Diciembre 5, 2024

La entrevista impertinente a Eduardo Frei Montalva por el ABC, 10/10/73

A 40 años de la tragedia de Chile y toda el agua -por no decir la sangre- que ha corrido bajo el puente, en el país se ha puesto (verdaderamente) de moda el pedir perdón. Un gesto que corre seriamente el riesgo de terminar convertido en una insufrible musaraña, dada la escasa e insoportable asimilación que ha manifestado nuestra sociedad respecto de la Revolución Chilena, de la figura de Presidente Allende y de su gobierno con la Unidad Popular (UP).

Es que cuando no se miente y desdeña descaradamente, nos encontramos con actitudes incalificables de claudicación (traición y vergüenza) o de exabruptos de megalomanía, igualmente insufribles.

 

Pues, el perdón debe, necesaria y primeramente, ir acompañado del reconocimiento de las responsabilidades y culpabilidades del caso (muchas de las cuales son vox populi desde hace décadas), tanto a nivel individual como institucional. Y ello requiere, a su vez, no solo honestidad y altura de miras. sino que, por sobre todo, valor. Como diría Sabina, para seguir con “El Rimbaud de Tirso de Molina”: “que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”.

 

De modo tal, que todo ello, al menos, pasa por un ejercicio (impecable) de memoria y verdad histórica, de lucha infatigable contra –entre otros fantasmas- los esquizo afanes re-interpretativos de la Historia, más preocupados de re-escriturar el pasado (imperfecto) con el único propósito de justificar un presente cada vez más acuciante e insoportablemente incómodo y pueril.

 

Afortunadamente, para ello contamos, al margen de los más de 24 mil documentos desclasificados de la CIA, de los Informes Church y Hinchey, con las hemerotecas que nos permiten enfrentarnos directamente con ciertos momentos de nuestra historia reciente de un modo sencillamente espectacular.

 

Casi al cumplirse un mes del sangriento putsch fascista, el 10 de octubre de 1973 el diario ABC publicó una polémica e impertinente entrevista que el expresidente democristiano Eduardo Frei Montalva concedió a su corresponsal Luis Calvo.

 

Dado el (grueso) calibre y el rechazo que provocaron tales afirmaciones que el exmandatario chileno se vio obligado, en declaración pública urbi et orbi, a señalar que sus (lamentables) declaraciones habían sido (increíblemente) tergiversadas y sacadas de contexto, sin precisar mayormente.

 

Cabe señalar, que más tarde, en carta dirigida a Bernardo Leighton del 25 de junio de 1975 (publicada por El Mercurio del 14 de junio de 1998 y está disponible en la red), Frei, junto con referirse escuetamente al tema, señalando que “en cuanto a mi entrevista al ABC, me extraña que la cites. Hice una protesta pública por los diarios diciendo que el periodista español había abusado de mi confianza, que no le había dado una entrevista, que había tomado parte de mis palabras…”; plantea enfáticamente que no hizo la durísima descripción de Allende que –supuestamente- se le atribuye en esa entrevista, cuando señala que “entre otras cosas señalé mi protesta porque se ponía en mi boca una referencia al Presidente Allende que jamás hice. Por lo demás, tú estás acostumbrado a entrevistas que distorsionan palabras o te aprovechan”,

 

Por su parte, Leighton en respuesta del 26 de junio de 1975 (también publicada por diario El Mercurio de 21 de junio de 1998 y disponible en la red), no obstante, aceptarle la retracción de sus dichos en lo que respecta a la persona del presidente Allende, le señala categóricamente:

 

“Te cité tu entrevista en el ABC porque, con excepción de tu categórico desmentido en cuanto a Salvador Allende, en el resto la entrevista corresponde sustancialmente a lo que yo mismo te oí sostener en Santiago, antes y después del golpe militar”.

 

A continuación un extracto medular, que circula profusamente en el red. El dato clave es que lo podéis encontrar, especialmente, en sitios de la atomizada extrema derecha criolla. Un síntoma no menor, por cierto:

 

La gente no se imagina, en Europa, que este país está destruido. No saben lo que ha pasado. Los medios informativos, o callaron lo que estaba ocurriendo desde 1970, en que Salvador Allende, rompiendo todas sus promesas, y alejándose de la legalidad, inicia una obra de destrucción sistemática de la nación, o dieron noticias falsas al mundo, porque eran, acaso, sin saberlo, cómplices de esta enorme falsedad: que se estaba haciendo un raro experimento político, consistente en la implantación del marxismo por métodos legales, constitucionales, civilizados. Y eso no ha sido verdad, ni es verdad. Y el mundo entero ha contribuido a la destrucción de este país, que hoy no tiene más salida salvadora que el gobierno de los militares.

El marxismo, con conocimiento y aprobación de Salvador Allende, había introducido en Chile innumerables arsenales, que se guardaban en viviendas, oficinas, fábricas,  almacenes. El mundo no sabe que el marxismo chileno disponía de un armamento superior en número y calidad al del Ejército; un armamento para más de treinta mil hombres, y el Ejército chileno no pasa normalmente de esa cifra.

Los militares han salvado a Chile y a todos nosotros, cuyas vidas no son ciertamente tan importantes como la de Chile, pero que son vidas humanas, y muchas, y todas amenazadas perentoriamente. Y no puedo decir que estemos aún a salvo, porque –ya lo ve usted día tras día– las Fuerzas Armadas siguen descubriendo reductos y arsenales.

