El liderazgo de la Concertación debe explicarle a sus bases y al país porqué bajo sus sucesivos gobiernos no hizo nada para sancionar a los responsables de las torturas aplicadas en el buque escuela Esmeralda; ni para efectuar una reparación moral a las víctimas. Es más, aquellos gobiernos continuaron enviando al buque a todo el mundo como si nada hubiese pasado en él; lo “defendieron” frente a las manifestaciones de protesta que suscitaba, particularmente con ocasión del 30º aniversario del golpe; y determinaron simplemente ¡sacar a Europa de su ruta anual para disminuir el bochorno internacional!
Debemos recordar que el propio Informe Rettig certificó que la Esmeralda fue utilizada como recinto de detención y tortura en los días posteriores al 11 de septiembre: “En el caso del Buque Escuela Esmeralda, las investigaciones practicadas por esta Comisión permitieron comprobar que una unidad especializada de la Armada se instaló en su interior con el objeto de interrogar a los detenidos que se encontraban en la misma nave y a los que eran traídos desde otros recintos de reclusión de la Armada. Esos interrogatorios, por regla general, incluían torturas y malos tratos” (Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación; Tomo I, p. 293). Y que ¡el propio Comandante en Jefe de la Armada, Miguel Angel Vergara, reconoció en diciembre de 2004 la veracidad del Informe Rettig respecto de la Esmeralda!
Pese a ello, los gobiernos de la Concertación no hicieron nada por sancionar los gravísimos delitos allí cometidos. Recién en 2002, los familiares del sacerdote británico-chileno, Miguel Woodward, se querellaron por su muerte, producto de torturas ocurridas en la Esmeralda. Y en 2005, varios miembros de la Agrupacion de ex Presos y Torturados en la Esmeralda presentaron una querella colectiva en la materia. Aunque, dada la proverbial debilidad del Poder Judicial chileno en la materia, no ha habido todavía sentencias condenatorias finales; y probablemente nunca las haya o sean con penas simbólicas…
Respecto de las numerosas manifestaciones suscitadas especialmente en Europa ante la recalada de la Esmeralda en sus puertos –que en los diarios y canales de televisión chilenos han sido sistemáticamente ocultadas o minimizadas; lo mismo que entre los líderes aliancistas y concertacionistas- y las correspondientes defensas de esas visitas hechas por los presidentes de la Concertación, resaltan las de Ricardo Lagos con ocasión del vergonzoso periplo efectuado en 2003. Lagos, al despedir al buque escuela, afirmó que “con ustedes zarpa una parte de la Patria, de la historia y tradiciones de Chile, y el espíritu de la Armada. Durante su travesía ustedes serán embajadores de nuestro país y llegarán a otros territorios con el orgullo de encarnar un país que es una pequeña estrella en el sur del mundo y que es respetado por su democracia y derechos humanos” (La Segunda; 16-7-2003).
Posteriormente, el 21 de junio, luego de que la fuerza de las manifestaciones obligó a suspender la recalada del buque en varios puertos europeos, señaló que no se arrepentía de haber despedido oficialmente la nave: “Me parece que tenemos que asumir la historia como es y creo que el que en el Esmeralda se pueden haber cometido excesos y violaciones de derechos humanos, o como dicen en algunos países, incluso asesinatos, muertes –que no me consta- eso nada tiene que ver con los jóvenes que no habían nacido al momento del golpe” (La Segunda; 16-7-2003). Sin embargo, el 15 de julio, en declaraciones efectuadas ante la BBC de Londres, indicó que “esta vez creo que fue un error” el que la Esmeralda haya realizado su gira (La Segunda; 16-7-2003).
¿Qué determinaron el presidente Lagos y la ministra de Defensa, Michelle Bachelet (y luego ella como Presidenta), ante ese remezón de la conciencia mundial? No efectuar acciones a favor de la verdad, la justicia, la reparación y la memoria histórica respecto de las horrendas violaciones de derechos humanos cometidas allí. Solamente, evitar que el navío recalase en los años siguientes en los puertos en que hubiese mayor conciencia de respeto de los derechos humanos. Ello ha significado eliminar de plano toda visita a Europa. Y que cuando en algunos puertos americanos se efectúan importantes manifestaciones (como San Francisco en Estados Unidos; y Vancouver en Canadá) o simplemente no aceptan recibir al buque (Victoria en Canadá); los uniformemente conservadores medios chilenos desinforman completamente a la población, y aquí no ha pasado nada…
Ahora que se plantea la candidatura de Bachelet como más progresista, ¿continuará –en caso de ser nuevamente presidenta- respaldando dichas políticas de negación de la verdad, la justicia, la reparación y la memoria histórica respecto de la Esmeralda? ¿o buscará la justicia haciéndose parte en los procesos; o efectuará importantes reparaciones morales, denominando, por ejemplo, Miguel Woodward al Esmeralda; o convirtiendo a este barco en un Museo fondeado en Valparaíso; y donde se presente la historia del puerto, incluyendo por cierto, la fatídica labor asignada a la embarcación en los días posteriores al golpe?
Es decir, los dirigentes de la Concertación no solo debieran dar una explicación por este pasado; sino que además proponer un curso futuro de acción que enmiende las profundas injusticias e insensibilidades morales y humanas que configuran dicho pasado; si es que realmente han readquirido su antigua sensibilidad al respecto…