Los votos fueron pocos aunque las razones eran muchas. Había que hacer la barricada.
No era fácil la tarea, los dos grandes partidos de la izquierda histórica habían capitulado. Unos resistieron más y otros menos, pero la realidad es que luego de los rebencazos pinochetistas y la exclusión concertacionista ya no quieren ni el socialismo ni el comunismo. La utopía esta muerta, la peguita esta tan cerca.
Todos los manuales lo dicen. En política y en la guerra vence aquél que impone al otro sus objetivos y es derrotado el que deja de luchar por los suyos.
Es meritorio lo de Claude y Roxana. Para estas elecciones no había nadie en el campo de la izquierda tomando la bandera.
El día más triste, escribió Roque Dalton, no es aquel en que los fusiles revolucionarios fueron derrotados sino aquél en que fueron derrotados porque nadie quiso empuñarlos.
Pudo pasar en estas elecciones. Si pudo, si Roxana, Marcel y sus compañeros no hubieran estado, si el socialismo allendista no hubiera salido a dar la batalla con todas las adversidades. Esa era la victoria total del neoliberalismo. Pero no paso.
El éxito no es el rasero de los justo.
Derrotado y en desbandada O higgins tenía la razón en Rancagua.
Manuel Rodríguez y su puñado de huasos a caballo era el futuro.
Salvador Allende hizo una barricada pequeñita el 52, el 70 era una tormenta.
La izquierda dio la batalla y aunque los votos fueran pocos y las razones muchas no fue una derrota.
No están muerto los que luchan. Arriba los que luchan.
ROBERTO AVILA TOLEDO