 

La guerra civil estaba perfectamente preparada por los marxistas. Y esto es lo que el mundo desconoce o no quiere conocer.

Los militares fueron llamados, y cumplieron una obligación legal, porque el Poder Legislativo y el Judicial, el Congreso y la Corte Suprema habían denunciado públicamente que la presidencia y su régimen quebrantaban la Constitución, los acuerdos votados en el Parlamento y las sentencias dictadas por jueces absolutamente extraños a la política.

Allende vino a instaurar el comunismo por medios violentos, no democráticos, y cuando la democracia, engañada, percibió la magnitud de la trampa, ya era tarde. Ya estaban armadas las masas de guerrilleros y bien preparado el exterminio de los jefes del Ejército. Allende era un político hábil y celaba la trampa. Pero –ya sabe usted– no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo. Las armas requisadas en virtud de la ley Carmona demostraron que la guerra civil se preparaba desde la presidencia de la República. Arrogantemente encarado con todos los poderes constitucionales, el presidente tuvo que reconocer su “inconstitucionalidad” propia. El país recibía armas para el “ejército paralelo” y eran armas rusas.

¿Por qué se ha mentido en el mundo? ¿Por qué en Europa, donde no conocían a Salvador Allende ni estaban al tanto de nuestros dramas -que son muchos dramas-, se idealiza a un hombre tan frívolo, más frívolo políticamente que moralmente, como Allende? Yo sé que Allende era inteligente, orador fácil y superficial, simpático de trato, chistoso, político del verbo politiquear. Pero Allende ni era un ideólogo ni era un estadista. Buscaba el modo de seguir en la cima del Poder, y también ocurrió que el Poder lo deslumbró, e hinchó su congénita arrogancia, y tuvo que pactar con sus enemigos políticos, es decir, los compañeros marxistas, y quizás rendirse a ellos, y quiso pactar, pero no tuvo éxito alguno, con nosotros, con la Iglesia y con las Fuerzas Armadas.

Cuando un Gobierno se niega a cumplir las leyes sociales, desatiende las advertencias del Colegio de Abogados, insulta y desobedece al Tribunal Supremo, menosprecia la inmensa mayoría del Congreso, provoca el caos económico, detiene y mata a los obreros que se declaran en huelga, arrolla las libertades individuales y políticas, “desabastece” el mercado para entregar los productos alimenticios y de toda clase a los monopolizadores marxistas del mercado negro; cuando un Gobierno procede así, cuando se producen en un país condiciones que no se han producido nunca como en Chile tan claras y abundantes en la Historia del mundo, el derecho a la rebelión se convierte en deber. Es un derecho jurídico proclamado por todos los tratadistas e historiadores, como el padre Mariana en España.

El programa de los marxistas era inexorable: la conquista de todo el Poder para ellos, poniéndose fuera de la ley, porque se consideraban los autores únicos de una nueva ley de una nueva constitución. Y eran realmente la minoría. Todos ellos, toda la unidad popular, sumaban un 34 por 100 de los votos. Las críticas a la democracia cristiana vienen de este hecho: que nosotros agotamos todos los medios para lograr una rectificación de la política de la Unidad Popular. Queríamos que se volviera a la legitimidad. Encontramos dilaciones, ausencia de franqueza y nunca pudimos llegar a resultados concretos y positivos. En estas condiciones, la Democracia Cristiana ofreció la renuncia de todos, absolutamente todos, sus parlamentarios para que se procediera a una consulta popular o plebiscito que evitara a Chile la tragedia de la guerra civil que vislumbrábamos en el horizonte. Todo lo que le digo, todo, es historia veraz de Chile, y hay documentos sobrados que lo demuestran.

La Unidad Popular seguía conscientemente una política que condujera al caos y a la locura colectiva. Segundo, que las fuerzas militares han salvado realmente al país de su total aniquilamiento. Tercero, que la Democracia Cristiana no deseaba esto, naturalmente. Usted no desea operarse de un cáncer, pero llega un momento en que usted tiene que operarse el cáncer. Nuestros cirujanos son las Fuerzas Armadas, y el pueblo solicitó su intervención insistente, estruendosa y heroicamente.

Todo estaba estatizado, los bancos, las industrias, las minas, la agricultura, y pensaban estatizar los quioscos de periódicos para impedir que circularan aquellos “no marxistas”. El comercio era suyo. Al tiempo que se creaba un ejército clandestino y paralelo se metodizaba el mercado negro, en poder de la burocracia marxista y de los obreros.

La gente de Europa no se imagina lo que era esto. Viven ofuscados por la gran mentira del experimento de la democracia hacia el comunismo. Pero si eso no es posible. Es una contradicción en los términos, una antinomia. Si Allende, que no era ideólogo, pero sí maniobrero, sabía que no era posible, y por eso utilizaba, para engañarnos, “la muñeca”. Es alarmante que en Europa no se enteren. Este país está destruido. Necesita que se fijen en él. Necesitamos que prevalezca la verdad con documentos irrebatibles, con la divulgación de hechos vergonzosos. Este país está destruido hoy, hoy.”

 

 

 

*“Eugenio Lira Massi In Memoriam”

 

Que las verdades no tengan complejos,
que las mentiras parezcan mentira”

(J. Sabina)

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