¿Se ha vuelto loco el presidente de Venezuela Nicolás Maduro al ordenar la drástica rebaja de los precios de infinidad de productos, intervenir cadenas de tiendas, detener gerentes especuladores y asignar a la guardias popular la misión de cuidar el orden de esta operación? Recordemos que Maduro prometió mano dura contra la guerra económica (véanse mis artículos del 3, 10 y 17 de octubre en la Jornada) y vaya si lo está haciendo que ha levantado la moral combativa del chavismo, evidenciado que la inflación es artificial y puesto a la burguesía en la picota. Pero esa no es la idea que transmiten los ponzoñosos contenidos de CNN y de la maquinaria mediática imperial, impresa o electrónica, que las reproduce país por país.
No, esta adopta un tono de burla ante los dichos y los hechos del gobierno venezolano al que achacan mendazmente la responsabilidad por el supuesto caos, desorden y ruina del país. La economía venezolana es sólida, más que la de países que presumen de competitivos por su entreguismo y los salarios de hambre que pagan a sus trabajadores, como demuestra este trabajo.
Reitero, la batalla que se libra desde el año pasado en Venezuela es un nuevo capítulo de una antigua disputa: quién controla la pletórica renta petrolera y su distribución. Si es el pueblo y, por consiguiente, el Estado venezolano encabezado por su gobierno popular, a quien corresponde según la Constitución aprobada por amplia mayoría en 1999, o si es el imperialismo yanqui y sus aliados parásitos de la oligarquía local.
Esos nunca han aceptado el orden jurídico y político independiente y soberano que se dio en histórico referendo la nación venezolana en esa fecha y desde entonces pretenden derribarlo apelando al camino de la desestabilización y del golpe de Estado. Su único objetivo es restaurar en la patria de Bolívar un régimen corrupto, proyanqui, capaz de tomar las más antipopulares medidas y reprimir sin piedad las protestas como era costumbre hasta la elección de Hugo Chávez a la presidencia en diciembre de 1998. ¿O es que vamos a permitir que las hienas mediáticas metan bajo la alfombra el caracazo (1989)?, esevigoroso levantamiento popular contra un cruel paquetazo neoliberal. ¿O la rebelión encabezada por esa misma razón en 1992 por el entonces teniente coronel Hugo Chávez?
La contrarrevolución venezolana dirigida por Washington ha visto cómo sus proyectos subversivos contra la revolución bolivariana han sido derrotados uno tras otro y su cabecilla Henrique Capriles no es más que un mequetrefe multimillonario manufacturado como líder en un gabinete de guerra sicológica yanqui. Pero el repertorio de acciones desestabilizadoras de la CIA es casi infinito por lo que adoptó una nueva táctica desde antes de las elecciones de octubre del año pasado en que resultó reelecto el comandante Hugo Chávez, enormemente intensificada previamente y después de los comicios de abril de este año ganados por el candidato de la Revolución Nicolás Maduro.
El nuevo modelo golpista es muy semejante al aplicado por la central de inteligencia gringa en Chile contra el gobierno constitucional de Salvador Allende hace ahora 40 años. Consiste en crear el desabastecimiento artificial mediante el acaparamiento de productos, el aumento astronómico de los precios por las grandes empresas privadas importadoras y distribuidoras, la organización de motines callejeros y, en el caso venezolano, el jineteo descarado de las divisas del pueblo por los bancos privados, que llegó a provocar la fuga de sumas millonarias de dólares. Todo hay que decirlo, para ello han contado con la complicidad de funcionarios gubernamentales, muchos ya sometidos a proceso después de una total restructuración del sistema de asignación de divisas del Estado.
Venezuela no es Chile, aunque existan semejanzas. La fuerza armada venezolana es patriota y constitucionalista, tiene generales y almirantes revolucionarios y cientos de oficiales jóvenes muy radicales; la situación de América Latina y del mundo es mucho más favorable para la Venezuela chavista que lo que era para el Chile de Allende; en Venezuela hay una población revolucionaria con experiencia de poder popular que sabe actuar y movilizarse autónomamente sin esperar orientaciones de arriba y hay miles de hombres y mujeres del pueblo listos para el combate. Eso sí Venezuela, como nunca, necesita nuestra solidaridad.
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