el mejor de los casos, se trataría de que para aquel era más importante arriesgar el único doblaje senatorial que hasta la fecha se había conseguido, por un muy hipotético triunfo de Escalona sobre Navarro. Por cierto, al final no se dobló; y ni siquiera se eligió a Escalona… Solo, gracias a los gravísimos errores de la derecha de dividirse en dos listas en la circunscripción de Antofagasta y de dejar Coquimbo sin su carta fuerte (Evelyn Matthei), pudo la Concertación obtener dos doblajes y quedar en una mayoría senatorial 21-17.
Pero, reveladoramente, El Mercurio efectuó un análisis de los resultados electorales presentándolos falsamente como que el sistema binominal había favorecido –respecto de la “estricta proporcionalidad” de los cargos parlamentarios y los votos- esta vez a la Concertación en desmedro de la derecha; haciéndose eco del experto electoral de la UDI, Andrés Tagle, quien señaló que “el gran favorecido en esta elección ha sido la Concertación (…) Esta teoría del empate que se ha construido no es así” (El Mercurio; 21-11-2013). Sintomáticamente, el análisis que recoge El Mercurio se limita a la elección de diputados, donde la distorsión (por la ley de los grandes números) ha sido siempre menor. Pero incluso aquí las conclusiones son falsas, ya que la gran favorecida fue también la derecha. Así, si comparamos los resultados obtenidos por la Alianza con el actual sistema (49 diputados), con los que habría obtenido de acuerdo a la estricta proporcionalidad de sus votos (2.247.442), sus diputados habrían bajado a 45. Y, en el mejor de los casos, sumándole el diputado que habría obtenido el PRI con sus 72.356 votos, habría llegado a 46. Es decir, la Concertación más el PC y los independientes de centro-izquierda sumaron 71 diputados. Pero, de acuerdo a la estricta proporcionalidad habrían obtenido 74: El Pacto Nueva Mayoría, con sus 3.021.247 votos, hubiese obtenido 61; el Partido Humanista, con sus 209.106 votos, 4 diputados; el Pacto “Si tu quieres Chile cambia” (MEO), con sus 338.122 votos, 6 diputados; y el Pacto “Nueva Constitución para Chile” (Igualdad y ecologistas), con sus 172.985 votos, 3 diputados.
Es decir, el sistema binominal le está permitiendo a la Alianza obstruir ilegítimamente en la Cámara de Diputados toda reforma constitucional; ya que la mayoría de sus apartados exige un quórum de 3/5 de los parlamentarios. Esto es, 72 diputados.
Pero en el Senado la distorsión es mucho más grave puesto que le posibilita incluso a la derecha bloquear ilegítimamente toda reforma a las leyes orgánicas constitucionales. Así, de acuerdo a la estricta proporcionalidad, la Nueva Mayoría más los pactos de izquierda habrían logrado 23 senadores: 20 la primera, con sus 2.281.907 votos; 1 el Partido Humanista, con sus 156.428 votos; 1 “Nueva Constitución para Chile”, con sus 176.139 votos; y 1 “Si tu quieres Chile cambia”, con sus 110.051 votos. Esto le habría permitido, también legítimamente, a la “centro-izquierda” modificar las leyes orgánicas constitucionales que exigen 22 senadores (4/7); y las reformas constitucionales que requieren de 23 senadores (3/5). Pero al obtener solo 21 senadores con los dos doblajes ya mencionados (Antofagasta y Coquimbo), la Concertación estará impedida de ambas cosas, salvo en el caso de las primeras, si contara con el apoyo del independiente de derecha Carlos Bianchi.
Por lo mismo, llama poderosamente la atención que los expertos electorales de la Concertación consultados por El Mercurio –Pepe Auth y Milenko Mihovilovic- no hayan desmentido el hecho de que la ilegítimamente favorecida con el sistema binominal en esta elección haya sido nuevamente la derecha. Incluso, Auth señaló que “espero que ahora con este resultado los diputados de la UDI recapaciten y dejen de poner obstáculos a la reforma” (El Mercurio; 21-11-2013) (¿?).
Pero ciertamente que lo más grave son los anuncios de connotados dirigentes concertacionistas de que ellos nuevamente (como fue el caso durante Lagos y Bachelet) no “aprovecharán” que la distorsión no los perjudicó tanto esta vez como para desmantelar las instituciones neoliberales impuestas a sangre y fuego por la dictadura. Es importante tener en cuenta que Bachelet va a tener mayoría parlamentaria simple y de quórum calificado -¡así como la tuvo en su primer gobierno!- para sustituir el Plan Laboral, las AFP, el sistema de salud, el sistema tributario, el sistema financiero, el sistema universitario, etc. En dichos anuncios el más gráfico ha sido -como ya es costumbre- el presidente del PDC, Ignacio Walker, quien ha dicho que “el hecho de tener una mayoría en el Senado y en la Cámara no significa que estemos pensando en pasar la aplanadora” (El Mercurio; 23-11-2013). ¡Pero si fue la dictadura la que realmente con “aplanadora” –que incluyó centenares de miles de desapariciones forzadas, ejecuciones, torturas, detenciones, exoneraciones y exilios de personas- impuso el Plan Laboral, las AFP, las Isapre, la LOCE, la Ley de concesiones mineras, etc.! ¿Cómo desmontar esa obra inicua y cruenta lo más rápido posible (es un decir, ya que no hicieron nada de esto en los varios años que gobernaron con mayoría parlamentaria) no va a ser un deber democrático y de justicia social? ¡¡Gran Dios!!