Los cuarenta años del golpe militar han tenido la virtud de re posicionar algunos temas de la memoria histórica que se daban por sabidos, pero que, en la actualidad, presentan nuevas aristas: 1) la reconciliación política sigue siendo un espejismo, pues en la multiplicidad de foros, seminarios y encuentros los principales dirigentes principales de la derecha siguen justificando tanto el golpe militar, como la dictadura, sobre la base de una supuesta y falsa guerra subversiva, que nunca existió, en consecuencia, los actores directos, después de 40 años, se mantienen, cada uno, en su barricada.
2) las seguidillas de peticiones de perdón, algunas sin mayor contenido ni trascendencia, han terminado vaciar el verdadero sentido de este gesto cristiano – como lo hemos dicho varias veces y la lógica así lo señala, el perdón sin verdad, justicia, reconocimiento y castigo a los culpables, carece de valor – para convertirlo en un ceremonial de auto justificaciones de personajes políticos que vivieron la época; 3) Los debates y documentales recordatorios sí han ayudado mucho a ubicar, con precisión, el rol de la Democracia Cristiana y la derecha en el quiebre de la democracia chilena.
En este artículo trataré de resaltar este último aspecto. En una interesante columna, el diputado de la UDI, Gonzalo Arenas, publicado en El Mostrador, plantea un tema que, a mi modo de ver, no ha sido lo suficientemente analizado, que dice relación con la incapacidad de la derecha para desenvolverse en el juego democrático tradicional, que ahora readquiere actualidad cuando se visualiza una derrota de proporciones para ese sector político. En 1965, en las elecciones parlamentarias, la derecha de liberales y conservadores fue destruida en las urnas, por el rechazo de la ciudadanía. Si bien esta derecha tradicional tenía un carácter civilista, en nuevo Partido Nacional, hegemonizado por los nacionalistas de Sergio Onofre Jarpa, cada vez se acercaba más a una concepción corporativista franquista y a un militarismo que interviniera en el juego político chileno y que, a partir de los años 60, comenzaba a ser dominado por la izquierda, liderada por el eje comunista-socialista.
Si analizamos lo efímero de los dos gobiernos de derecha, desde 1938 hasta hoy, (Jorge Alessandri y Sebastián Piñera), se puede colegir con propiedad que la única experiencia de la derecha exitosa en Chile, para ellos, fue la dictadura de Augusto Pinochet, y eso explica que la mayoría de los “cómplices pasivos” de la violación de los derechos humanos termine justificando las brutalidades genocidas en razón de una supuesta guerra anti subversiva – que nunca existió, como está archiprobado en toda la documentación histórica y testimonios de la época-.
El esfuerzo del Presidente Piñera por buscar un camino diferente para la derecha, que la capacite para competir democráticamente en lo sucesivo, parece estar condenado al mismo fracaso que la concepción de la “nueva derecha” que él planteó al inicio de su período (2010). En el fondo, en la UDI, siguen predominando aún tanto los ex alcaldes nominados por el dictador Augusto Pinochet, como los ex héroes condecorados de Chacarillas por lo demás, este Partido es que hegemoniza la derecha y termina dictando las políticas del gobierno -.
El sueño de Pablo Longueira, “el centro social” o una especie de “Falange nacional”, desfasada en el tiempo, se ha revelado como una utopía imposible, como se constató en las últimas primarias de la derecha y, al fin y al cabo, este idea del “centro social” tenía su base política en las Comunas de las Condes, Vitacura y Lo Barnechea.
Respecto a la Democracia Cristiana, con mucha razón la Declaración de los 13” hace énfasis en la responsabilidad de la directiva de ese Partido, que tenía la mayoría electoral y dominaba ambas Cámaras – sus dos presidentes eran democratacristianos, Eduardo Frei y Luis Pareto, respectivamente – de no haber impedido este golpe de Estado, que terminó por destruir la institucionalidad.
En el fondo, el militarismo de derecha invadió la base de la Democracia Cristiana que, en su mayoría, rechazabas el diálogo Allende- Aylwin y estaba claramente embarcada en la solución golpista. Está suficientemente probado que Eduardo Frei Montalva, siendo presidente del senado y líder indiscutido de la CODE, (Confederación Democrática), no tuvo ninguna voluntad, aún a petición del cardenal Raúl Silva Henríquez, de dar una salida democrática a la crisis, estando seguro de la inminencia del golpe de Estado.
Me parece ilógico el esfuerzo de Ignacio Walker, presidente de la Democracia cristiana, el pretender borrar la historia, pues existe una cantidad enorme de pruebas documentales y de testimonios que prueban que la directiva del Partido y la mayoría de sus militantes apoyaron el golpe de Estado – en espera de la recuperación del poder para ese conglomerado -en primer lugar, la declaración del 12 de septiembre de 1973, en que hace un reconocimiento a las fuerzas armadas, en el sentido de que “no buscaron el poder” y, a su vez, “llama a colaborar con la tarea de reconstrucción nacional; en segundo lugar, la carta de Frei a Mariano Rumor, citada profusamente, en la cual repite muchos de los argumentos del Libro blanco de la junta militar, del famoso “Plan Z”, no sólo para justificar el golpe, sino también para alabar el gobierno militar; en tercer lugar, además de los dos ex edecanes de Frei, (Sergio Arellano y Óscar Bonilla), gran parte de los civiles del sector freísta colaboró con el gobierno militar y, en el caso de William Thayer y Juan de Dios Carmona, ministros predilectos de Frei durante su gobierno persistieron, hasta el final, apoyando la dictadura; en cuarto lugar, la Democracia Cristiana quebró con la junta de gobierno a raíz del cierre de la Radio Balmaceda; en quinto lugar, los presidentes del senado y de la cámara de diputados – Frei y Pareto – nunca reclamaron por el cierre de las Cámaras legislativas, ni tampoco defendieron la integridad de los parlamentarios perseguidos por la dictadura.
Al menos, estos cuarenta años de recuerdo del cruento golpe de Estado y las atrocidades que siguieron la dictadura terrorista de Estado, están permitiendo clarificar el rol funesto que tuvieron tanto la derecha fascistoide y militarista, como también la Democracia Cristiana, en especial, el freísmo y sus seguidores.
Rafael Luis Gumucio Rivas
09/09/2013