En el 40 aniversario, espacios de televisión se permitieron mostrar sensibilidades profundas que circulan por la sociedad chilena. Caen más velos de una dictadura cruel y se encogen los disfraces de una democracia amañada. Un movimiento social ha cambiado el clima complaciente con la barbarie y el cinismo. Propone poner sobre la mesa unas páginas en blanco donde escribir una Constitución. La formalización del fin de un poder impuesto por civiles y militares que hace 40 años irrumpieron a sangre y fuego.
la presencia viva del pasado
Qué sensaciones habrá suscitado en centenares de miles de chilenos la narración discurrida por la mirada de Andrés Wood en “Ecos del Desierto”, por las pantallas de Chilevisión. Una descripción que descubre “la banalidad del mal” (Hanna Arendt) de los tiempos de la dictadura, representada en esta película en el general (R) de Ejército, Sergio Arellano Stark, que ante la evidencia niega toda responsabilidad de sus actos criminales.
40 años después los “ecos” de ese mal -definido por la filósofa alemana- siguen escuchándose, ahora en la voz del general (R) Ejército, Manuel Contreras, que rechazó con rotundidad, en una reciente entrevista de la CNN Chile, las conductas criminales del personal civil y militar de la Dina a su cargo entre 1973 y 1977.
En el aniversario del golpe cívico-militar, por la televisión asomó la presencia viva del pasado. Ambos generales retirados, en “misiones de guerra” ordenadas por el jefe de la Junta Militar de Gobierno y Comandante jefe del Ejército, general Augusto Pinochet, continúan con sus grados militares intactos, incluso en el caso de Contreras gozando de privilegios al cumplir penas en cárceles especiales.
los silencios de Cheyre lo dejaron sin salida
Cómo imaginarían los chilenos -que vieron “Ecos del Desierto” y al ex jefe de la DINA- la reacción que suscitaría en oficiales y soldados del Ejército al ver estas dos piezas televisivas. Sería sugerente que la película de Wood fuese motivo de un debate como el sostenido por Ernesto Lejderman y el general (R) de ejército, Juan Emilio Cheyre en el programa El Informante de TVN.
Cheyre, que intentó restablecer una imagen decente de la institución, cayó en desgracia luego que Carlos Peña, columnista de El Mercurio, cuestionara el valor del militar ante su silencio mantenido por años de hechos repugnantes cuando era ayudante del coronel (R) Ariosto Lastopol, jefe del regimiento Arica de La Serena en 1973.
En la televisión, el general retirado, incómodo, no supo explicarse en forma convincente y se refugió en el tópico que “nada sabía” de lo sucedido con los padres del niño Lejderman, asesinados por una patrulla del regimiento, mientras horas después Cheyre entregaba al menor de la pareja asesinada en custodia en una casa de religiosas.
Cheyre se aferró a su ingenuidad de haber creído por más de 20 años la “versión oficial” de que los padres de Ernesto “se habían dinamitado”. En el mismo programa el general afirmó que se había enterado del informe Rettig años después de su publicación (1991), porque el Ejército de Pinochet lo había rechazado.
No cambió de actitud el adulto coronel de 45 años a la del joven teniente de 26 años: siguió la guía de “la única verdad”, la de sus superiores en el Ejército. Las explicaciones del silencio del general retirado de ignorar por décadas las conductas delictuales en su institución no son creíbles y se parecen mucho a las estrategias de defensa que establecen los presuntos criminales sentados ante un juez.
por un instante, más libertad y creatividad
La reflexión crítica sobre las conductas del poder, la creación y narración sobre episodios reales y la conducción periodística de debates con protagonistas (no representantes políticos ni personajes mediáticos) por televisión, han sido opciones, en este 40 aniversario, que han producido atención en la audiencia, interesada en conocer y formarse una opinión propia sobre la presencia ineludible del pasado.
Por un instante, espacios de televisión han mostrado las potencialidades del ejercicio de la libertad, alejándose del cálculo temeroso y de la creatividad, escapando a la monótona retórica declarativa y de la banalidad farandulera.
Así y todo, la televisión chilena le debe a la sociedad “la batalla de Chile” de Patricio Guzmán, y “el diario de Agustín” de Ignacio Agüero, quizás para el 50 aniversario, o el próximo año.