Febrero 18, 2025

“Un paso adelante, tres atrás”

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El lema de campaña de la lista RetroCEDamos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile pareciera graficar lo que ha pasado en la sociedad en los últimos años: una  falta de coherencia entre las banderas esgrimidas en gigantescas movilizaciones impulsadas por los estudiantes, con la participación decidida de la ciudadanía en diversas comunas de Chile y el escenario y las preferencias para las elecciones presidenciales, según todas las encuestas realizadas a la fecha y el más elemental sentido común.

 

En efecto, el 2011 asistíamos a una suerte de “primavera de Praga” a la chilena, con las salvedades correspondientes: no era la rebeldía frente a la carencia de libertades de una dictadura política, sino frente a la del mercado. La palabra “lucro”, sacralizada en las últimas décadas, pasó de estar naturalizada y formar parte de nuestro diario vivir a ser la fuente del malestar; de un país apático, pasamos a estar ultra movilizados, con marchas semanales que en la noche continuaban en manifestaciones en plazas y espacios públicos con una ciudadanía empoderada, consciente de sus derechos y respaldando a los estudiantes. En ese año también se realizaron  dos paros regionales (Magallanes y Aysén), que duraron mucho más de lo previsto, y que durante semanas llegaron prácticamente a ser “ciudades liberadas”.

 

Y entonces sucedió algo inédito: todos detrás de los estudiantes construimos una suerte de programa que por cierto rebasaba las demandas por educación gratuita y de calidad. Banderas como Asamblea Constituyente, recuperación del cobre y los recursos naturales, salud gratuita, revolución en la política estaban en boca de todos y llegaron a ser parte de este nuevo aprendizaje. Por cierto, no era un programa nuevo, sino que recogía los anhelos que la izquierda había impulsado en  elecciones anteriores, particularmente bajo la figura de Arrate el 2009.

 

Frente a tal escenario, la clase política aseguró haber despertado y tomado conciencia de la nueva realidad y de este nuevo Chile. Que las cosas debían ser distintas, y  que se hacían cargo de la situación, señalaron. Incluso el presidente Piñera pronunció un discurso en la ONU afirmando que estaba de acuerdo con las demandas estudiantiles.

 

¿Qué ha logrado este movimiento? sin duda, no todo lo que ellos esperaban, pero no poca cosa: una rebaja del 6 al 2 por ciento de la tasa de interés del CAE (Crédito con Aval del Estado); reprogramación de deudas universitarias; más fondos para becas y, pese a que no estaba en sus demandas, sin duda fue un factor importante en la mayor ponderación de las notas de estudiantes de liceos municipales para ingresar a la educación superior. Pero quizás lo más significativo haya sido el haber puesto en el ámbito público temas que hoy son respaldados por el grueso de la ciudadanía, como la demanda de AC (en un país donde esa mayoría confiesa en diversas encuestas su desafección por la política) y la renacionalización del cobre para solventar la gratuidad de la educación. Esta última con más del 80% de adhesión, según la última encuesta CEP.

 

Entonces, y he aquí la paradoja, la coalición que estuvo por veinte años gobernando el país, tras llegar a tener ese año un amplio rechazo ciudadano (más del 60%, al igual que la Coalición por el Cambio) saca un conejo de debajo de la manga y ¡eureka! invita a sectores de la izquierda a formar una nueva coalición con una figura que en el imaginario colectivo tiende a suplir carencias quizás de qué tipo, arma un tinglado y se presenta a las elecciones presidenciales, con un amplio respaldo de los mismos que participaron en las marchas, y que confesaron su rechazo a los gobiernos anteriores. La paradoja mayor en este escenario es que tal adhesión no está basada en consideraciones políticas o programáticas, ya que el programa de la NM no contempla las demandas esgrimidas por los estudiantes o las contempla débilmente.

 

En lo que sí abunda, es en el tema de la desigualdad (que aparece, por lo demás, en todas las candidaturas). Pero la desigualdad no es una causa ni una situación que se pueda superar con políticas asistenciales, focalizadas incluso en los más pobres, a través de paliativos: es una consecuencia de la aplicación de un modelo económico que  consagra la concentración de la propiedad de pocos y la exclusión de muchos. Para que los resultados del índice de Gini den cifras azules se necesita la aplicación de políticas estructurales que tiendan a un desarrollo inclusivo en vez de un crecimiento empobrecedor; a un nuevo trato a las inversiones extranjeras, a cambiar el foco de nuestra política económica internacional y a la revisión de los TLC (principalmente los suscritos con EE.UU. y la Unión Europea), que nos han consagrado como país exportador de recursos naturales con bajo nivel agregado, a la vez de dar prerrogativas a multinacionales en temas que van desde la educación y medicamentos hasta las nuevas tecnologías. A potenciar efectivamente encadenamientos productivos (los llamados clusters) para que las pymes dejen de ser un 3% del sector exportador. 

 

Sabemos que el próximo gobierno no tomará ninguna de estas medidas, ya que ni siquiera las ha mencionado en su programa. Como lo han señalado diversos analistas, es muy difícil que se logre la gratuidad universal de la educación cuando ni siquiera sus propios adherentes tienen un consenso en la materia, y cuando no se ha abordado la recuperación del cobre. Quizás no sea aventurado señalar que este nuevo gobierno de MB podría ser un mejor gobierno que el anterior (lo que no es mucho decir), en el que se realizarán cambios consensuados con la majamama de partidos y visiones que componen NM. Seguramente representará un avance respecto a la realidad actual, pero que estará muy por debajo de lo que se aspiró un par de años atrás.

 

Y entonces será la hora de superar la fragmentación existente (que en el escenario electoral se refleja en cuatro candidatos con cuatro programas diferentes que prácticamente dicen lo mismo) y nos pongamos en serio a trabajar como alguien dijo por ahí “por la unidad, por la unidad, por la unidad”.  

Coral Pey G.

 

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