Las lecciones que nos han dado los estudiantes tardarán en hacer su necesario efecto pedagógico. No es poca cosa observar como todo el sistema político, inmune por años a las exigencias democráticas de vastos sectores sociales y de trabajadores, hoy se vea en la obligación de referirse a aquello y, aunque sea mintiendo o hablando con medias verdades, lanzarse a ofrecer soluciones.
Las organizaciones estudiantiles gozan de características que les permiten practicar su democracia de una manera que nos exige mucho más al resto de las organizaciones sociales. Que sus principales dirigentes duren un solo año a la cabeza de su gestión obliga a una sana renovación de sus conductores y genera cuadros políticos de extraordinaria valía. Y nos obligan a mirar críticamente nuestras propias prácticas.
Este hecho, en la anquilosada y repetida casta que domina nuestro escenario político, augura para las posiciones anti sistémicas, un futuro interesante.
Aún más si se considera que esta mecánica democrática y refrescante, no es de propiedad exclusiva de las universidades llamadas estatales o grandes, sino que se da en todas las casas de estudio a lo largo del país.
El movimiento social que ha tomado las banderas de una educación que se contrapone a la cultura del egoísmo y la codicia, y que ha dado fuertes señales de una crisis rayana con lo terminal, tiene en esos cuadros un futuro que hay que construirlo con altura de miras.
Los principios de la generosidad, amplitud y autonomía, junto con la más firme convicción de que es necesario construir un movimiento socio político de la mayor envergadura, impone en estos jóvenes una responsabilidad superior.
Se trata de avanzar en articulaciones políticas capaces de sintetizar las expresiones del descontento y la rabia acumulada, en un proyecto capaz de hacer coincidir aquello que hoy se muestra disperso.
Se trata, finalmente, de incidir en la política afirmados en la enorme fuerza que se ha demostrado tener, y mediante el uso de nuestras propias cabezas y pies.
Por eso saludamos la decisión de los jóvenes dirigentes estudiantiles de alzarse como alternativas en las próximas elecciones. En especial, reconocemos y apoyamos la decisión de Daniela López, en Valparaíso, Gabriel Boric, en Magallanes, y en Francisco Figueroa en Ñuñoa y Providencia, de postularse al parlamento sobre la base de las ideas de una izquierda que busca un derrotero unitario, autónomo, y solidario.
Y aprovechamos la ocasión para saludar muy especialmente a nuestros compañeros de la Izquierda Autónoma que por dos años consecutivos han dirigido la FECH, y que para las próximas elecciones de la Federación proponen al compañero Sebastián Alywin, a la cabeza de una lista que deberá asumir la responsabilidad de asumir en un período marcado por las grandes movilizaciones que se avecinan.
Nos asiste el convencimiento que la formulación de un proyecto amplio, de izquierda, de bodes definidos y que asuma el desafío de superar el actual estado de cosas, debe contar con fuertes y unidas organizaciones sociales y gremiales.
La acción conjunta de profesores, estudiantes y otros sectores ligados a la educación, deberán transformarse de verdad en un escollo para las políticas que intentan privatizar aún más lo que nosotros consideramos un derecho inalienable.
Y en esa estrategia será necesario crear un gran movimiento que, asentado en esas y las demás exigencias ciudadanas, permitan aportar decididamente a la conformación de un gran bloque ciudadano que levante la consigna de crear un Chile para todos y todas.
Estudiantes y profesores tenemos en esa estrategia, una responsabilidad de primera magnitud.
Darío Vásquez Salazar
Secretario general
Colegio de Profesores